Democracia o dictadura: no es todo lo mismo, ni da igual quién gobierne

El lunes fue 24 de marzo, fecha que marcó una hiancia en la historia de la Nación argentina. Una herida mal cicatrizada, una marca difícil de mirar y de recordar. 49 años pasaron y el Gobierno Nacional, aunque parezca llevar al Estado por el mismo camino, fue electo de manera democrática. Un informe-ensayo sobre las consecuencias de la dictadura y los grises de la democracia.

El lunes fue 24 de marzo, una hiancia en la historia de la Nación argentina. Una herida mal cicatrizada, una marca difícil de mirar y de recordar. Parte constitutiva del principio de fin del siglo XX e inicio de un nuevo proyecto geopolítico: el neoliberalismo. Y, con ello, la creencia de que la libertad financiera es más que la suma de las partes.

El Estado argentino -como tantos otros en América Latina- fue forjado, en parte, por golpes de Estado. Seis hubo en total: 1930 - 1943 - 1955 - 1966 y 1976. Ahora, ¿Por qué el gobierno de facto de 1976 significó tanto para la memoria, incluso como para obviar muchas veces, los otros cinco? Porque fue el primero en llevar a cabo un plan sistemático de exterminio y desaparición de personas.

Para el sociólogo e historiador, Daniel Feierstein, significó la instauración de un genocidio, es decir, el intento de transformar la identidad de un pueblo a través del terror.

Varios fueron los mecanismos utilizados. Uno fue a través de la propaganda, medios afines como Clarín o Revista Gente, impugnaban mensajes del tipo “¿Sabe dónde se encuentra y qué está haciendo su hijo?”; la otra fue la persecución directa hacia la clase trabajadora, principalmente afiliados a gremios y sindicatos, estudiantes universitarios y militantes de organizaciones de base peronista, radicales o de izquierda.

La “guerra contra la subversión” fue más una consecuencia del descalabro y de la falta de escrúpulos al poseer las herramientas del Estado para generar terror físico y psicológico, que una acción directa parte del proyecto de “reorganización nacional”. Lo que sí fue parte del proyecto y que es tan primario como la persecución y desaparición de personas, fue la reorganización económica.

Categoría más, categoría menos, la dictadura no fue de la noche a la mañana, ni tampoco fue “una guerra”. Cuando el Estado está involucrado como principal interventor de políticas de ajuste y represión, es difícil que no afecte el orden social, económico y cultural del país. Sin embargo, esa parte de la sociedad que entraba en lo “cívico”, fue el sector reducido de la población: la oligarquía terrateniente y el empresariado.

La política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete”, describe en la carta abierta a la Junta Militar, Rodolfo Walsh, en 1977.

Ocho años necesitaron para llegar al resultado que no buscaban y que se les venía encima producto de una metodología de libre mercado y política represiva de desaparición de personas: la crisis económica y política.

Desindustrialización, ruptura del mercado de trabajo formal, corrida cambiaria, inflación, toma de deuda, apertura al narcotráfico de cocaína; centros clandestinos de tortura, apropiación de niños, 30.000 desaparecidos y una pregunta que late “¿Dónde están?

Es indispensable y latente comprender que el ‘¿dónde está?’ es una pregunta abierta y sostenible, continua. Contiene a los desaparecidos conmemorados y a los que con el paso del tiempo van quedando atrás, olvidados en los titulares, olvidados en la historia que llega a los libros”, se pregunta y reflexiona Bárbara Pistoia.

Clarín anuncia el nuevo gobierno de facto

A fuego y sangre

El 10 de diciembre de 1983 es considerado, por sentido común y por hecho canónico, como “el regreso de la democracia”. La misma, de entrada, arrancó con 3 problemas centrales: deuda externa, desaparecidos y la guerra de Malvinas.

Respecto a la deuda, según la doctora en derecho y ciencia sociales, María Teresa Piñero, “se quintuplicó entre 1979 y 1981”. Si al inicio de la dictadura la deuda externa ascendía a 7.800 millones de dólares, en 1983, al finalizar el gobierno militar, llegaba a 43.600 millones.

Sus consecuencias determinaron la estructura económica del país hasta 2003”, refiere la doctora.

En gran parte, esas consecuencias estuvieron supeditadas a los acuerdos que realizó Alfredo Martínez de Hoz, en su cargo como ministro de Economía, con el FMI.

La metodología -muy similar a la actual- consistía en tomar deuda, reducir al mínimo las funciones en políticas públicas, usar el Banco Central como calesita financiera y especular entre los grupos concentrados.

