Guillermo Folguera: “el RIGI se escribió pensando en Jujuy, Mendoza y Chubut”

Dialogamos con Guillermo Folguera, filósofo, biólogo, docente, investigador de CONICET, escritor y militante.

Guillermo Folguera es filósofo, biólogo, docente, investigador de CONICET, escritor y militante. Ha viajado por diversos rincones del país para articular, compartir y aprender como profesional con diferentes asambleas socioambientales de La Rioja, Catamarca, San Luis, San Juan, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Entre Ríos, Buenos Aires, entre otras. Comenzó a involucrarse en la organización política como defensor ambiental luego del 2001.

En un rápido repaso por su trayectoria, contó que fue a partir del 2002 cuando entró al "Grupo de Reflexión Rural". “Comencé a entender cuál era la dinámica del extractivismo, en este caso vinculado con agronegocios, con la expansión de los transgénicos. Venía de aprobarse el primer transgénico y hoy tenemos 78. Fue a partir del 2015 que me involucré con otros extractivismos como el megaminero, y todos estos años de alguna manera los planteos que hacíamos es: no se negocia con los depredadores, ni se le quiere sacar tajada”, compartió.

Hace poco publicó junto a Paula Blois su último libro, “Veneno”, una importante investigación que aborda la utilización masiva de veneno como modelo de producción en Argentina, lo cual lleva a entenderlo como política en nuestro país, según la propia definición que compartió a este medio.

Cuando tuvimos esta conversación, aún no se había votado la Ley Bases en las dos Cámaras del Congreso, pero él ya tenía claridad acerca de qué implicaría su aprobación, con especial énfasis en el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), entendido como un nuevo paso para la institucionalización del saqueo en nuestra Argentina.

A lo largo de este diálogo, repasamos qué implica este régimen y el destino que tiene; las fragmentaciones que nos atraviesan al momento de entendernos como conjunto social que convive; los procesos de organización comunitaria y territorial, y qué entiende por un concepto cada vez más recurrente en el discurso de la militancia nacional: “soberanía”.

-¿Qué opinión te merece la Ley Bases y sobre todo en relación a los temas que vos venís trabajando?

-Yo creo que todo lo que ha ido alrededor de la Ley Bases es la explicitación y la profundización de un modelo de saqueo. Se la quiere presentar como novedosa y la verdad es que tiene muchísimo que ver con la aparición, origen y consolidación del neoliberalismo en la región, y lo que significaron estos procesos de América Latina. De hecho, no llama la atención que ahora Caputo haya nombrado a uno de los Chicago Boys (en referencia a José Luis Daza) como su segundo, con lo que significó primero el proceso chileno y la expansión de otras dictaduras como la que se dió en Argentina.

Es un proyecto hecho por y para las grandes corporaciones, y los grupos financieros que piden quita de derechos laborales y achicamiento del Estado, pero no su desaparición, porque el Estado es garante de esos propios negocios, que tiene como uno de los núcleos duros el saqueo de los bienes comunes. Todo lo otro está relacionado. El sueño del Estado para las corporaciones de alguna manera es eso.

Meterse en particular en el capítulo socioambiental que es este RIGI, significa el reconocimiento de que básicamente lo escribieron estos grupos financieros vinculados con el extractivismo. Son siete u ocho grandes proyectos por región: agronegocios, forestales, megaminería, litio, hidrocarburos, inmobiliarias y pesca industrial.

El RIGI es la profundización de los negocios de todos estos sectores del saqueo, que involucra bajar impuestos, darles mejoras tributarias, quitar las pocas transferencias con respecto a los informes que tienen que presentar, poner en jaque a las legislaciones provinciales que en Mendoza o Chubut con la megaminería frenan de alguna manera el avance sobre los territorios y sus habitantes, o las discusiones en Jujuy. Creo que estas tres provincias son un epicentro. No es casualidad que hayan sucedido allí tres grandes luchas como el Chubutazo, el Jujeñazo y el Mendozinazo.

