Afganistán y la condena de ser campo de batalla

Hoy concluyó el plazo para el retiro de tropas estadounidenses de Afganistán, un nuevo enemigo surge entre los escombros de la guerra y desde el corazón de las montañas afganas. El Estado Islámico del Gran Korashán opuesto al liderazgo talibán pretende imponer una visión aún más fundamentalista de la Sharia un país que parece condenado a ser un campo de batalla
Foto: AP

El conflicto bélico más largo de la historia estadounidense llegó a su fin con el retiro total de sus tropas en Afganistán. El resultado final: una derrota catastrófica. En total han sido 120.000 personas evacuadas por Estados Unidos entre civiles, militares y personal diplomático. Aunque todavía quedan personas que colaboraron con la potencia occidental durante la ocupación a las cuales también se les prometió protección, muchas han quedado finalmente a merced de la represión Talibán. Lamentablemente, el retiro de tropas no significa el cese del derramamiento de sangre.

Con la aparición de escena del Estado Islámico del Gran Korashán (ISIS-K), la rama del Estado Islámico (Daesh) en Afganistán, el panorama se ha complejizado. La rama yihadista más extremista, se adjudicó un atentado suicida el pasado jueves en el aeropuerto de Kabul que dejó un saldo de 170 civiles y 13 militares estadounidenses muertos.

Como respuesta, al día siguiente Washington, realizó un ataque con drones para eliminar a dos líderes del ISIS-K en la localidad de Jalalabad, provincia de Nangarhar. Los objetivos fueron alcanzados, aunque el vehículo sobre el cual viajaban los extremistas estaba cargado de explosivos y al estallar, la explosión alcanzó a 10 civiles, entre ellos 7 niños que murieron.

Además, ISIS-K lanzó en las horas previas al vencimiento del plazo para la evacuación, un ataque con cohetes en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul, cinco de ellos fueron interceptados por el sistema antimisiles de Estados Unidos. El sexto impactó aunque no hubo que lamentar víctimas fatales.

Tal como sucedió con Irak y Siria luego de las intervenciones de Estados Unidos, la reproducción de grupos terroristas va en crecimiento.

ISIS-K, cuyo líder actual es Shabad Al Muhajir, busca impedir que los talibanes cobren el reconocimiento internacional legítimo. Consideran al Talib 'infiel' por alejarse de los lineamientos estrictos en su interpretación del Corán. Incluso consideran que el movimiento talibán es cercano a Estados Unidos.


Mientras tanto el país centroasiático comienza a sufrir una crisis por la falta de suministros. Esto se debe al retiro de fondos proporcionados por organismos internacionales luego del 15 de agosto, cuando los talibanes tomaron el control de Kabul y el gobierno de Afganistán montado comenzó a disolverse. En 2020, estos fondos de asistencia representaron el 42,9% del producto bruto interno.

Niño junto a un ataud luego del atentado de ISIS-K el pasado jueves en el aeropuerto de Kabul, Afganistán.

En medio de la pandemia, el sistema de salud afgano se encuentra al borde del colapso, ya que de los 3.700 centros sanitarios, 2.400 dependen del financiamiento de organismos como el Banco Mundial. Empiezan a escasear los medicamentos, el oxígeno, la comida y presupuesto para el pago de salarios al personal de salud.

La escalada de violencia y la reaparición pública del ISIS-K, indica que Afganistán continuará siendo un campo de batalla. Los "enemigos de la libertad", según los calificó el expresidente Geroge Bush en 2001, ahora se enfrentan al desafío de demostrar al mundo que pueden gobernar sobre derrumbe de turbulencias.

Imagen de portada: Aamir Qureshi

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