Falleció Alfredo Moffatt tras una vida y obra para una psicoterapia popular

Conocido por ser discípulo de Pichón Riviere, crear la Escuela de Psicología Social y brindar su atención en hechos históricos como las tragedias de Cromañón y Once, dedicó su vida a la construcción de un proyecto transformador en salud mental, con énfasis en lo comunitario, la identidad popular y la desmanicomialización tanto dentro como afuera del manicomio. Falleció el día de ayer a sus 89 años y lo recordamos hoy a través de su obra “Psicoterapia del Oprimido” que resiste el paso del tiempo, e incluso, la muerte.
Foto: Marisela Mengochea

“... la locura que se coloca imaginariamente en un hospicio no desaparece de la sociedad y, al negarla, se evita enfrentarla y, tal vez, elaborarla o convertirla en energía creadora”.
Alfredo Moffatt, Psicoterapia del Oprimido, 1974.

El mundo se volvió un poco más triste con la muerte de Alfredo Moffatt, fallecido este domingo a las 6:30, en el Hospital Británico de la Ciudad de Buenos Aires, luego de varios días de internación debido a una neumonía. “El Maestro” como le decían, murió sin riquezas materiales, al borde del desalojo de su vivienda, por lo que sus familiares y amigos organizaron una colecta difundida por el diario Página 12 para que pudiera pagar su alquiler.

Psicólogo sociocomunitario, psicodramatista y arquitecto (1924-2023) Moffatt plantó bandera en la disputa por una atención en salud mental que no esté ajena a las demandas de quienes sufren la exclusión, criticando incluso a las mismas ciencias como generadoras de los muros que mantiene, hasta el día de hoy, a los manicomios en pie, así como el sistema jurídico, el educativo, la Iglesia, y todos eso que llamó “el manicomio de afuera”.

Aunque mucho se puede decir sobre Moffatt, con hitos históricos como la creación de la Escuela de Psicología Social y su predilección como discípulo de Pichón Riviere, su acompañamiento en la tragedia del incendio en la República de Cromañón en 2004, o la tragedia de Once en 2012, una de sus obras más destacables es la Psicoterapia del Oprimido del año 1974, un libro publicado en momentos de mucha convulsión política, con importantes sucesos y discusiones sobre el destino del país.

Psicoterapia popular para la transformación, y viceversa

Psicoterapia del Oprimido es una importante síntesis del pensamiento y obra de Moffatt. En él plasma una posición política sobre la psicoterapia y la necesidad de que existan técnicas psicoterapéuticas desde las modalidades de vida del pueblo, que tiene su raíz en la experiencia de la Comunidad Popular de la Peña “Carlos Gardel”, en el Hospital Borda. La crítica al modelo manicomial-represivo.

Para hablar de una psicoterapia que dispute al poder imperante, Moffatt parte de una psicoterapia descolonizada, reconociendo que las teorías y técnicas, así como la constante teorización de la realidad, responden más a una visión europea-norteamericana desde la cual parten y se imparten esas mismas herramientas. Aunque, no propone sencillamente descartarlas sino “aprender a usarlo bien, sólo que desde la perspectiva opuesta, esto es desde y con el pueblo” (la negrita es del autor).

El hecho de crear nuevas herramientas sin descartar las anteriores implica para Moffatt la re-creación de insumos propios, que sean locales y partan de las realidades que habitamos en cada lugar donde se trabaja y cuida la salud mental. Esto conlleva el fortalecimiento y la reivindicación de las identidades de y con quienes se trabaja, que, como las mismas personas, son relegadas al plano de lo degradante. Así escribía Alfredo al respecto:

“Esto también hace que el 'motor' del cambio terapéutico esté más que todo en la reivindicación de justicia del pueblo marginado y, por lo tanto, sólo re interpretando las técnicas psicoterapéuticas desde las modalidades de vida de nuestro pueblo, sus valores, sus mitos, su folklore, es lo que se va a poder operar una verdadera cura respecto de nuevos criterios de salud mental e insertado en el proceso de liberación, que es la 'terapia' para la otra enfermedad, la pobreza, resultado de la explotación social y la degradación material”.

La ligadura concreta que estas palabras tienen con la experiencia de la Peña Carlos Gardel es el hábitat que encuentran en las identidades y las expresiones de Cultura Popular como el tango o lo gaucho, la religiosidad, e incluso expresiones políticas como el peronismo.

Cómo se relaciona esto con la creación de las nuevas modalidades de atención, cómo pensar a Freud en diálogo con Carlos Gardel o Martín Fierro, la “Difunta Correa” o la Virgen del Valle es la propuesta que acerca Moffatt, junto con la música, el baile, la fiesta, el teatro, la feria o la espiritualidad.

Una obra que resiste el paso del tiempo

De alguna manera decir que alguien muere también puede significar que pasa a otra forma de vida, una vida situada en quienes recuerdan y resignifican el paso de esa vida en este mundo. Eso es lo que podría pasar con Moffatt ahora que ya no está físicamente, pero al desempolvar cada vez sus aportes como profesional y como militante es como si el tiempo no pasara, porque los muros del manicomio, físico y cultural, aún no fueron derribados.

En Argentina tenemos una Ley Nacional de Salud Mental que todavía es atacada no sólo por las corporaciones psiquiátricas que ven en las prácticas de lo comunitario una amenaza, sino también por los medios de comunicación aliados a esas posturas, donde desembarcan titulares contra “la rara Ley de Salud Mental argentina que recela de la psiquiatría y la niega como ciencia médica”. Respondiendo también a estos intereses su falta de implementación, el verdadero problema.

La vida y obra de Moffatt, plasmadas en aportes como Psicopedagogía del Oprimido, hacen entender la importancia de la posición política desde adentro de las disciplinas, de las ciencias, de los hospicios, pero también fuera, ya que de esas experiencias y expresiones también se enriquecen procesos políticos de transformación, como al menos lo intenta la Ley Nacional de Salud Mental con el paradigma desmanicomializador.

Actualmente, a pesar de los aportes que tanto la Ley como “lo comunitario” convidan, existe un ninguneo por “lo científico” que en realidad esconde la tradicional forma asimétrica médico-paciente, que hoy se halla profundizada en la mercantilización de la salud, los manuales diagnósticos y la publicitación de los medicamentos, así como la automedicación para cualquier malestar. Esto, sin discutir una gran raíz del sufrimiento: las condiciones de la pobreza (así como los padecimientos que genera) y la distribución de la riqueza.

La obra de Moffatt nos demuestra concretamente cómo ocurre esa disputa, pero quién lejos del “reniegue” de la psiquiatría, al contario, propuso herramientas para pensar una Psiquiatría Popular, y más en general, otras formas de comprender, trabajar, estar y compartir con quienes necesitan atención. Y no una cuestión meramente médica, sino también social, para que la atención en salud mental no sea un eslabón más de la represión, donde mientras algunos castigan, otros “curan”.

Casi psicólogo de la Universidad Nacional de Córdoba. Escribo y reniego. A veces hago fotos pero, no soy fotógrafo.

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