Tras la victoria de Javier Milei se comenzaron a buscar respuestas rápidas a su avance, ¿y la autocrítica? El resultado de las PASO no es el fruto de un sólo árbol sino que corresponde varios sucesos históricos, económicos y coyunturales. El divorcio entre la política pública y las demandas populares dejan lugar a propuestas simples para problemas complejos. Los gritos son canalizados por una nueva figura de identificación que, invirtiendo la ecuación, lleva a discutir de fondo la estructura.
El “inesperado” resultado electoral de las PASO resultó un hecho histórico para la etapa democrática del país desde el regreso de la democracia. Tras la victoria de Javier Milei se comenzaron a buscar respuestas rápidas a su avance: “el voto joven”, la derechización de la agenda electoral (y del electorado), la despolitización general, Tik Tok, los medios de comunicación, etcétera; una mayoría de argumentos, con marcada carencia de autocrítica.
Más allá de cualquier explicación que pueda incluir todos los motivos mencionados y algunos más, el 30% del electorado en un país como Argentina, no sólo es un volumen importante de votantes (7 millones de personas), sino que es muy diverso. No puede atribuirse una sola característica a ese resultado, sobre todo si no se incluye una explicación histórica y coyuntural.
Hoy por hoy, la derechización de la agenda electoral en Argentina está muy vinculada al antikirchenerismo: “Daremos fin al kirchnerismo y a la casta política”, dijo en su acto post-PASO. Esto no es menor, ya que de los últimos 20 años, casi 16 han sido electas democráticamente expresiones políticas peronistas o kirchneristas. Entonces, todas las fuerzas políticas de derecha comparten esa agenda de oposición, tanto Juntos por el Cambio (JxC) como La Libertad Avanza (LLA).
En principio el macrismo, si bien se construyó a sí mismo como “alternativa” al kirchnerismo aprovechando puntos claves para generar conflictividad (las retenciones al agro, la administración de las divisas, la política de subsidios, el control de precios, y sigue la lista) con su llegada al gobierno en 2015, resultó una decepción para quienes esperaban el “cambio”. No sólo no logró “pobreza cero” como se prometía, sino al contrario, se potenció la inflación con saltos del 27,5% al 50,5%, y con ello la pobreza, que pasó del 29,7%, a un 40,8% en 2019. Por supuesto, desde 2018 el gobierno estuvo condicionado por la deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Tras el fracaso del macrismo y con la instalada “grieta” K/M, Alberto Fernández fue presentado como una nueva oportunidad para revertir el escenario de pobreza, ajuste y desempleo.
Como paréntesis, cabe remarcar que si bien la grieta política estaba instalada, en las calles persistían otras discusiones políticas como el derecho al aborto y las agendas del movimiento feminista, la visibilidad que adquirían los pueblos indígenas, la defensa de la educación pública, entre otras. Es decir, en las calles y en los hogares, el descontento abría un paraguas importante para encarar un avance político significativo por parte del nuevo gobierno y de la resignificación del Estado como garante de derechos.
Pero una vez en el sillón de Rivadavia, Alberto Fernández comenzó a mostrar vacilaciones importantes. Un hecho significativo fue el anuncio de expropiación de la empresa agroexportadora Vicentin y el posterior retroceso en la decisión, que dejó al descubierto el grado de improvisación del nuevo gobierno y un mayor grado de moderación por parte del presidente. Esto resultó en confusión y conflictividad, no sólo sobre un electorado con expectativas que necesitaba certezas frente a la incertidumbre, sino también para la propia militancia política.
Con la emergencia de y por la pandemia desde 2020, se pusieron en la mesa temas de discusión inéditos: reducción de la jornada laboral, la importancia del esparcimiento, salario universal básico, impuestos a las grandes riquezas, incluso la discusión sobre cuidado del ambiente por la reducción del CO2. Otros, como la salud pública, cobraron mayor fuerza. De esta manera, se avistó un cambio de modelo que podía beneficiar a las mayorías, se avistaba un corrimiento. Pero todo volvió a la “normalidad” y el gobierno panperonista/kirchnerista de nuevo fallaba en su capacidad de decisión y de iniciativa para la creatividad de agenda.
