Cuerpos travesti-trans precarizados: una bomba de tiempo que lucha por no explotar

Enfant y El Resaltador entrevistaron junto a Wikimedia Argentina a la activista por los derechos de la población travesti-trans, Lara Godoy. Las implicancias de la precarización de sus vidas y la creación de políticas públicas en defensa de sus derechos fueron los temas abordados.

Existen ciertas características que se articularon alrededor de la población travesti-trans (previo a la Ley de Identidad de Género N° 26.743), tales como el anudamiento constitutivo del exilio, la migración, la persecución/patologización de sus identidades, la clandestinidad y la prostitución/trabajo sexual.

A Lara Godoy le fue una sorpresa enterarse que los derechos constitutivos la reconocían a ella, aunque la ley no la legitimaba por no entrar dentro de los cánones de varón o mujer. “Estábamos trabajando en la ruta en Mendoza y Pía Baudracco nos cuenta de que se estaba luchando por la Ley de Identidad de Género, allá por el 2010”, comenta.

Si bien para ese entonces el matrimonio igualitario ya estaba rigiendo y los códigos contravencionales habían sido derogados, la población travesti-trans era judicializada y las causas por “vestir con ropa del sexo opuesto” continuaba en sus legajos.

“Nací en San Juan capital el 9/07/1982. Me iba a trabajar a Mendoza porque los códigos contravencionales nos perseguían por la ropa 'opuesta al sexo' y ahí se podía estar más tranquila. Diez o quince días y volvía a San Juan a encerrarme porque sino me llevaban presa”, expresa Lara.

Los primeros bosquejos de organización para intentar no caer más presas y morir olvidadas en el exilio con sus cuerpos que solo ellas reclamaban, sucedieron en los calabozos. Según cuenta una de las fundadoras de ATTTA, fue un policía quien les preguntó: “¿Qué van a hacer, su propia organización de travestis?”.

Del closet a la calle y de la calle al trabajo sexual-prostitución, ¿Se puede considerar como trabajo el intercambio de plata por sexo, cuando es la única alternativa? Para ella significó pasar de tener techo, comida y familia a patear la calle por un plato de comida. El closet es una cárcel aunque se tenga todas las comodidades materiales.

“Fui trabajadora sexual durante más de 20 años, no teniendo otra opción de laburo. No entendía nada pero lo que sí entendí era que no quería dormir más en la calle, no me quedaba otra. De pasar tener nula relación sexual a coger con cuatro o cinco tipos por día. No es que vaya a venir una a salvarte. Te dan lo que tienen a su alcance que es un lugar en la esquina”, afirma Lara.

Trabajo de golondrina

En la incipiente organización que iban gestando entre ellas para contrarrestar la violencia y la discriminación, crearon un tipo de lenguaje para comunicarse sin ser detectadas, el “carrilche”. En éste, la palabra “teje” servía como una muletilla para conjugar lo que sea necesario, más cuando se trataba de trabajo.

Lara comenta que le decían “golondrina” al ir migrando de provincia en provincia para trabajar en la ruta y el teje que se producía era para “no caer de arriba”. Las esquinas estaban representadas por travestis o trans que ya tenían años de antigüedad en el rubro.

“Era un código de respeto para pedirle permiso a la más vieja, quién te cobraba una plaza porque no tenía jubilación y ella se quedaba tranquila en su casa. Era como la jubilación de años de aporte que nunca tuvo”, comenta Lara.

Es que la democracia había vuelto pero la matriz heterosexual reforzó que si unos se educaban, comían y cuidaban de su salud, tantas otras iban a tener que morir o vivir en circunstancias clandestinas. Como refería con cierta ironía el pensador Arturo Jauretche, “cuando el drama es social, no ofende”.

Lara, como la mayoría de personas de la población travesti-trans previo a la sanción de la Ley de Identidad de Género, comprendieron que no se llega a la ‘libertad’ a través de la ley, sino que ésta es una vía para contrarrestar la violencia y la discriminación social e institucional.

“Fue cansador pero tuvo su gratificación conquistar el derecho a la identidad para que las nuevas generaciones no les toque tan duro, que la tengan un poco más fácil. Eso me llena, ¿Me agote? Si, ¿Las pasé a todas? También. La de salir a buscar comida para mí o para mis compañeras, buscar alguna en la villa porque no aparecía, pero no nos quedamos ahí mirando o quejándonos, decidimos hacer política”, recuerda Lara.

