Adolescencias trans: descentralizar la mirada patologizante

Quienes optamos por otras maneras de habitar las sexualidades y los géneros por fuera del binarismo “hombre - mujer” cis-heterosexual sabemos que existe un recurrente intento de normalizar nuestros comportamientos, por no “ser” lo que las normas sociales y culturales esperan. Sin embargo poco se problematiza de las necesidades reales que reclamamos para llevar una vida digna vivible y mucho menos qué sucede con las adolescencias que se encuentran en proceso de transición.

Lo tuyo no es fobia, de ser así, quiero que nos tengas miedo.

(Traviana en proceso)

Foto: Juan C. Castro

¿Cómo impactan en el cuerpo los sentidos que producen las palabras cuando estamos construyendo y explorando la realidad cotidiana que se expande durante la adolescencia? ¿Cómo se construyen esas subjetividades qué “no encajan” en lo que las normas sociales y culturales pretenden?

Quienes optamos por otras maneras de habitar las sexualidades y los géneros por fuera del binarismo “hombre - mujer” cis-heterosexual sabemos que existe un intento recurrente de normalizar y binarizar nuestros comportamientos, por no “ser” lo que las normas sociales y culturales esperan. Sin embargo poco se problematiza de las necesidades reales que reclamamos para llevar una vida digna vivible y mucho menos qué sucede con las adolescencias que se encuentran en proceso de transición.

Históricamente el campo de las ciencias médico-psico-jurídicas, se encargó de significar cuerpos con diferentes métodos de estandarización como test psicológicos, manuales diagnósticos o normativas legales. Con la intención de regular y controlar a quiénes por abyección en primera instancia y luego por resignificación, decidieron no adaptarse, siendo criminalizades , perseguides y categorizades, como ‘desviados, perversos o enfermos’.

Escuchamos, leemos y consumimos contenido de cómo los avances científicos, permitieron erradicar del DSM-V o el CIE-10 las categorías de homosexualidad, bisexualidad y transgéneros, como patologías a ser tratadas pero, ¿qué tan erradicados fueron tales indicadores clínicos cuando se siguen organizando cursos como los que dicta el Consejo de Médicos de Córdoba donde uno de sus módulos es “Disforia de género y Adolescencias: patologías frecuentes y otras”?

Otro ejemplo, es el ocurrido semanas atrás, donde la periodista Claudia Peiro, publicó una nota con cierta sorna y preocupación porque madres, en su mayoría, estaban consternadas de que sus hijas, jóvenes-adolescentes, les comentaron que estaban en proceso de transición hacía una masculinidad trans. 

Los relatos, describe la autora, “parecen calcados: niñas muy femeninas, cuyo juguete y color preferidos eran la Barbie y el rosa, que de un día para el otro, en la adolescencia, a los 14, 15, 16, declaraban repentinamente “sentirse” varones. De ahí la expresión con que se designa estos casos: disforia de género de inicio rápido (DGIR)”.

En un estudio del 2018, la profesora Lisa Littman, de la  Escuela Icahn de Medicina en Monte Sinaí, de Nueva York. Crea esta categoría, descripta “como un subtipo de disforia de género”. Para ello, basó las respuestas de una encuesta en línea, de tres sitios web para padres que creían que sus hijos adolescentes, habían manifestado repentinamente síntomas de disforia de género y comenzaron a identificarse como transgénero simultáneamente con otros niños en su grupo de compañeros. Lo que la llevó a afirmar que se produce por “contagio social”.

Lo paradójico es qué, si bien en el DSM-V la disforia de género sigue siendo un instrumento de normalización para describir la representación -por demás errada-, de que el padecimiento está en haber nacido en el “cuerpo equivocado”. Es la misma Asociación Americana de Psiquiatría (A.P.S por sus siglas en inglés), que rechaza y critica la categoría diagnóstica de la “disforia de género de inicio rápido” por no cumplir con los parámetros de estandarización requeridos.

De este lado del lente

La poeta travesti, Vir del Mar, en un diálogo para Enfant Terrible con la psicóloga marica, Wala Deasis dirá que, para ella: “La disforia no está en lo masculino, ni en lo femenino per se, sino en aquello que no deseamos para nosotres”.

Por su parte el trabajador social y masculinidad trans, Ann Millet, en su libro “Cisexismo y salud: algunas ideas desde el otro lado”; describe cómo el campo de la Salud no ha hecho más que objetificar nuestros cuerpos y experiencias con prácticas intrusivas, violentas y exotizantes. “¿No se dieron cuenta de que de este lado del lente también se ve?”, se pregunta ante estas violencias, e invita a "descentralizar el enfoque de una mirada patologizante" que está puesta sobre las identidades de género y sexualidades.

