Lo que no dicen los expedientes: "Fuera Porta" en la Corte Suprema
Una comitiva de 56 personas estuvo en Buenos Aires los pasados 23 y 24 de octubre con una objetivo puntual: alcanzar un petitorio al secretario de jueces de la Corte Suprema de Justicia Néstor Cafferatta, para que la causa judicial contra la empresa Porta Hnos., denunciada por ilegalidad y contaminación, avance de una vez. Enfant Terrible estuvo presente allí presenciando una jornada histórica para la lucha ambiental de Córdoba y por qué no, del país. En esta nota una breve crónica sobre algunos momentos de esos días
Llegamos a Ciudad de Buenos Aires con algunas horas de demora por el retraso del colectivo, así que hubo que ajustar cronograma. El domingo estaba tranquilo, listo para ser interrumpido por el arsenal de canciones que se venían preparando desde la Plaza Agustín Tosco, entre la espera para partir y el frío. Desde las clásicas de Gilda, Bella Ciao, la gitana de Katunga, "El Federal" de La Mona, hasta la marcha peronista y más, todas tuvieron sus versiones hablando de Porta, del barrio, la justicia, las vecinas y ésta lucha de 10 años. Sonaba una hinchada más. Y no era por Boca campeón.
La primera parada fue el Obelisco, donde justo se promocionaba la'C40 Cumbre Mundial de los Alcaldes', donde funcionarios como Horacio Rodríguez Larreta leen con cara de concreto sus discursos sobre 'sustentabilidad' y 'economía circular', tal como Juan Schiaretti tiene acostumbrada a Córdoba. Después de algunas intervenciones artísticas y fotos, se emprendió caminata hacia Plaza de Mayo. De a poco, el grupo inquieto y entusiasmado por estar pisando la capital nacional con banderas de distintos puntos de Córdoba (contra la empresa Taym y el basural de Cormecor, Cloacas Ya Para Villa El Libertador, Dique Chico, contra la autovía en Punilla, Candonga y la Campaña Plurinacional en Defensa del Agua) y la necesidad de repetir una y otra vez las canciones hasta aprenderlas, no dudó en bajarse de la vereda para ocupar media calzada de la 9 de Julio. Esa marcha de 50 personas sobre la avenida histórica no estaba prevista en el cronograma.
La columna se mantuvo hasta la histórica Plaza. Caminar sobre los pañuelos blancos era el objetivo, tal como lo hacen hace 45 años las Madres de Plaza de Mayo. En ese lugar, esos pasos se resignificarían por la lucha de otras madres. Antes de caminar, toma la palabra Rosy Montoya, histórica integrante de la lucha ambiental en Córdoba y acompañante de las Madres de barrio Ituzaingó: “Es una lucha muy importante de ellas -las de Ituzaingó- contra la contaminación con agrotóxicos en su barrio, más de 20 años donde el caso quedó cajoneado con muertes. Acá no vamos a terminar esta lucha, seguimos con las compañeras de 'Fuera Porta'”. Unas palabras más, pasa el micrófono y empieza la caminata. Banderas aún desplegadas y la de las Madres al frente, se realiza la vuelta completa alrededor del centro.
El broche de la jornada cierra frente a la Rosada, con más cantos, más banderas y más abrazos. Finalizan las actividades del día con mucho cansancio, sin distinción de edades.
“Las de VUDAS resisten todo”
Después de dormir algunas pocas horas y con cansancio acumulado, llega el segundo día y con él, el objetivo mayor de instalar y sostener desde las 8 a.m. la infraestructura hasta las 18 p.m. para el festival "Primavera Sin Porta" en Plaza Lavalle. Siempre con su puesta en escena artística y su trasfondo político, el festival en su primer momento fue para ocupar el centro de Córdoba y denunciar a la empresa, en otro, llenar de gente las calles del barrio y mostrar peso frente a sus puertas y luego, reforzar la organización comunitaria después de una pandemia. Ahora, frente a la Corte Suprema de Justicia, las vecinas llegaron con la comitiva para entregar un petitorio al secretario de fiscales Néstor Cafferatta, buscando que el Amparo Ambiental avance. “¡Sacala del cajón! ¡Sacala del cajón!”, rezaba la canción.
Comienza a armarse todo y la comitiva va llegando de a poco. Las banderas que el día anterior habían marchado, ahora colgaban sobre las vallas gigantes que custodiaban el imponente edificio. Sus puertas y ventanas estaban apuntados por los bafles del sonido, tal como se hizo durante dos años cada vez que se asistió a Tribunales Federales de Córdoba. “Che Cafferatta, escucha al barrio, antes que explote la ciudad”, era la consigna hecha estrofa, reversionada y antes dedicada a Hugo Vaca Narvaja.
La hora pautada para entregar el petitorio era a las 11 a.m. y el momento de las vecinas se iba acercando. Silvia saca el documento y hay que firmarlo. Rosa, Mari y Carmen, todas usan su puño y letra. Las cuatro que pudieron viajar, aunque "presentes" siempre hay más. Es difícil distinguir cuál es más brava. Cada una tiene su carácter, ya sea como dueña de casa, como madre, como abuela, como jubilada, como trabajadora, como militante. Un entrelazo de experiencias que las hace únicas y las potencia en ese encuentro, donde tejen sus artimañas al medio.
