Feminismos y ambientalismo: cruces posibles

El pasado mes de octubre, cuando se acercaban las elecciones presidenciales que terminarían por hacer triunfar a Alberto Fernández en primera vuelta, lxs activistas y militantes discutíamos e imaginábamos el país que vendría. Las esperables contradicciones nos atravesaban al sentir la inmensa alegría de que Macri perdía y la idea de que un gobierno progresista le daría aire no sólo a Argentina, sino también a latinoamérica, no dejaba mucho margen para cuestionamientos.

La expectativa de un gobierno que tome como propias algunas demandas esenciales del feminismo como el aborto legal, o que tenga en sus filas compañeras feministas conformando gabinetes y espacios de gestión eran altas, y sin dudas jugaron para que pusiéramos nuestros votos por la fórmula FF. 

Sin embargo, una de las cartas que levantaba preocupaciones tenía que ver con las políticas ambientales del futuro gobierno, porque la explotación en Vaca Muerta y la megaminería estaban anunciadas de antemano. Hete aquí que se presentó una discusión que atravesó también al feminismo. Veníamos de un histórico Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Intersex, No binaries, y Bisexuales empapades del debate, traído especialmente por les compañeres de las comunidades originarias, así que la interpelación hacia cómo habitamos y convivimos en y con el mundo estaba latente. 

De hecho, uno de los mayores problemas a los que se enfrentó Alberto Fernández apenas asumió, tuvo que ver con la intención de aprobar el uso de cianuro en la actividad minera. Afortunadamente su gobierno tuvo que dar marcha atrás con la aprobación de la ley por el inmenso repudio que causó en la sociedad argentina. Sin embargo, después del episodio, el discurso oficial habló de “megaminería sustentable”, que inmediatamente fue cuestionado, rechazado y criticado por investigadorxs, científicxs y activistas. Está comprobado que la megaminería no puede ser sustentable.  Aquí la declaración: https://drive.google.com/file/d/18DQHyUUOILNm2WZbXUrzGfyfo1AoBbDZ/view

Los feminismos y el buen vivir

La advertencia de que el mundo se está agotando por la contaminación y la destrucción desmedida de la naturaleza se hace cada vez más urgente y evidente. En el verano de 2019 Australia sufrió uno de los incendios más terribles de su historia. La destrucción fue impresionante: el 21% de sus bosques ardieron, esto es 11 millones de hectáreas, 28 muertos y al menos 1,25 mil millones de animales perdieron la vida.

La deforestación en el Amazonas brasileño en abril de este año aumentó casi un 64% en comparación con el año pasado. Son más de 405, 6 kiómetros cuadrados de la selva tropical. Las consecuencias en la destrucción de la biodiversidad son gravísimas para las especies que habitamos el planeta. Las inundaciones que cada verano son protagonistas producto de la deforestación de nuestros bosques nativos. Y ahora, nada más y nada menos que una pandemia mundial, atribuida por expertxs directamente a la crisis ambiental. Otro acontecimiento que se presenta como un punto de inflexión para repensar nuestra forma de vida en el mundo. 

La destrucción desmedida de la tierra es una cuestión que hace tiempo ya viene haciéndose lugar en debates públicos y políticos. Los movimientos antiespecistas y ecológistas, la alimentación vegetariana y el crecimiento de consumo vegano, etc están haciéndose un lugar en las agendas. Sin embargo muchas de sus reivindicaciones que apuntan a un cambio de hábitos, están muy lejos de las posibilidades concretas de la mayoría de las personas  que viven en este mundo, puesto que la pobreza y el hambre crecen y se agudizan -más aún en este tiempo pandémico-, entonces elegir qué comer es imposible frente a la opción real de poder comer.

Así las cosas, el cambio de los hábitos alimenticios debe venir de un cambio mayor que la interpelación individual a personas que viven, o mejor dicho: sobreviven en el sistema capitalista que se sostiene en base a la explotación. Una situación sucedida el año pasado, en una de las marchas contra el cambio climático grafica con claridad esta contradicción: una señora que vendía choripan durante la movilización fue agredida por algunos militantes y activistas ambientales por "ser cómplice de una práctica de explotación animal"Esta acción sintetizó muchísimas contradicciones con las que convivimos, sobre todo en el feminismo.

