“Locademia”, escuela política y organización para putas de la calle

Para conocer cómo se organizan las putas y trabajadoras en defensa de sus derechos, y qué implica continuar ejerciendo el trabajo sexual en condiciones de clandestinidad, Enfant Terrible dialogó con Eugenia Aravena, quien fue delegada de A.M.M.AR en Córdoba, referenta de la Red por el Reconocimiento de las Trabajadoras sexuales y actual coordinadora de Locademia: escuela de formación política en defensa de los derechos del trabajo sexual. “Los sectores que más herramientas tienen están cooptados por la gilada, no la ven de acá, desde el barro. Hoy el hambre es un problema y se siguen llevando presas a las compañeras”, compartió.

Fotos: Juan Cristian Castro/Enfant Terrible

Dedicado a Maite Amaya

Para conocer cómo se organizan en defensa de sus derechos las putas y trabajadoras sexuales, y qué  implica continuar ejerciendo el trabajo sexual en condiciones de clandestinidad, Enfant Terrible entrevistó a Eugenia Aravena. Ella es trabajadora sexual, cantante, artista, ex referenta de A.M.M.AR Córdoba y de la Red por el Reconocimiento de las Trabajadoras Sexuales (RRTS). Actualmente es encargada de “Locademia: escuela política en defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales”.

A mediados de junio de este, la RRTS organizó el Encuentro Puteril en Plaza de la Intendencia (zona centro de la ciudad de Córdoba) donde presentó formalmente la escuela política para putas “Locademia”, con la intención crear una escuela de formación por y para putas, algo que Eugenia viene buscando concretar en sus más de 20 años como trabajadora sexual.

La explicación que da la herramienta puteril es la siguiente:

“Necesitamos desestructurar y humanizar la política, poder ver cuáles son nuestras necesidades reales, transformarnos primero nosotras, para transformar el afuera. Trabajar en cómo fortalecer nuestras redes, porque no estamos pidiendo limosnas, estamos reclamando derechos que nos están siendo negados y nos corresponden. Nadie quiere hablar de trabajo sexual en la mesa de domingo y los platos rotos los terminamos pagando nosotras. Por eso es una herramienta importantísima para poder encontrarnos y construir juntes”.

Lo que ofrece esta escuela de formación, es la información básica y necesaria para evitar darse con representaciones erróneas que se tienen sobre el ejercicio del trabajo sexual, así como sobre los derechos inalienables que deberían ser respetados.

En concreto, los servicios que ofrece son:
  • Taller de trabajo sexual virtual, brindado de manera gratuita.
  • Formación de trabajo sexual y feminismos: un recorrido histórico sobre las políticas públicas que han vulnerado o posibilitado el acceso a derechos.
  • Información de cómo afiliarse al monotributo social, de qué manera se realizan los aportes.
  • Ciclo de talleres de filosofía, hasta servicios de prevención primaria de la salud, con una lectura integral sobre la sexualidad.

Debido a la crisis socioeconómica, la sede ubicada en Barrio Alberdi debió cerrar sus puertas ya que no podían seguir sosteniendo el pago del alquiler. Sin embargo, se siguen dictando clases virtuales y esperan poder reorganizarse para continuar reuniéndose de manera presencial.

Todo trabajo pasa por el cuerpo

Eugenia arrancó en este oficio a sus 17 años, cuando todavía Güemes se parecía más a un arrabal que a la gentrificación que es ahora. A sus 20 años ya era la delegada de A.M.M.AR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina) en Córdoba. “Ese novio tóxico”, como le gusta llamar a la organización, es quién le salvó la vida: “nadie se quería hacer cargo de todo lo que había que hacer” recuerda al narrar cómo en ese momento era más cómodo quedarse en el “conventillero y el puterío”, que organizarse.

Para Aravena, fue una sorpresa enterarse de que no la podían llevar presa por merodeo y “exhibición” en la vía pública: “las compañeras organizadas me hicieron entender que no era una delincuente y que el enemigo no estaba entre nosotras, estaba afuera, era la policía que nos llevaba presas, nos mataban y violaban. Un enemigo claro que estaba ahí”, comenta.