A Rosita le duele el brazo derecho, tiene frágil un tendón y se soba. Esas molestias del día a día también se suman al cansancio, el hartazgo y el malhumor, pero “las de VUDAS resisten todo”, dice con un tono de euforia mientras cierra el puño. De repente en la prueba de sonido ponen cuarteto. A bailar. Rosita ni lo piensa cuando es tomada de la mano por una compañera para dar unas vueltas. Pero, ¿Y el dolor? Pareciera que no está, que no hay molestia que aguante un sacudón de caderas mientras suena "El Federal", algo que resulta icónico encontrándose frente a un edificio custodiado, justamente, por ese cuerpo policial.
Se hacen las 11. Luego de firmar el petitorio entre las cuatro, llega el momento de presentarlo. Es todo un acontecimiento. Se posicionan, una sigue a la otra, Silvia adelante, Rosa, Mari y Carmen detrás, mirada seria, enfocadas en el objetivo que pareciera mucho más que un simple trámite, porque efectivamente no lo es. De repente, de nuevo se arma la columna improvisada. Cincuenta personas dispuestas a que el grito de "Fuera Porta" cale en cada ranura, en cada hueco, puerta y ventana de ese colosal palacio judicial.
Entran las vecinas por la gran puerta principal, entre vallas y unos cuantos federales. El grupo no cesa ni un segundo de cantar a los gritos, no se escuchan los pasos que hacen las cuatro para subir unos veinte escalones. Las miradas siguen igual, no se inmutan. De repente las detiene el comisario a cargo del operativo que custodia el palacio; dice que sólo pueden pasar dos. Todo se altera. “¿Cómo que dos? Si firmamos las cuatro, presentamos las cuatro”. Órdenes son órdenes, entran sólo dos. El grupo de afuera se da cuenta de la interrupción y no tarda en presionar: “¡Que pasen las vecinas!”. Comienzan a insistir, Mari, seria, habla al oficial. Carmen, casi por detrás, observa con confianza a sus compañeras. Silvia con sosiego mira y también se dirige al oficial, insistiendo por las cuatro.
En un momento, de un segundo a otro el rostro de Rosa se invadió de angustia, las arrugas de su cara se contornearon de tristeza, desde las mejillas y las comisuras de los labios hasta el seño, como si la injusticia le recorriera los poros. Llora. Junta sus manos y pide por favor, que “somos madres”, que “somos abuelas” y “vinimos hasta acá con mucho sacrificio”. Carmen levanta su mano y ubica sus dedos: cuatro. La imagen habla por si sola, o pasan todas o no pasa ninguna.
El grupo de 50 no cesa ni un segundo, algunos gritos desentonan con los cantos y suenan más fuerte. “¡Que pasen las vecinas!”. El comisario baja los brazos, se resigna, deberá consultar una vez más, no puede hacer otra cosa después de decir que no tantas veces. Se da vuelta y sube las escaleras, mientras se observan algunos funcionarios que desde adentro expresan furia en sus rostros, porque ya uno de ellos cedió. La consulta no dura mucho, el policía vuelve. Pueden pasar.
Los gritos de presión se transforman en gritos de alegría, cobran un tono festivo y toman más fuerza. Entre que las vecinas entran y salen, no cesan. Se entonan las canciones una y otra vez mientras comienza una espera sin noticias desde adentro, porque no se permite utilizar el celular, y lo que en realidad duró media hora parecieron dos. Finalmente salen, aplaudidas, pero algo nuevo traen en sus rostros, una buena noticia. Cafferatta las va a recibir en media hora, son las 12. Bajan a la calle, un abrazo colectivo las envuelve, las miradas y sonrisas que se cruzan rompen la tensión, el cansancio ni se nota.
Ahora a esperar de nuevo un poco. No hay que preparar nada, ellas lo tienen bajo control. El encuentro cara a cara con el funcionario es inminente, ya nada interrumpe la alegría. Entran de nuevo al grito de “¡Fuerza vecinas!”, con la frente en alto. Esta espera es peor, una hora sin noticias, mirando una y otra vez por la puerta a ver si salen, aunque cada segundo adentro es tiempo ganado, a eso vinieron. El recibimiento es una victoria.
Para aminorar la tensión de la espera, esta vez se recurre al arte. Una intervención que requiere de 30 personas ocupa a casi toda la comitiva, una por cada letra que deben sostener. Mientras tanto, el megáfono no se apaga ni un segundo y los gritos tampoco: “¡Fuerza vecinas!”.
La espera termina, salen las vecinas y sus rostros otra vez cantan victoria. Es histórico para ellas y para la causa, después de 10 años de ser ignoradas, engañadas y maltratadas por los funcionarios comprados y aliados de la familia Porta, más allá de lo que se habló en esa oficina, el recibimiento es clave. No son cuatro por capricho, por algo es, que si van las cuatro, pasan las cuatro, con la fuerza de cincuenta. “Adentro se escuchó todo lo que gritaban, es como que subieron con nosotras”, dice Mari contenta.
Nadie supo qué pasó exactamente adentro, qué artimañas desataron estas mujeres en esos pasillos fríos para ser recibidas, algo que intriga y que a la vez, entre el estar lejos de casa y cumplir el objetivo, eso anecdótico y detallado queda para otro momento. Momentos después, luego de comer y distender, las cuatro se ubican una al lado de la otra para dar una conferencia. Todas están agradecidas, es mutuo. Sobre el encuentro con Cafferatta, Silvia lo resumen en una frase:
“Una cosa es el expediente y otra cosa es el sentir, no se pueden poner los sentires en el expediente, eso es lo que queríamos que viera”.
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