El “Primer Malón” y la rebeldía pacífica envagonada

Hace 77 años atrás se desarrolló el reclamo indígena más importante del siglo XX. 174 comuneros originarios del norte del país decidieron unir fuerzas y llevar adelante el “Primer Malón de la Paz” en 1946. Del balcón de la Casa Rosada al secuestro y envagonamiento hacia la Puna. De marchar junto al Ejército a ser reprimidos por la Marina. Esta primera gesta desbordaría los límites del incipiente movimiento nacional y popular, a la vez que marcaría un antes y un después en cuatro generaciones indígenas que hoy en día, al igual que sus abuelos, mantienen viva la llama del Malón.

El “Primer Malón de la Paz” fue el primer gran reclamo indígena del siglo XXI, debido a la histórica unidad de cientos de aborígenes de distintas comunidades y pueblos nación frente a un reclamo dirigido al entonces presidente Juan Domingo Perón, como así también por la inédita y gran visibilidad que la demanda logró en sectores de trabajadores campesinos y urbanos.

Un despertar transversal

A mediados de la década del 40', numerosas comunidades indígenas de Jujuy y Salta se vieron interpeladas por la creciente figura pública de Perón, quien se había ganado la legitimidad de grandes mayorías de trabajadores a nivel federal, por la exitosa gestión sobre las demandas obreras desde su cargo como secretario del Departamento del Trabajo, durante el gobierno de facto encabezado por Pedro Farrel.

Corría el año 1946 y por primera vez en mucho tiempo, kollas, tobas, qom, omaguacas y diversos pueblos originarios del norte argentino escuchaban a un candidato a la presidencia manifestarse por la expropiación de tierras a favor de quienes la trabajasen, lo que les generó un sentimiento de ilusión con respecto a su histórica demanda de restitución y titularización de sus territorios.

Los avances institucionales del Consejo Agrario Nacional (CAN) a fines de 1945, donde se prometía la expropiación de territorios puneños a favor de las comunidades y la posible llegada -en junio de 1946- de un gobierno que afirmaba a viva voz la realización de una reforma agraria, generaron el caldo de cultivo para la unión de fuerzas y reclamos de las distintas familias originarias que sufrían la constante usurpación de sus territorios ancestrales, a la vez que eran explotados por los latifundistas de la región.

Archivo General de la Nación.

Desde los 4 años de edad, numerosos indígenas eran obligados a trabajar en grandes haciendas como las del reconocido político salteño Robustiano Patrón Costas (ex gobernador de Salta, ex senador nacional conservador y Presidente interino de Argentina), quien constituyó -expropiación de tierras originarias mediante- el Ingenio San Martín de Tabacal en el departamento de Orán. Allí, como en otras haciendas, cientos de originarios eran sometidos a jornadas laborales de 16 horas con la vigilancia de la Policía local que tenía la orden de matar a quien intentara escapar.

La esclavitud impuesta al indígena trascendía las fronteras provinciales, pues en Jujuy la realidad era la misma: poco más de 30 propietarios concentraban más de la mitad del valor de las propiedades de la provincia (Paz Gustavo, 2003). Por ejemplo, en el ingenio azucarero Ledesma perteneciente a la familia Zerda-Ovejero, cientos de indígenas padecían inhumanas condiciones de trabajo.

Mover siglos de cadenas

El 15 de mayo de 1946, una columna compuesta por 174 indígenas (representantes de 65 comunidades), sale a pie desde Abra Pampa (Jujuy) a Buenos Aires, con el objetivo de reunirse con Perón y obtener la titulación de sus tierras. Acompañados por un centenar de mulas y dos carros, los comuneros comienzan a gestar el mayor reclamo indígena del siglo XX.

A la hora de definir su lucha retoman la figura del “malón”, táctica ofensiva indígena que consistía en el ataque rápido y sorpresivo frente a sus enemigos, reivindicando la identidad guerrera, pero especificando a la “paz” que caracterizaría su justo reclamo.

Con el objetivo de visibilizar y ganar apoyos frente al racismo del que siempre fueron objeto, los maloneros ingresan estratégicamente a las principales ciudades del país en distintas fechas patrias: a San Salvador de Jujuy el 25 de Mayo, a Córdoba el 20 de junio y a Rosario el 9 de julio, donde desfilaron junto al Ejército Argentino en calidad de ciudadanos argentinos y ya no como prisioneros.

A medida que recorre los principales distritos urbanos, el reclamo indígena hace mella en distintos sectores trabajadores urbanos y campesinos que le brindan un apoyo social y político, despertando el interés de los medios de comunicación y comenzando a incomodar al naciente gobierno peronista, que teme un posible desborde en la gestión de contener las demandas populares.

A medida que avanzan en su recorrido, trabajadores golondrinas, pequeños arrendatarios, peones rurales, y otras comunidades originarias le brindan un apoyo inesperado por los propios maloneros. La concentración de la tierra en Argentina era (y es) un problema que trascendía fronteras geográficas, étnicas y sectoriales.

Movilización en Pergamino. Archivo General de la Nación.

Mientras tanto, desde el Gobierno Nacional se envió al Teniente Mario Bertonasco (quien ya había actuado en la reubicación de comunidades mapuches en el sur del país) con el objetivo de articular con el Malón y también tener información de primera mano. A su vez, numerosas revistas, diarios y programas de radio exponían frente a sus audiencias el reclamo malonero, logrando una visibilidad mediática negada durante siglos.