Después bueno, avanzar sobre cosas que tienen entre cejas y cejas, el patentamiento de semillas, profundizar la transgenerización de la tierra, que son problemáticas que en estos últimos años hemos intentado compartir, discutir, difundir y que muchos sectores han planteado que no era momento.

Comprender eso significa que hay un intento por profundizar el saqueo, pero que el saqueo no empezó en diciembre (en relación a victoria electoral de Milei). Muchos de los gobiernos progresistas expandieron los extractivismos, desde un lugar de convicción ideológica, desde un lugar de ingenuidad y de negocios, entendiendo al extractivismo como un fenómeno que empezó hace 500 años, pero que ésta forma particular tiene entre 25 y 30 años. 50 si se toma en cuenta la última dictadura. El RIGI termina de explicitar algo que es que la ley siempre está al lado de los poderosos.

-¿Las leyes ya no son un refugio?

-Yo creo que nunca lo fueron. Y cuando creímos que sí lo eran, fueron barreras nítidas. Cuando el pueblo de Mendoza sale a defender la ley 7722, lo que logran ahí es generar una bandera común, pero no porque la ley sirviera como refugio. La ley de humedales que nunca salió, o la ley de bosques que El Impenetrable chaqueño ve violar constantemente, o una ley de glaciares que tiene muchas excepciones.

Hay un sueño legal que hay que discutir, porque en el fondo lo que estamos viendo es una fabulosa crisis de la democracia, al menos en su fase representativa como la conocemos. No estamos pudiendo ver la magnitud porque somos parte de esas crisis, pero es tan brutal que no sólo tiene estos problemas.

El otro día chequeaba números: entre 1974 y 1975 había entre un 5% y 6% de pobreza en Argentina, que al terminar la dictadura se duplica. En el 2000, terminado el menemato y sin estallar el 2001 trepaba al 25%, y hoy estamos casi al 60%. Hay una crisis que no sólo involucra el despojo de montañas, ríos, campos, salares, mares, sino que explicita que se trata de una democracia para pocos, dejando en la pobreza a una gran mayoría de la población.

-En esta crisis de la democracia que mencionas, también existe una fragmentación de los distintos movimientos de lucha. Vos el otro día te preguntabas: “¿por qué no había manifestaciones en estos territorios (Jujuy, Mendoza, Chubut) cuando se votó al RIGI?”. ¿Por qué pensás que hay esta fragmentación?

-Siento que del otro lado los mapas son comunes y de este lado vemos fragmentos. El sistema ha sido exitoso en fragmentar y no pudimos encontrarle la vuelta. Hay excepciones, como lo que significó Jujuy, las idas y vueltas con los pueblos originarios y el saqueo que están sufriendo. Con el feminismo que cuesta integrar con el movimiento socioambiental. Después hay movimientos como el de los laburantes, que no está exento de la burocracia sindical, que en muchas partes del país hasta funcionan como fuerza de choque contra quienes protestamos. O como los trabajadores del SUBTE con el asbesto o fumigadores como Fabián Tomasi, que son la primer línea de fumigación. Esos vínculos nos cuestan y urge trabajar.

Eso en cuanto a la fragmentación entre movimientos.

Pero se están dando otras que están en auge ahora, que son las fragmentaciones etáreas, una especie de reclamo a la juventud, de por qué habían votado a Milei, cuando en el fondo todos los que tenemos contacto con los pibes sabemos lo que les cuesta imaginarse un futuro. Hay una actitud poco inteligente y el problema es un problema común, y si alguien decide votar a Milei es que realmente tiene que estar mal para ver en esa candidatura una esperanza. Bueno, ¿qué pasa ahí? ¿Qué no estamos viendo para que Milei haya llegado a ser una opción válida?

El tercer punto que me preocupa mucho y lo veo muy mal barajado, es la fragmentación geográfica y la construcción de: “acá el problema es Buenos Aires”, o “acá el problema son las grandes ciudades”. Primero que no hay salvación individual, la idea de que alguien se salva de manera aislada es tan ingenua como alguien pensándose fuera de Buenos Aires, o Buenos Aires pensándose fuera del país. Después, que lo que estamos viendo en las grandes urbes es un desastre. Yo nací en Buenos Aires hace 46 años y lo que veo es que la dieron vuelta en los últimos 25 o 30 años al ritmo del negocio inmobiliario, transformándola en una ciudad invivible, con el encarecimiento del costo de vida, la inseguridad, la degradación de las condiciones de vida, la pérdida de espacios públicos.