Entonces, ¿por qué se sigue individualizando procesos que no dejan de ser colectivos, por más singulares que pretendan hacerlos parecer? ¿Cuáles son realmente las necesidades que tienen les jóvenes-adolescentes que están explorando las identidades de géneros y sexualidades? ¿Cómo afecta a su salud mental la posible exclusión de espacios institucionales como la familia o la escuela?

Val Catoni, no binarie (él), coordinador de juventudes y miembro de la comisión directiva de la Asociación Civil: “Casita Trans”. Comentó a Enfant Terrible que al contrario de lo que la periodista Peiró describe en su nota de Infobae las familias sí acompañan la transición de sus hijes llegando incluso a armar en conjunto un manual de Educación Sexual Integral y exploración personal.

“¿Cómo haces para buscar referentes, cuando no estamos ni en los libros? Esto nos hace sentirnos parte de la sociedad. No somos un cupo o un porcentaje como les gustan decir sobre nosotres. Hace falta poner la discusión sobre la mesa. Hace falta una E.S.I que sea transversal a la vida cotidiana, para tensionar lo que se desconoce”

Sin embargo, no todes les adolescentes que transitan por allí, cuentan con redes de contención al haber sido expulsades de sus familias o escuelas. Por lo que, según Cantoni es necesario “sacarnos la carga de la culpa, de parecer que somos un trastorno para el mundo. Una manera de hacerlo es tejiendo redes y construyendo vínculos, porque si no sucede en sus casas, ni en las escuelas ¿a dónde van a parar estos pibes?”

Winnicott, psicoanalista y médico pediatra inglés, observó durante la posguerra la importancia de un ambiente facilitador que permitiera a niñes y jóvenes adolescentes, una exploración relativamente amena de lo cotidiano. Generarlo era tan simple y tan complejo como tener garantizadas las necesidades básicas como afectos, techo, comida y educación. Sin embargo ¿qué pasa cuando tenemos que negociar nuestros cuerpos porque se ponen en riesgo estos derechos? ¿Cuándo acceder a una obra social significa que el tratamiento, será cubierto con la condición de figurar en el historial clínico con el rótulo de ‘disforia de género? ¿Quiénes son nuestras redes de contención?

“Todo el tiempo estamos reclamando nuestros derechos. Mendigando un espacio de escucha. Imagínate ser un pibi que está explorándose, la necesidad de acompañamiento se vuelve constante. Buscan así, generar espacios grupales de contención y cuidados. De lo contrario, ¿Cómo no deprimirse si no hay alguien qué te tienda la mano? Sigue existiendo un desconocimiento sobre nuestras realidades y más aún en las adolescencias", afirma Val.

Estos espacios de contención y de encuentro entre pares, permite habitar los márgenes donde la sociedad pretende ubicarnos, en espacios donde las narrativas cobran protagonismo. También permite al grupo de adolescentes, estar al tanto del reconocimiento de sus propios derechos, de la posibilidad de "vivir una vida vivible, según lo propone y dicta la Ley de Identidad de Género N° 26.743" comenta el coordinador.

Dejar de demonizar las diferencias, poniendo en común las vivencias puede ser una herramienta para desdramatizar los malestares que nos acompañan, al comprender que no deja de ser un estilo de vida, una expresión estética y política de cómo queremos ejercer esa vida digna.

Quizás sea momento de correrse de una posición adultocéntrica hetero-cis, para la reconstrucción de vínculos más integrales. De preguntar, escuchar más y patologizar menos a las juventudes trans o no hetero-cis y conocer cuáles son las problemáticas de salud mental que puedan estar atravesando, sin caer en resultados diagnósticos de que se debe a “causas relacionadas por su identidad de género y/o sexualidad”.

“A nosotres tampoco se nos preparó para esto, aunque hemos aprendido y estamos aprendiendo junto con elles a generar trincheras para resistir y continuar en la búsqueda de la construcción de un trato social digno”, concluye Val.

Agustina, me dicen Chora. Profe de psicologia, pronta licenciada. Escribo y soy mi propia empleada cocinando.

Te puede interesar

El aguante

Bancá el periodismo de base, cooperativo y autogestivo

Para hacer lo que hacemos, necesitamos gente como vos.
Asociate
Cooperativa de Trabajo Enfant Terrible Limitada.
Urquiza 1740 7A, Córdoba.