Luego de la pandemia, la actividad económica aumentó, pero no se avanzó en un nuevo modelo de redistribución. Continuó aumentando la inflación y por defecto la pobreza, por ende, el malestar popular. El caldo de cultivo para la agenda derechizada estaba servido en la mesa y con ello, el escenario perfecto para la emergencia de un contrincante que supo captar con su performática, su tonalidad y su discursiva, lo que el Gobierno dejó de lado, pero invirtiendo la ecuación.
Milei, ¿una nueva alternativa popular?
No se le pueden quitar méritos al líder de LLA por el arrasador resultado de las PASO, siendo su primera elección como precandidato a presidente y consiguiendo convulsionar por completo el mapa político, de izquierda a derecha y de arriba hasta abajo. Uno de los elementos más destacados de la victoria de Javier Milei, es haberse constituido como una tercera fuerza victoriosa, incluso desplazando como oposición al propio JxC, la supuesta fuerza que se iba a encargar de acabar con el kirchnerismo.
Javier Milei, sobre todo en 2014, se comenzó a gestar como alternativa por fuera (o en contra) del “intervencionismo del Estado” y “los políticos” tildados como difusores del “socialismo” y según él, el mayor problema para Argentina, “la casta”. Con su discurso comienza a permear en la subjetividad popular, apuntalando la responsabilidad de los problemas en los encargados de resolverlos, incluso de alguna manera apropiándose de una consigna bandera del progresismo: “el Estado es responsable”, pero aquí la inversión de la ecuación; en lugar de fortalecerse, debe desaparecer.
El cálculo es visibile en la realidad concreta: el hecho de no poder no sólo captar las demandas populares, sino también, ante la imposibilidad de volverlas efectivas en políticas beneficiosas concretas, hace difícil para el imaginario popular avistarlas. Se genera una distancia significativa en torno al Estado y “la gente”. Esto favorece, por un lado, que Milei pueda aprovechar esa distancia posibilitando la identificación con su figura. En su discursiva, Milei da una pista de este punto incluyéndose entre “los que laburamos y sabemos ganarnos la vida”, diferenciándose de “los políticos” a pesar de que él sea uno.
¿Cómo puede alguien defender la universidad pública, si nunca se benefició de ella? ¿Cómo puede un vecino no pedir “mano dura”, si el Estado no garantiza seguridad?
Por otro lado, al no haber un entrelazo por parte del Estado con las realidades más cotidianas, la distancia en el diseño de las políticas también le quita peso a la lectura de complejidad que implica la gestión pública. Esta es la puerta de entrada para propuestas simplistas como la dolarización o la eliminación de la obra pública, que en lo fáctico resultarían devastadores para la economía argentina.
Sin embargo, Milei logra una victoria electoral sin aparato territorial, sin gobernadores, senadores ni intendentes. A su vez, durante las elecciones provinciales de 2023, Milei desconoció decenas de candidatos que supuestamente se presentaban por su espacio. En Córdoba, por ejemplo, provincia donde en las PASO le ganó al propio gobernador Schiaretti, en las elecciones provinciales “los libertarios” quedaron del cuarto puesto para abajo. Esto tal vez explica a su vez el gran unipersonalismo que existe en la fuerza política que representa Milei, quien, por otro lado, de ser presidente tendría un margen demasiado escaso para gobernar.
En síntesis, el balance que puede hacerse de Milei es más de una identificación de descontento, pero que no responde a una derechización de la agenda per se. El problema no es él, sino las condiciones que posibilitan que prolifere su imagen y sobre todo su discurso. Subestimar el voto popular puesto en su representatividad, es continuar subestimando y sobre todo depositando en lo ajeno los errores propios.
Como sea, el “fenómeno Milei” ha puesto a discutir de base el modelo político, económico, incluso social y cultural de Argentina, algo que ya habían traído fenómenos como la pandemia. Por eso, de nuevo, la crisis, ya sea de representatividad o de cualquier tinte, invita a reinventar iniciativas que atiendan (con urgencia) el sufrimiento del pueblo argentino.
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