Durante los tumultuosos y ajetreados 90's, en el actual Sindicato de Prensa (Cispren) estaba la sede de la C.T.A. (Central de Trabajadores y Trabajadoras de Argentina) junto con la de A.M.M.AR. Lo que se discutía allí, era la posible sindicalización, el reconocimiento de que lo suyo era un trabajo y por ende tenían derechos -como cualquier trabajador- de acceso a vacaciones, obra social y aportes para, en un futuro, poder jubilarse. Hoy, 30 años después, Eugenia reflexiona: “No puedo creer que esté tan grande y siga hablando de lo mismo, ¿por qué vas a trabajar vos? ¿Por placer? Nadie trabaja por placer. Acá también se trabaja por una necesidad económica, entonces: ¿por qué se nos sigue negando el derecho al trabajo?”.

Ante la desidia expresa por Eugenia, es que junto con la militante anarquista y travesti Maite Amaya, quien fue su gran amiga que recuerda con cariño, arman un manifiesto y con ello, una alternativa autónoma: primero, tenían que pelear por la descriminalización del oficio, porque sin ese piso no había acuerdo alguno. Luego, reclamar al Estado que intervenga con programas de contención que solucione las necesidades actuales y pre existentes:

“Hay compañeras en la calle que no saben leer ni escribir, que necesitan contención, oportunidades y herramientas que otras y otros podrían construir, pero no les pinta luchar por nuestros derechos. Los sectores que más herramientas tienen están cooptados por la gilada, no la ven de acá, desde el barro. Hoy el hambre es un problema y se siguen llevando presas a las compañeras. Falta muchísimo para que sea reconocido como un trabajo y tener jubilación, obra social, etcétera”.

Junto con la elaboración de esa tercera vía, en el 2012 se reúnen en el Museo de Antropología para crear la RRTS, una herramienta política creada con el eje transversal en pelear por la autonomía de la lucha por el reconocimiento del trabajo sexual. El título de un encuentro que se llevó adelante en el 2018 expresa la tercera vía: “Ni abolicionismo, ni regulacionismo, otros debates son posibles”.

“No es todo lo mismo” y otro debate es posible

¿Qué cuerpos y subjetividades tienen acceso a derechos inalienables como salud, educación y trabajo? ¿Por qué todavía existe el peso moral estigmatizante sobre el trabajo sexual? ¿Qué lectura tienen las legislaciones públicas anti trata sobre el trabajo sexual en la actualidad?

Si bien el Código de Faltas fue derogado en el año 2012 y reemplazado por el actual Código de Buena Convivencia en 2016, en la práctica el trabajo sexual es considerado un delito. En términos de normativas, hasta la misma ley 26.364 de Prevención y Sanción de la Trata de Personas terminó siendo perjudicial para quienes trabajan de manera autónoma, porque no se persigue a quienes manejan “las whiskerías, bulos, privados”, sino a quienes están en las esquinas.

“¿Quiénes son los que mantienen el negocio que nos empuja cada vez más a la clandestinidad? Si lo que debiera de buscar la justicia en realidad es la explotación laboral por medio de la trata de personas. Es irónico, y hasta absurdo, pensar que alguien que decide ofrecer un servicio a cambio de una remuneración económica decida explotar su cuerpo laboralmente. De ser así, ¿no es acaso lo que el sistema hace con cualquier empleado?”, se pregunta Eugenia y reflexiona.

El empuje a la clandestinidad del trabajo sexual, es lo que profundiza la vulnerabilidad y hace que se esté en la lona: “lo que no hace el Estado abolicionista para con la trata, que sí hace para con las putas, es criminalizar nuestro derecho a trabajar, en lugar de juzgar a quienes de verdad se encuentran en lo que se llama 'crimen organizado' -que contribuye al ingreso de capitales no regulados- causando la corrupción de todo un sistema”.

“Para mí es re importante remarcar que no es igual al trabajo sexual, porque con las políticas anti trata es que se impulsaron las políticas anti trabajo sexual”.

Lo que espera Eugenia para el futuro es saldar discusiones que, en lugar de construir de manera colectiva, llevan a la segregación de grupos y a la despolitización de nuestras subjetividades, porque hoy “estamos a la prehistoria del trabajo sexual”, dice. “Espero que en cincuenta años esté asumida la identidad, una identidad que fue bastardeada, humillada, pero que ahora en el mainstream cultural todo es: ‘puta puta puta’. Andá a decir que eras puta hace 20 años, parada frente a un policía, defendiendo los derechos de las compañeras. Creo que estamos transformando la historia y vamos a ser una trabajadora más con la posibilidad de hacer otra cosa, si así lo deseamos”, concluye.

Agustina, me dicen Chora. Profe de psicologia, pronta licenciada. Escribo y soy mi propia empleada cocinando.

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