El puerto y su eterna traición

El 3 de agosto -a más de dos meses de comenzado el largo recorrido-, los comuneros ingresaron a Buenos Aires. En plena Avenida de Mayo, entran triunfantes y la euforia pública se hace sentir. Desde los edificios tiran claveles, las radios transmiten en cadena y Perón los recibe en la Casa Rosada. Dos maloneras y un malonero suben al histórico balcón, y saludan a una vibrante multitud. Nunca antes un Presidente se había abrazado en público con integrantes de pueblos indígenas. El cielo se podía palpar. Luego del acto, el Jefe de Estado se reunió con el resto de la comitiva malonera en el Jardín de Invierno de la Casa de Gobierno.

Alojados -paradójicamente- en el conocido “Hotel de los Inmigrantes”, los maloneros serán correctamente agasajados por el gobierno y visitados por Perón, quien escucha sus reclamos y promete soluciones. El Malón entrega al gobierno un sobre labrado con sus demandas y avisa que no se irá de Buenos Aires, sin la firma que garantice la titularidad de sus tierras.

Mientras tanto, antes y durante su estadía en Buenos Aires, los congresistas oficialistas que simpatizaban con la gesta malonera, y los opositores que nunca esbozaron el más mínimo apoyo, no logran ponerse de acuerdo sobre cómo avanzar ante el reclamo indígena. Sin embargo, el apoyo popular no decaía, lo que generaba incomodidad en el gobierno.

Un funcionario recibe al malón y a Bertonasco. AGN

Si se les otorgaba las parcelas a los originarios, podría desatarse una ola masiva de reclamos indígenas y campesinos que sufrían las mismas necesidades en cuanto a la tenencia de sus tierras. En este sentido, el Teniente Bramuglia (quien se referenciaba como el "Jefe del Malón") y otros funcionarios visitan a los comuneros y los invitan a pasear por la ciudad, a viajar en subte y a realizar diversas actividades.

Lo que parecían buenas intenciones, serían parte de un plan que tendía a folclorizar el reclamo indígena frente a la sociedad urbana, y que finalizaría con la última aparición pública del Malón: a mediados de agosto y ante 40 mil personas, los comuneros son invitados a jugar un partido de reserva previo al superclásico River-Boca. Los indios, que vinieron a recuperar sus tierras ahora juegan a la pelota, parecen ya no tener tantos problemas. La banalización de sus demandas, deseada por el oficialismo, estaba hecha, pues el apoyo público hacia los indios disminuyó notablemente luego de este suceso.

Pasados los 20 días de su estadía en Buenos Aires, el ingreso de intermediarios al Hotel de Inmigrantes comienza a ser limitado. Perón no fue visto nunca más con los aborígenes, exhibiendo que las negociaciones estaban estancadas. La prensa que había visibilizado al Malón -con tintes romancistas y revictimizantes- ahora ya nada decía.

Archivo General de la Nación.

Mientras tanto, el Hotel comenzaba a ser militarizado y ningún indígena podía salir de él. A fines de agosto, el General Filomeno Velazco, Jefe de la Policía Federal (quien se negó a reprimir en la revolución peronista del 17 de octubre de 1945) y quien además era Jefe de la Alianza Libertadora Nacionalista (de tendencia filonazi) encabeza una triste y final represión, celebrada por los integrantes de la Sociedad Rural, que también temían la masificación del grito indígena.

Sin orden de desalojo ni intimación previa, tropas federales junto a brigadas de bomberos y soldados de la Marina ingresan al Hotel y secuestran violentamente a los indios, quienes posteriormente son embarcados en vagones (que habían estacionado con sigilo en las inmediaciones del hotel) y custodiados por militares hasta su forzosa llegada a la puna jujeña.

Ante el escándalo, ningún funcionario se hizo cargo del derrotero. Perón se desentendió del hecho y afirmó no estar al tanto de quién efectivamente habría dado la orden. Paradójicamente, cuando los indios eran golpeados por los marines, reclamaban por la presencia de Perón, a lo que los uniformados respondían: “la orden de reprimir viene de Presidencia”, como era lógico.

A días del hecho, el Presidente ordena la conformación de tres comisiones para investigar la represión, pero no entrevistan a ningún kolla, ni establecen responsabilidades políticas.

Condenados a repetirla

A 77 años del Primer Malón de la Paz, los y las nietas y bisnietas de aquellos históricos luchadores se encuentran llevando a cabo el Tercer Malón de la Paz (el segundo tuvo lugar en el 2006) en las provincias de Jujuy y Buenos Aires, donde han sido víctimas de feroces represiones y discriminación por parte de todos los gobiernos y las máximas autoridades judiciales del país.

Confucio, viejo pensador chino, afirmaba que “el pueblo que no conoce su historia, está condenarla a repetirla”. Entre el Primer y Tercer Malón, hubo en Argentina más de 30 gobiernos de facto y democráticos. Ninguno de ellos hizo lugar a las históricas demandas indígenas sino, más bien, abonaron a la sistemática vulneración de sus derechos humanos y derechos sobre sus ancestrales tierras.

Asimismo, gran parte de la sociedad desconoce la historia de los pueblos originarios del país, en parte porque el revisionismo histórico oficial tendió siempre a ocultarlos y criminalizarlos, y en otra parte, porque el Estado-Nación de Argentina tiene en su espíritu fundacional el imperante genocidio hacia estos históricos habitantes de Abya Yala.

Sin embargo, en los últimos años, los pueblos originarios han forjado su aparición pública y mediática a costa de luchas y conformaciones de parlamentos indígenas y asambleas intercomunidades, trayendo el eco del grito de aquellos primeros maloneros que marcaron un antes y un después en la historia indígena del último siglo.

Técnico y profesor en Comunicación Social (UNC). Periodista. Guevarista y peronista.

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