La de ayer fue una jornada larga. Desde temprano, los principales medios de comunicación ponen el foco en la movilización de la Unidad Piquetera hacia Plaza de Mayo. El gobierno nacional monta un show en las estaciones de trenes con carteles luminosos amenazando a quienes protestan en las calles y la Policía Federal requisa pasajeros en los colectivos, les pide documentos e incluso les filma los rostros. A algunas personas las indentifican como “piqueteros” y la hacen bajar para que vuelvan a sus casas.

La movilización, que prometía convocar unas 50 mil personas, terminó siendo de menos de 20 mil, pero se hizo igual. Al final, las calles terminaron cortadas por el propio mega operativo del “protocolo anti piquetes” que era monitorado por Patricia Bullrich, Sandra Pettovello y el propio Javier Milei, desde la central de la PFA.

Pero el gobierno no es iluso. Por un lado, el montaje de un virtual estado de sitio en el micro centro porteño sirve como termómetro para tantear límites, como una especie de experimento social y de control político de los cuerpos. La invasión de fuerzas federales sobre una jurisdicción no correspondida, no es gustosa ni para el propio Diego Kravetz, encargado de la Policía de la Ciudad, que siente que le copan la ciudad. Pero por otro lado, lo más importante del día, en sí, no está en lo que sucede en la movilización.

Para el día anterior, el martes, estaba confirmado que Javier Milei hablaría por cadena nacional en la mañana, antes de la movilización, anunciando una serie de medidas para reformar el estado tal y desregular la economía.

Cabe remarcar que la Unidad Piquetera no había convocado per se debido a los anuncios, sino en conmemoración a 22 años del 19 y 20 de diciembre de 2001, recordando las 39 víctimas de la represión policial del Gobierno de De La Rúa, aunque sí había una coherencia planteada respecto a movilizar en un contexto de ajuste y represión que ya estaba sucendiendo desde antes, repudiándolo. Además, tampoco estaban presentes organizaciones como la UTEP o el Evita, que también se han vuelto tan masivas como el Polo Obrero y el MTR.

A pesar de que Javier Milei no se iba a enfrentar en la calle a una movilización de un Frente Piquetero Nacional, que ha llegado a concentrar hasta 100 mil personas en la Capital Federal, decidió posponer el horario de la conferencia.

El camino de la reconstrucción...

A las 21 empieza la cadena nacional. Todo el gabinete está presente en el montaje del Salón Blanco de Casa Rosada. Allí Milei anuncia 30 puntos de los Decretos que modifican un total de 300 leyes y que implican, básicamente: privatización de empresas estatales, reforma laboral, derogación de la Ley de Tierras, derogación de Ley de Compre Nacional, derogación de la ley de promoción industrial, aprobación de las Sociedades Anónimas en el Fútbol y derogación de la Ley de Alquileres.

“Este es solo el primer paso, en los próximos días llamaremos a sesiones extraordinarias al Congreso Nacional y enviaremos un paquete de leyes pidiéndole al congreso la colaboración en este proceso de cambio que la sociedad eligió”, explica el presidente finalizando la cadena nacional, y agrega: “Que dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo los acompañen”. Termina la transmisión.

...al 2001

No pasa mucho tiempo, tal vez sólo minutos de que habló el presidente. En una decena de barrios porteños, desde Palermo hasta Boedo, comienzan a sonar las cacerolas desde los balcones y los videos no tardan en viralizarse en las redes sociales. El hashtag #CACEROLAZO se vuelve tendencia durante la noche. Más ciudades, desde La Plata hasta Río Grande en Tierra del Fuego, se suman a repudiar los anuncios.

En poco tiempo, las cacerolas bajan a las calles y las cortan. “Milei, basura, vos sos la dictadura”, “la patria no se vende”, “paro, paro, paro, paro general” son los cánticos más recitados por los vecinos y vecinas que pasan de ser diez a ser una multitud. De manera espontánea, se encolumnan sin banderas partidarias y empiezan a marchar hasta el Congreso de la Nación.

De todos los barrios se congregan y la Plaza de los Dos Congresos se llena. La única bandera que flamea es la de Argentina. Hay también niños y niñas y abuelos y abuelas, que cantan y golpean las cacerolas. A todos les embargan el futuro.

Inicia un nuevo canto: “¡A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT!”. La organización sindical más poderosa de Argentina hace tiempo no se la ve, más que en los escritorios y grandes salones, emitiendo comunicados. Esta no es la exepción, pero al menos se pronuncia: “Rechazamos el DNU decretado por el Gobierno. Subvierte el orden republicano democrático y altera la división de poderes. Su Inconstitucionalidad es manifiesta”, manifiesta el dirigente Héctor Daer.

Pero no es suficiente. La multitud continúa cantando. “¡Paro, paro, paro, paro general!”. La convocatoria espontánea, sin banderas partidarias, repite el mismo canto que los piqueteros entonaban por la mañana en la movilización. Otro canto: “¡Qué boludo, qué boludo, ahora el protocolo, se lo meten en el culo”. No hay mega operativo, no está Bullrich, no está el comando unificado de las fuerzas, porque no hay show.
Está la calle, está el Congreso, está la gente, ¿qué hubiese sido si el presidente daba los anuncios más temprano?

El mismo día, todo sucede el mismo día, un 20 de diciembre de 2023. Movilización conmemorativa, operativo represivo y anuncios que significan la entrega directa de lo que queda del país a mercado internacional y el sector privado. El broche de oro: cacerolas. Ningún medio lo transmite, salvo C5N y los medios autogestivos y comunitarios, que están allí también siendo parte. Las redes sociales también son una herramienta poderosa si son bien utilizadas, en este caso para romper el cerco mediático.

La jornada ha sido larga, pero termina pacífica. Nadie rompe nada, nadie quema nada. Aplausos, trompetas, cacerolas, abrazos y cantos, es todo. La violencia no es entre pares, no hay enemigos, salvo los que se esconden tras los anuncios. El enemigo dice el gobierno que son las organizaciones piqueteras, los negros planeros, vagos y sucios, los de la cara tapada y que cortan calles. Pero al final del día el relato cae por su propio peso. Los únicos enemigos son los que hambrean al pueblo.

Foto de portada: Paloma Cerna/Enfant Terrible