Centro Pueblo, o cómo construir salud integral para la población LGBTIQ+

Centro Pueblo es un espacio comunitario de promoción y acompañamiento de la salud integral para la comunidad LGBTIQ+ ubicado en la Avenida General Paz 346. Un espacio que tiene como eje central “la atención en salud integral con perspectiva de reducción de daños en consumos problemático de sustancias”. ¿Cómo organizar un espacio dónde se pone en juego el cuidado? ¿Cómo se construyen políticas en un espacio comunitario como Centro Pueblo? Para contestar estas preguntas dialogamos con la referenta Nadhia Molina.
Foto Enfant Terrible

No importa tanto quién lanzó la primera piedra, piña o carterazo en aquel bar de Stonewall en 1969, sino más bien preguntarnos: ¿qué pasó desde aquel 28 de junio hasta la actualidad? ¿Qué significó habernos agrupado por la defensa de nuestros derechos? Los cambios de paradigma son algo más que una efemérides en un calendario.

El orgullo nos atraviesa al querer ocupar los espacios que nos fueron negados y se nos siguen negando. En este sentido, la activista por los derechos de la población travesti-trans, Daiana Sacayán afirmaba en su momento: “Nosotras podemos producir más que placer a cambio de dinero. Nosotras podemos producir discursos, podemos producir políticas públicas”.

Pero producir políticas públicas como parte de la agenda política de la población LGBTIQ+ no es sencillo, se requieren tiempos de discusión y negociaciones con actores estatales en un contexto de crisis política, cultural y económica, donde cualquier cosa pareciera ser más urgente que el cuidado de nuestra salud, cada vez más atravesada por el consumo problemático de sustancias, barreras en el acceso a la educación o al trabajo. En definitiva, tener una vida digna.

De Stonewall a Centro Pueblo: derechos y organización

¿Cómo organizar un espacio dónde se ponen en juego los cuidados? ¿Qué significa ser referente y defensora de la agenda por los derechos de la población LGBTIQ+? ¿Cómo se construyen políticas públicas en un espacio comunitario y en vínculo con el Estado?

La complejidad comprender cómo se constituye un espacio comunitario está en que el equipo debe diversificar estrategias para atender demandas específicas: personas en situación de calle, violencias de géneros, deserción del sistema educativo o laboral, tratos discriminatorios en hospitales públicos a personas de la población travesti-trans.

Para conocer más de cerca estos abordajes desde Enfant Terrible nos contactamos con Centro Pueblo, un espacio comunitario de promoción y acompañamiento de la salud integral para la comunidad LGBTIQ+ que tiene su sede en la Avenida General Paz 346, cuyo eje es “la atención en salud integral con una perspectiva de reducción de daños en consumos problemático de sustancias”.

Nadhia Molina es referenta de Centro Pueblo. De 41 años, trans femenina, cordobesa, militante y activista, ella se describe a sí misma como: “una persona con ganas de tratar de aportar lo que se pueda para cambiar un poquito la historia. Hice simplemente lo que aprendí, a multiplicar información, abrir puertas y dar las oportunidades que nunca tuvimos”.

“Yo no vengo de la academia, vengo de la militancia en las calles, de ser trabajadora sexual, de renegar con la policía para que no nos robaran o nos maltrataran. Vengo de la defensa por los derechos para el cuidado de las personas con VIH y la construcción del matrimonio igualitario. Soy hija de la Ley de Identidad de Género y activista de aquello que conforma la agenda del colectivo (…). Era necesario que ocurra un cambio de paradigma para que se entienda que no somos vulnerables, es el sistema que nos vulnera y haber conocido lo que significa ser una persona sujeta de derechos, es fundamental para nuestras vidas”.

En principio, Nadhia cuenta que Centro Pueblo nació dos semanas antes de entrar en confinamiento por la pandemia del Covid-19, comenzando con trabajo asistencial como organización, realizando dispositivos de salud con psicólogos, infectólogos, vacunaciones y asistencia alimentaria. Al poner un comedor para personas en situación de calle se encontraron con una gran demanda de alimentación: “fue un desafío porque no les pudimos dar de comer más pero nos las rebuscamos para continuar repartiendo viandas”.

De esta manera, Centro Pueblo quedó conformado como dispositivo de salud, con un área de educación, otra de cultura y otra de prensa difusión: “De a poco vamos creciendo y haciendo el abordaje según las demandas porque llegan pidiendo contención por consumo problemático y te das cuenta que no es sólo eso, sino que atraviesan situaciones de abandono por parte de las instituciones” agrega Nadhia.

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-¿Con qué situaciones se encontraron durante la pandemia en relación al consumo problemático de sustancias?