Pienso que hay un éxito del sistema de no comprender, inclusive yo cuando lo pienso pierdo los límites nacionales y veo a Latinoamérica como unidad política. Pero deteniéndose sólo en Argentina, tenemos un tema a trabajar y es no ver al vecino como enemigo, no aceptar ninguna de esas construcciones, pensarnos de vuelta como lo que somos, en este caso 45 millones de personas y no simplemente ciertos paraísos a costa de otros. Sólo así me parece que le vamos a encontrar la vuelta de tuerca, más aún cuando más del 90% vivimos en ciudades y no es un posibilidad que ese porcentaje de la población desaparezca. Yo cuando cuando activo y viajo a un territorio es para brindar mi total apoyo, pero también trato de traer herramientas para pensar a Buenos Aires, porque pienso que se tiene que hacer un lugar de vida, no un lugar de negocios. Un lugar donde la inequidad social sea cada vez menor.

Guillermo Folguera, filósofo, biólogo, docente, investigador de CONICET, escritor y militante popular. Foto: Dante Fernández

-¿Qué ves en los territorios que está presente como bases que nos fortalecen? Sobre todo en términos de organización, ¿qué te vas llevando de los lugares que vas habitando?

-Se me ocurren al menos tres cosas tremendamente importantes. Primero, que a pesar de las circunstancias, de todo lo que podemos decir, el movimiento socioambiental nunca ha frenado, nunca se ha apagado y nunca se ha entregado. Eso creo que tiene un valor infinito. Por supuesto que toda lucha y toda organización colectiva tiene idas y vueltas, pero en estos últimos 22 años he visto ojos que se van cansando y pieles que se van agrietando, pero están siempre.

Lo segundo tiene que ver que esas llamas que se mantuvieron siempre, en determinados momentos a escalas muy impactantes. Hablábamos de los levantamientos de Jujuy, Mendoza y Chubut… eso fue muy impactante al punto de que, insisto, el intento de Milei con el RIGI es parte de una respuesta a eso. Las comunidades están y la represión que hubo sobre todo en Chubut y Jujuy, fueron con balas y palos, pero también con procesamientos y persecuciones judiciales.

El tercer punto que me llevó a esta cuestión de "llamas que no se apagan", tiene que ver con el futuro. Estamos viviendo una crisis brutal del sistema representativo democrático, y a mí, el contraste que me pasa cuando pienso en mucha gente de los territorios, es que veo una potencialidad brutal. Cuando nos metemos con estos monstruos, entender que muy probablemente sean mayores las derrotas que las victorias, pero a la hora de pensarnos territorialmente tenemos que celebrar ese persistir de las comunidades. No es maquillaje, es el núcleo, es el corazón del sistema.

-Respecto a “Veneno”, te quería preguntar si podías hacer un pequeño resumen de qué se trata y preguntarte si hay algo que cambió en vos en ese proceso, que entiendo llevó mucho tiempo.

-Al libro lo decidimos escribir con Pau (Paula Blois) por dos o tres motivos. Uno, porque veníamos con una experiencia relativamente grande con agronegocios. Habíamos arrancado en 2002 con el grupo de Reflexión Rural y Paula Blois era una compañera que había arrancado unos años antes, a partir del estudio de la denuncia de Andrés Carrasco sobre el desarrollo del glifosato. Nos conocimos en una actividad contra Monsanto, por lo cual fue un poco el signo del encuentro, y luego ella me entrevistó para su tesis doctoral sobre ese tema. Cuando dijimos "escribamos esto", fue pensando en recuperar estos años, que seguro que tenemos mucho para decir.