Fotografía: Azúl

Legalmente clandestinas

12 años pasaron de la aprobación de la ley 26.743 de Identidad de Género y las condiciones de vidas de la población travesti-trans continúan siendo precarias. Y, si bien se promulgaron otras leyes como la del cupo laboral trans donde se demanda que el 1% tiene que estar contratadx en planta, los requisitos de ingresos son excluyentes al exigir, por ejemplo, tener el secundario completo o no contar con causas penales.

Según el Registro Voluntario de Personas Travestis, Trans y No Binarias de la provincia de Córdoba, que indagó en los aspectos demográficos, educativos, laborales, habitacionales y de salud, el 85,6% está en condiciones de precarización laboral ya que no les descuentan aportes jubilatorios, ni para obras sociales. Por lo que ahora, además del trabajo sexual que ya venían realizando, se suma el empleo informal.

Otro dato a tener en cuenta al respecto es que los costos de vida se duplican, ya que debido a las consecuencias del estigma y las representaciones sociales alrededor de sus vidas, las inmobiliarias duplican el precio del alquiler.

“Yo desde que estoy trabajando en la fiscalía es la primera vez que puedo pagar un alquiler al costo. Antes si se enteraban que era trabajadora sexual, si el departamento salía 100 me cobraban 500, ¿Quién es el tratante ahí?”, cuestiona Lara.

La pregunta refiere a que si les aumentan el alquiler es porque las juzgan de 'explotadoras sexuales', cuando son ellas quienes se exponen al riesgo del trabajo sexual desregulado, donde se persigue al trabajador/a autónomo/a y no al cafisho o fiolo. De ahí que por más reconocimiento y legitimidad estatal, sigan bajo determinantes sociales de la salud paupérrimos.

En la misma línea, el 47,3% de las personas travestis, trans y no binarias de Córdoba reside en viviendas alquiladas y consideran que encontrar una casa para alquilar es “poco accesible” (45%) y “nada accesible” (27,3%).

Por otra parte, respecto a la cobertura médica que poseen, el 68,2% no tiene ninguna obra social ni prepaga mientras que el 20,9% dijo tener y solo el 6,1% respondió poder acceder a una mutual, prepaga o servicio de emergencia.

En cuanto al acceso a la educación el 51% declaró tener el secundario incompleto, un 30,8% con un universitario o superior incompleto y un 17,3% con el secundario completo.

Si se tiene en cuenta cada una de las variables aquí descritas, se podría explicar, en parte, porque la expectativa de vida ronda alrededor de los 40 años.

Autoría a quien le corresponda

“Pride” no es orgullo

El editor y militante peronista Pablo Garello, expresa que la democracia, es un “valor abstracto en una sociedad que convive con 60% de pobres”. Si se extrapola su cita y se suma que en ese 60% hay una porción de la sociedad que además convive entre la desigualdad natural, de clase y de género, se vuelve necesario invertir la victimización de la expectativa de vida tan bajo y preguntar: ¿Cuánto aguanta un cuerpo precarizado?

“Con todas estas cuestiones del cuerpo, la salud física y la salud mental, nuestra expectativa de vida sigue siendo de 38 años, yo ya llevó 4 años de más. El cuerpo me sigue aguantando, hasta ahora. Tengo compañeras que no les aguantó la cabeza, el peso en la mochila. Aguantara lo que tenga que aguantar, supongo. Eso sí, seguimos siendo una bomba de tiempo”, comenta Lara.

Una interrogante que también se suma, porque las problemáticas de género no están exentas de la cultura, de la economía, ni del ambiente, es: ¿Cómo interpelar a una población que pareciera que olvidó para qué servía la política?

“Con las pibas de mi edad charlamos sobre eso y que por ahí no se valora esta lucha, piensan que pueden decir 'ah tenemos ley' y listo. Hubo todo un trabajo, una militancia, una vida de lucha antes. A nosotras nos llevaban y llevan presas aun en democracia. No sé si es por mi edad o que onda pero me hace chocar con estás cuestiones porque a mí me llevó toda una vida”, concluye Lara.

Fotografía de portada: Azúl Irioste

Agustina, me dicen Chora. Profesora y licenciada en psicología (UNC). Escribo y después veo que onda.

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