-Principalmente mucha gente sola y no contenida. El equipo que pudimos armar en su momento contaba con un grupo de psicólogues y eso nos ayudó muchísimo a la real atención de los diferentes casos que empezaban a transitar el espacio. Podíamos contestar a las demandas pero necesitábamos de un equipo interdisciplinario para que esa persona pudiera tener una atención digna, según sus condiciones económicas y de salud mental.

Las problemáticas son varias y el dispositivo está pensado desde la salud integral, siendo educación, cultura y trabajo nuestros ejes. La gente viene, se asesora, la ayudamos, pero estos espacios sociocomunitarios son trincheras donde nosotras claramente vemos las formas de hacer un abordaje correcto para dar respuesta a la desidia por parte del Estado.

-¿Cuáles son los días que se pueden ingresar a las diferentes áreas del Centro?

-Los martes de 15:00 a 18:00 estamos el equipo en el local. Los jueves de 17:30 a 20:30 se desarrolla el comedor, donde cuatro compañeras y dos compañeros están a cargo de la elaboración de las comidas. El año pasado hicimos una evaluación en la zona y nos dimos cuenta que los jueves eran los días que las otras organizaciones no repartían viandas. Actualmente esa demanda creció, al punto de que antes entregábamos 40 viandas y ahora 60.

Por último, tenemos el espacio cultural que se dedica a los eventos y actividades específicas. Ahora estamos con la organización de una “pre gala”, buscando hacer catarsis por medio del arte porque hace poco falleció una compañera, Alejandra, quien se incorporó al espacio y estábamos coordinando un proyecto para un microemprendimiento de peluquería comunitaria. Además, articulamos con el Archivo de la Memoria Trans, gracias a la compañera María Belén Correa, quien está a cargo del archivo.

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-¿Cómo piensan las políticas públicas para el abordaje de reducción de daños para consumo de sustancias?

-Tenemos mesa de negociaciones y estamos participando activamente en la Mesa Interministerial de Derechos Humanos en conjunto con el sector privado, en el armado de un proyecto similar a CONTRATATRANS, pero con una mirada más local. Son las herramientas que te exige el sistema, pero esperamos tener pronta respuesta con la equidad e inclusión real del cupo laboral, aunque las negociaciones están siendo hostiles. Aún siendo precarias las condiciones, muchas compañeras pudieron acceder a un trabajo formal.

Con el equipo venimos elaborando informes y haciendo jornadas a nivel provincial, haciendo incidencia en lo que sigue faltando en el sistema, no porque no lo tengan, sino porque obstaculizan el acceso. Es el trabajo de hacer incidencia y negociar para agilizar las demandas. Sabiendo que el Estado para cada persona tiene un presupuesto y, ¿por qué si somos un presupuesto, a algunos les llega y a otros no?

Lamentablemente se nos muere la gente abandonada, compañeres que atraviesan situaciones económicas horribles, más allá de la violencia simbólica que se vive día a día, pero desde ahí buscamos la construcción de herramientas válidas, en donde, si se dan las negociaciones, nos tendrán tranquilas y contentas y si no se dan, nos tendrán malhumoradas y enojadas, porque el presupuesto no está siendo destinado a las demandas que presentamos. No podemos permitir que alguien en situación de calle con un problema de consumo de sustancias vaya al Ministerio de Desarrollo Social y la respuesta sea darle un bolsón de comida y una colcha. Sirve, pero no aborda la situación en su conjunto porque esas personas siguen en la calle.

-Garantizar el derecho a la educación y elegir de qué queremos trabajar, es un punto de partida para que el trabajo sexual no sea la única opción que tengamos como población, ¿podría pensarse esto como una política de reducción de daños ante la clandestinidad y la desidia estatal?

Acceder a espacios educativos es una gran necesidad, pero no solamente acceder, también poder finalizar y que esas herramientas les sirva para la vida, con otra perspectiva. Sabiendo que la pobreza y la exclusión siempre te llevan a lo mismo, la educación también te permite entender que hay otras opciones posibles. No tiene que ver si querés ejercer el trabajo sexual o no, yo vengo de ahí, pero cuando comencé a militar y transitar espacios, entendí que es fundamental que nosotres también estemos ocupando esos lugares.

Siempre digo que todo bárbaro y bonito pero si no está regulado, nos vamos a quedar en programas y pruebas pilotos, sin embargo el Estado, en ese sentido, es su propio esclavo de las violaciones sistemáticas de los derechos fundamentales de las personas que él mismo legitima.

Agustina, me dicen Chora. Profe de psicologia, pronta licenciada. Escribo y soy mi propia empleada cocinando.

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