Entre las cosas que tenemos para decir, es que los venenos no son un químico aislado, una forma particular esporádica, sino que el veneno que se usa de manera sistemática, aséptica, burocrática y protocolar. Lo que hace en primer lugar es moldear un política pública, por lo cual el veneno es un problema básicamente político. ¿Y qué significa pensar al veneno como política? Por lo pronto entender que puede ser de otro modo, que es un tema clave, porque a veces hemos participado de debates donde incluso compañeros y compañeras te dicen ‘es inevitable producir sin veneno’. Y la verdad que inevitable no es, la producción con venenos es muy reciente, tiene un puñado de décadas en Argentina y en el mundo.

Segundo, que cualquier política que se discuta tiene que involucrar a un sector beneficiado y a un perjudicado, ¿y quienes son los beneficiados cuando pienso en la producción del agronegocio con veneno? Tienen nombre y apellido, es la Sociedad Rural, Bayer-Monsanto, Syngenta, Cargill, Bioceres, los grupos financieros: Blackrock, JP Morgan, Banco ICBC, Deutsche Bank, y algunos grandes terratenientes extranjeros. Después darle una espacialidad y qué significa pensarlo desde acá, desde Argentina.

¿Qué cambié en estos años? Unas de las cosas que entendí después del 2015 es que todos los extractivismos son muy parecidos, que tienen algunas diferencias y algunas son importantes de entender. Por ejemplo, a veces para plantear alternativas con la megaminería, con esto de qué pasaría si lo hace una empresa argentina, y después te vas a Bioceres, que es una empresa con DNI argentino y podría ser el sueño del otro modelo, que ahí lo ves produciendo con la Universidad Nacional del Litoral y CONICET, generando un trigo que nunca se había generado y ahí decís “¡Argentina, Argentina!”. Pero claro, cuando ves después lo que generó el Trigo HB4 es sólo más desastre.

Después, saber que es tan grande la crisis y el despojo, que si bien la necesidad es urgente, no hay soluciones inmediatas. Es muy doloroso eso, porque nos encantaría que hubiera atajos. No hay atajos. Yo desconfío de las soluciones, de alguien que me diga “es por acá”, por un montón de motivos, porque el problema es complejo, porque las soluciones tienen que tener aristas locales, porque la solución se va a dar a través de una construcción política y no en un conjunto de páginas de un libro. Esa cuestión del tiempo, necesitamos tiempo para construir, es otra de las claves que me dió el libro, la escritura, pero también los años.

-Se viene resaltando la palabra “soberanía”, por ejemplo, en la propuesta de nacionalización del litio, como forma de entenderlo como recurso estratégico y de su industrialización, ¿qué lectura haces de esa palabra? ¿Qué es para vos la soberanía? 

-El uso más frecuente que he visto de la palabra soberanía es pensar al Estado como un socio de las corporaciones para sacar tajada y un extractivismo que tiene los mismos signos que cualquier depredación. Por ahí hay casos que no responden a eso, pero sí pienso cómo se usaba la palabra soberanía para justificar el offshore. Cuesta mucho pensar cuál es la soberanía de un mar entregado a Equinor o a Shell, ¿cuál es? ¿Que YPF va a tener su propia extracción, o que va a tener su ganancia económica? Yo no sé si eso tiene que ver con soberanía. El proyecto de generar celdas de baterías que firmó acuerdos Santiago del Estero y la Universidad Nacional de la Plata, es un proyecto de saqueo, que además se hace en nombre del bien común, lo cual yo creo que es doblemente doloroso con universidades públicas.

Una vez le pregunté a Roberto Salvarezza (ex ministro de Ciencia y Tecnología), en una reunión en Puerto Madryn, si no le preocupaba que esté involucrado YPF en algo que más o menos se calcula, dos o tres décadas para destruir la Puna, porque literalmente la están secando. La respuesta de Salvarezza no solamente no me tranquilizó, sino que me preocupó doblemente, porque me respondió diciéndome que no me preocupe, que están trabajando en eso y que están buscando técnicas alternativas. Eso me lo podía responder Aracre de Syngenta cuando hice la investigación para Veneno, pero no un funcionario público que sabe mucho mejor que yo que la extracción de litio se basa en evaporación y que la evaporación en un lugar donde no llueve, implica que no pueda haber en el futuro comunidades locales, animales, diferentes mamíferos, cultivos.

