Entrevistamos al abogado y Secretario Ejecutivo del Museo Malvinas, Juan Rattenbach, quien nos invita a releer la Argentina de la posguerra como una consecuencia necesaria del conflicto en el Atlántico Sur.
A 43 años de la Guerra de Malvinas, el Reino Unido ocupa un 25% del territorio nacional. En otras palabras, tienen en su poder un cuarto del territorio del octavo país más grande del mundo.
El enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre argentinos y británicos (y mercenarios aliados) finalizó en aquél junio de 1982, pero la invasión colonialista nunca cesó, los piratas invadieron cada vez más y más tierras y aguas argentinas.
“El Reino Unido ocupa no solo las Malvinas, sino las Georgias, Sandwich del Sur y las 200 millas circundantes a cada una de estas islas”, advierte Juan Rattenbach. Si sumamos las áreas de las islas y consideramos los 370km circundantes a su tierra, la superficie total podría superar fácilmente el millón de km².
En las últimas cuatro décadas, el territorio insular y marítimo invadido ha adquirido una relevancia geopolítica mundial creciente, debido a su ubicación estratégica cercana a la Patagonia argentina, a los pasos interoceánicos del Hemisferio Sur y especialmente a la Antártida (territorios cocidiados por sus bienes comunes naturales), lo que convierte a la región en un punto clave para las potencias que buscan expandir allí su influencia. En especial a las pertenecientes a la OTAN, quienes tienen en la Isla Soledad a la base militar más significativa del Atlántico Sur.
Que estemos más cerca de que la Guerra cumpla medio siglo también nos permite analizar con más detalle qué consecuencias nos dejó, cuáles son las heridas que se traspolaron a la democracia liberal de la pos guerra y pos dictadura.
En diálogo con Enfant, Juan Rattenbach revisa la historia reciente e invita a pensar la posguerra desde la desmalvinización institucionalizada en la década del 90', donde el Estado Nación profundizó su subordinación a las lógicas del neoliberalismo anglosajón. Década a la que identifica -en gran parte- como resultado de la Guerra de Malvinas, casi como una extensión continental de la derrota peninsular. “Había que desarmar a la Argentina, esa era la orden”, agrega al respecto. También hablamos sobre la malvinización emergente a partir del año 2003, el avance actual del denominado “poder blando” del Reino Unido sobre influencers argentinos y la actual política exterior del Gobierno Nacional.
Base militar extranjera en territorio argentino.
Enfant Terrible (E.T): ¿Cuál es el impacto de la guerra de Malvinas en la Argentina que se configura en la posguerra?
Juan Rattenbach (J.R): En diciembre del 2023 cumplimos 40 años de democracia, y en esa línea de tiempo hay otra línea de tiempo paralela que nos señala ya 43 años del conflicto en el Atlántico Sur. Es importante esto porque si nosotros analizamos otros aspectos de la historia argentina vinculados a la política exterior, la economía o la defensa, e incluso aspectos como la educación y la cultura, no podemos desentenderlos de la guerra de Malvinas. El conflicto en el Atlántico Sur tiene especial impacto en la Argentina de la posguerra.
Para empezar, en términos territoriales la Argentina de la democracia, para ponerle un titulo a este periodo del 83' a la actualidad, arranca con territorio ocupado, que no es solamente son las Malvinas, sino también los espacios marítimos del Atlántico Sur, las Georgias y Sandwich del Sur y las 200 millas náuticas alrededor de cada una. Y a eso hay que sumarle un fenómeno interno muy importante que es la desmalvinización.
E.T: La desmalvinización como consecuencia de la guerra: ¿Cómo y en dónde la identificas?
J.R: Se puede desdoblar en dos ramas, la rama si se quiere estatal, vinculada con la reducción de políticas públicas vinculada con nuestros reclamos de soberanía en Malvinas y Atlántico Sur. Y por eso hablo de estos dos mecanismos: política exterior y defensa, pero también educación y cultura. Y la otra rama fundamental, el no reconocimiento, o ninguneo a nuestros veteranos de Malvinas, quienes fueron a pelear en defensa de nuestra soberanía en 1982.
E.T: En ese sentido: ¿Cómo influye la desmalvinización en la década de los 90?
J.R: Justamente lo que estamos proponiendo es una reinterpretación de la década del 90. Es decir, no es lo mismo analizar la política económica de esa década como una mera traición al pueblo argentino, de un programa electoral en 1989, a entender a la economía argentina de la década del 90 como un fenómeno de la posguerra de Malvinas. Y entender esa crisis del 2001 como una secuela de mediano plazo de la guerra de Malvinas.
J.R: Digo esto porque no existe en el mundo un país que esté aislado. Ni siquiera Corea del Norte, por dar un ejemplo. Argentina nunca estuvo aislada y siempre mantuvo vínculos económicos, comerciales, de inversión extranjera, financieros, con los demás países del mundo. Al momento en el que Argentina se enfrenta militarmente con Gran Bretaña, las potencias occidentales, agravado por el desarme del bloque soviético, ven con recelo a nuestro país.
E.T: ¿Y en qué se fundó ese recelo?