La oligarquía transfirió la deuda al Estado y el trabajador, por regla mayor, tuvo que hacerse cargo de pagar con un sueldo devaluado las consecuencias de un negocio fraudulento.

Se trata de un programa económico ortodoxo, inspirado en un liberalismo económico dogmático, conveniente a los intereses de los sectores agropecuario y financiero y a las multinacionales”, describe el memorándum que dio inició al tratado de libre comercio y de la toma de deuda con el FMI por 260 millones de dólares.

Las Fuerzas Federales desplegadas en las calles

Los grises de la democracia

Si para Engels y Marx la economía es la base central del materialismo histórico, es porque no hay gobierno que dure, ni milagro que resuelva las exigencias del capital, en una población diezmada por las necesidades básicas insatisfechas. Empero, la economía no lo resuelve todo.

Cuarenta y nueve años pasaron de aquella marca que continúa vigente. Las discusiones de cuántos fueron los desaparecidos es parte de la vida cotidiana. De una u otra manera, eso también es historia y produce sentido. Ahora, el Estado también tiene que aprender a hacer memoria porque, así como no todo signo de represión es sinónimo de dictadura, no todo gobierno electo de manera democrática tiene permitido desaparecer personas.

Para Feierstein, es necesario identificar cuándo y de qué manera surgen ciertos sentidos en la cultura, y usa de ejemplo el fascismo en democracia.

Yo lo identifiqué en el giro del Gobierno de Macri, hacia el año 2017, con la desaparición de Santiago Maldonado, es la aparición, por primera vez yo creo, de manera muy embrionaria pero ganando mucha fuerza rápidamente, de toda una corriente fascista en la sociedad argentina”, describe el sociólogo.

Identificar esos avatares es lo que podría permitir plantar la discusión y crear nuevos sentidos. A fin de cuentas, la historia es de quienes interpretan la realidad, no sólo de quienes la escriben o la relatan. Por eso, una de las grandes deudas que tiene el Estado para con la sociedad es contestar ¿Qué pasó con aquellos que no están ni acá, ni allá; "ni vivos, ni muertos"?

Esa deuda se debe a las complejidades que representa desclasificar y juzgar a la institución máxima del país; también porque, así como la memoria es un músculo que se ejercita, la negación y la reivindicación del genocidio también.

Entonces, lo tremendo del fascismo, es que se constituye como una aceptación del nihilismo. El fascismo crece de la mano de la desesperanza. Por eso, uno de los desafíos es ser capaces de crear utopías creíbles, esto es: imaginar que nuestra sociedad puede ser mejor. Esa es una de las mayores herramientas frente al fascismo”, reflexiona Feierstein.

El Gobierno Nacional posa a un año de haber asumido

No son todos lo mismo, ni da igual quien gobierne

El gobierno del presidente Javier Milei, si bien tiene prácticas que pueden considerarse "dictatoriales", no significa que la población esté bajo una dictadura, principalmente porque fue electo por voto popular.

De igual manera, el Gobierno Nacional utiliza las herramientas del Estado para reprimir ante sus prácticas necropolíticas. Es decir, usa la fuerza ante las posibles reacciones de la población por las deudas contraídas con el FMI; el agravamiento del mercado informal del trabajo; la saturación del sistema sanitario ante el aumento de consumo de sustancia o las muertes por causas relacionadas al VIH; el crecimiento de casos de femicidio, lesbicidio y transfemicidio; o el recorte en medicamentos y vencimiento de la moratoria en jubilados. Por lo que queda abierta la pregunta de: ¿Qué hechos deben suceder para declarar un gobierno democrático en uno de facto?

Que no se quede mi pueblo dormido

Si hay algo que no puede pasar por encima de la sociedad de este país es la violencia directa hacia el trabajador. El tiro a matar al fotógrafo Pablo Grillo, el pasado 12 de marzo, marcó un punto de inflexión y dejó en claro que la cultura argentina es por sobre todas las cosas, dignidad, organización, solidad y resistencia.

Son las condiciones históricas, políticas, sociales y culturales que la hacen una pregunta viva —en la visión más orgánica de lo vivo— y es en el afecto social (sí, afecto, no efecto) que se vincula a una causa que no alcanza con ser colectiva, sino que debe ser comunitaria para apuntar hacia lo nacional, un lazo social que moviliza resistencia y busca lograr algo más profundo, estable y justo que mera supervivencia”, concluye Pistoia.

Profesora y licenciada en psicología (UNC). Me dicen Chora. Editora de Género y de lo que se presente.

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