Cuando vas a la Puna el saqueo se ve, se siente, las comunidades nunca tienen beneficios. En Antofagasta de la Sierra (Catamarca) la anterior vez que estuvimos, la policía pedía documentos en la calle en un pueblo mínimo, el pasto por 1 metro de altura, la escuela sin gas. Ves muchas de esas dependencias y ves los carteles publicitados de Galaxy y de Livent, y ves un Estado ausente, comunidades resquebrajadas, desiguales, que se contrastan con las 4x4. No ves un proyecto de país.

Entonces vuelvo a tu pregunta original, ¿qué me imagino con soberanía? Por lo pronto comprender que desigualdad social y destrucción ambiental son parte de la misma cosa. El sueño de la década del 60 del desarrollo del progreso, el neoliberalismo ha sabido armarle una faceta discursiva que le ha jugado a favor, que me parece que tenemos que discutir seriamente. Digo, un proyecto que beneficia a Livent, no es un proyecto que beneficia al país. Un proyecto que beneficia a Porta, a Aluar, a Bioceres, por hablar de tres empresas con DNI argentino, no es un proyecto que beneficia al país. Aluar consume la misma electricidad que consume la provincia de Córdoba… no me vengan con que eso beneficia al país.

Qué es YPF Litio, qué es YPF Agro, qué es YPF que tiene acuerdos con Shell, con Chevrón. YPF fue moldeado por y para el sector empresarial. Después me podes decir, "Milei la quiere privatizar", bueno, pero eso es lo que quiere la ultraderecha, ¿nosotros qué queremos? ¿Que YPF venda Atrazina que es un agente cancerígeno de mama? Osea, vas a ir a decirle a la familia que está destruida por los agrotóxicos “bueno tu sacrificio es fundamental para…”.

Aquí volvemos a la pregunta o comentario anterior. Yo creo que urge el vínculo entre organizaciones y movimientos para entender que la lucha es una sola. Que cuando hablamos de 60% de pobreza, de Argentina entre los 10 países más deforestados del mundo, de que San Antonio de Areco tiene en Puente Viejo veinticuatro agrotóxicos, de niveles de prevalencia de cáncer o problemas en tiroides, de que en todas las fases de exploración en el mar no tenemos ni un dato confiable respecto de lo que está produciendo, y un largo etcétera. Todo ese listado que parece que no tiene nada que ver, en el fondo estamos hablando de lo mismo: desigualdad social y destrucción ambiental.

-¿Qué te llevas de esta conversación en relación a los distintos temas que fuimos tocando y en este proceso de pensar alternativas o nuevas formas de construcción de la democracia?

-Agradezco en principio el detenernos a pensar estos temas, es necesario para ver hacia dónde vamos. Cada vez que nos detenemos, además a partir del ida y vuelta, aparecen cosas nuevas, cosas que vengo trabajando y pensando de manera incipiente, pero que además tuve experiencias de manera reciente que me dejaron preocupado, por ejemplo el tema de la fragmentación espacial.

Algo que pensaba también con una amiga es que habrá que parar, en algún momento hay que parar. Entre ese ir y ese volver, tendremos que ver cómo seguir y que en este caso pudo estar hablando alguien que está tratando de ir y volver a la vez.

Después, confío plenamente en que lo que estamos haciendo no es en vano, que vale la pena, que no sabemos porque no tenemos recetas mágicas. Que tenemos la certeza de que es momento de movernos, de abrazar, de sentir y que nada de eso va a ser accesorio. Además, que no estamos en soledad, es tanta la gente que está en ésta.

También a veces también quiero asumir que también perdemos. No le tengo miedo a perder, si nos sirve para reconocer hacia dónde debemos seguir. Tenemos que tener la capacidad de conectarnos con nuestros propios deseos y necesidades, y pensar como nos gustaría que sea este país.

Licenciado en Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba. Catamarqueño como Walter Olmos y Felipe Varela.

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