J.R: Se funda en enfrentar a Gran Bretaña. Y eso impactó, sobre todo, en todo lo que fue la política económica de los 90. Había que desarmar a la Argentina, esa era la orden. Después de la guerra, el país se quedó sin política de defensa, con una política exterior con mucha menos autonomía, por no decir sin autonomía. El avance de la desindustrialización a un punto casi de difícil de rearmado, el debilitamiento de las fuerzas sindicales, etcétera.
E.T: ¿Fue como una continuación del ataque de Malvinas pero sobre el continente?
J.R: Sobre el continente, claro. Por eso ves el impacto en Fabricaciones Militares, en la fábrica de aviones, en la suspensión del proyecto del misil Cóndor, en la cuestión vinculada también con las políticas de energía nuclear en la Argentina. La prohibición, por ejemplo, de que Argentina sea sustentable en la minería de uranio. Lo eliminación de la Marina Mercante, la privatización de nuestra Aerolínea de bandera.
Si uno va sumando estas decisiones, pero a eso lo conecta con lo que fue la guerra de Malvinas, tiene mucho más sentido. Porque la Marina Mercante participó durante el conflicto, Aerolíneas Argentinas llegó a Malvinas. Y Fabricaciones Militares fueron los que provisionaron de armamento a los soldados argentinos. Y así sucesivamente.
E.T: Si bien me salteo un tiempo considerable que podemos analizar más adelante, ¿Qué relación ves en la política exterior de Menem con la de Macri y Milei?
J.R: Bueno, mi impresión contra la política exterior es que, lamentablemente, al igual que la de Macri, se ha hecho un giro de 180 grados. Solo que tiene un agravante que tiene que ver con la totalidad de la política exterior argentina. Se han generado quiebres rompiendo posicionamientos tradicionales de la política exterior, pero dentro de Malvinas lo que veo es una recreación de lo que fue la política expresada en el famoso acuerdo Foradori-Duncan de septiembre de 2016.
El Estado argentino se va a acoplar con la ocupación británica, sobre todo en los recursos naturales en el Atlántico Sur. Porque siempre la gran discusión es pesca, vuelos y comunicaciones, y habrá que ver si eso tiene algún impacto o no en las políticas de hidrocarburos y de energía de la actual gestión. Eso está por verse.
La Reina Isabel y Carlos Menem.
Malvinización y desmalvinización, una disputa en tiempo presente
A la desmalvinización de los 90', cristalizada en los Acuerdos de Madrid (I y II), se le puso un freno a comienzos del presente siglo, bajo la presidencia de Néstor Kirchner. Rattenbach ubica ese punto de inflexión en julio de 2003. En ese entonces, el presidente santacruceño mantuvo, en el marco de la Cumbre de Gobiernos Progresistas desarrollada en el sur de Londres, una reunión bilateral con su par inglés, Tony Blair. Fue la primera vez desde 1982 que un mandatario argentino pronunció, ante a un premier británico, la palabra “soberanía” al referirse a las Islas Malvinas.
Kirchner había prometido que Malvinas volvería a ser una política de Estado. La malvinización volvía a gestarse en la Rosada a más de dos décadas de la guerra.
El especialista entiende que la promesa se materializó en los continuos reclamos del entonces Gobierno Nacional en instituciones como la ONU, Mercosur, OEA, UNASUR y en la motivación para que los países vecinos (Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia, Venezuela, Perú, etc.), renovaran su postura en el conflicto. No fue difícil llegar a un consenso. El espíritu de la época evocaba cooperación e integracionismo latinoamericano, situación que Rattenbach identifica como estratégica y fundamental la hora de presionar al Reino Unido.
"En política interna fue clave la producción de documentales y material de Malvinas para escuelas primarias, como por ejemplo los capítulos de Zamba. El Museo Malvinas. Cuando los británicos vieron que el Estado argentino no solo no iba a negociar su posición en la política exterior, sino también en la educación y la cultura, entonces, lo primero que hizo Gran Bretaña, fue inaugurar un contramuseo en Puerto Argentino, en las Islas Malvinas, destinado para turistas. Que tiene la misma estructura que nuestro museo de acá del continente, en Buenos Aires, pero con la versión colonial británica", señala.
La respuesta no se hizo esperar. La embajada británica, a través de sus instituciones satélites, comenzó a instrumentalizar su contraofensiva con el financiamiento de viajes a Malvinas de periodistas argentinos, estudiantes universitarios -y en la actualidad- influencers a las Islas.
“Después vuelven al continente e intentan inocular, si se quiere, como si fuera un virus, esta visión británica que nos lleve a que tengamos que debatir en territorio argentino, por ejemplo, la 'autodeterminación' de los colonos británicos”, denuncia Rattenbach.
Sin embargo, el joven especialista en la causa Malvinas avizora -aún en un panorama que reconoce complejo- un crecimiento de la adhesión y el consenso nacional sobre la soberanía en las Islas:
“Recién ahora empezando a ver de a poco la cosecha de la re-malvinización. Veinte años después recién estamos viendo una cosecha, lo cual habla de lo difícil que es discutir el tema y de los tiempos que llegan. Esto no es de la noche a la mañana. Esto es, si yo lo comparo con decisiones de política tributaria o económica, más lento. Estamos viendo una cosecha de mediana duración o de largo plazo que viene gestándose, La malvinización es inevitable y trasciende a todas las identidades políticas”, concluye.
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