El problema estará en otro lado y la pandemia está siendo clave para pensarlo. ¿Un capitalismo “más humano”, o amigable? ¿un ecocapitalismo o un capitalismo verde? Esos proyectos, ¿son sostenibles? Tampoco será casual que los países que más han avanzado en la protección ambiental y en consumos responsables y saludables, sean dueños de empresas que revientan el medioambiente, matan y contaminan la biodiversidad en países latinoamericanos y africanos. “Las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”, dice Atahualpa Yupanqui, la frase sigue vigente.  

Al menos sabemos algo: el mundo así no puede seguir. ¿En qué va a devenir? Aún no lo sabemos. En Argentina estamos a la espera de las acciones de un gobierno progresista, y las expectativas de enfrentar estos problemas no son menores. La pandemia está siendo abordada de manera superior a otros países donde optaron por dejar morir a lxs mayores con tal de "sostener una economía" que ni siquiera tuvo ese éxito. Sin embargo pareciera que la actual gestión del estado no puede ir más allá, se muestra incapaz concretar medidas concretas en favor de las mayorías. Ni los impuestos a la riqueza, ni el impuesto a los millonarios, ni la expropiación de Vicentín, ni la legalización del aborto y otras grandes propuestas que no están siendo aplicadas. A todo esto se le suma la crisis climática y ambiental que no se puede esquivar.

Un debate urgente

El movimiento feminista en América Latina puede tener algunos aspectos que podrían ser de los más radicalizados en la actualidad. Sin embargo, no está exento de contradicciones atravesadas por el género, orientación sexual, clase, etnia, territorio, etc. En una nota publicada en Agencia Presentes, Moira Millán dice: “queremos desnudar una verdad que de cuenta de los factores que configuran un escenario terrible. Son crímenes de odio contra cuerpitos, por racismo y con complicidad social. Las mamás sufren al ver que sus niñas son violadas y no hay marchas. Son cuerpos que no importan, vidas devaluadas. Hay que pensar cómo se construye en lo simbólico esa subjetividad, porque la emocionalidad de los pueblos es manipulada, construida.”

Y una vez más el feminismo que logró hegemonía se ve interpelado. En la misma entrevista, Moira afirma que el cambio climático recae sobre los cuerpos de las mujeres, y es una teoría que viene abriéndose paso. “Con un país desgarrador: de violaciones, femicidios, despojo de derecho. Las hermanas son sobrevivientes porque viven en comunidades donde no hay agua. Para ir a lavar la ropa hacen 3 kilómetros de ida y de vuelta, como en África. El cambio climático recae sobre la vida y los cuerpos de esas hermanas. O en Salta, en Carboncito, en la zona de misión chaqueña, las hermanas se levantan a las 3 o 4 de la mañana para llenar un cubo de agua, porque cae casi a goteo. Amanece juntando agua, luego se levantan sus niñes y ellas tienen que empezar el día preparando la comida, asistiendo al marido, la casa. Su familia duerme, ellas no. Vas al mediodía y las encontrás agotadas, apenas hablan. Y aquel que no entiende va a decir que son vagas, por qué hablan tan poco. Las hermanas sufren mucho.” 

En Córdoba quienes están a la cabeza de la resistencia contra las fumigaciones, la contaminación, el atropello de empresas que atentan contra la salud. Las madres de barrio Ituzaingó, las vecinas de Vudas, ¿Cómo hará el feminismo para tomar esas demandas para sí y enfrentar intereses que además de políticas de género debe incluir perspectivas de clase? Es decir, ¿cómo salimos de la mera enunciación de un feminismo interseccional cuando día a día se hacen concesiones en otros planos que recaerán sobre las clases trabajadoras y aún más sobre mujeres y personas LGTTTBIQ* trabajadorxs? 

Por supuesto, no quiere decir que no haya diferencias en los espacios militantes progresistas o de izquierda. Sin ir más lejos, la semana pasada hubo un ciclo de charlas de la Comisión de Recursos Naturales y Conservación, el diputado del Frente de Todos, Leonardo Grosso fue muy crítico respecto a las políticas ambientales dominantes. “En cada desmonte de nuestro país tenemos una posible Wuhan” declaró y además dijo que “la política tiene una agenda ambiental postergada y es urgente construirla para trabajar en reglamentaciones que empiecen a resolver el problema”. 

También los espacios de Economía Feminista vienen planteando hace rato la cuestión de la sostenibilidad de la vida, en un sentido que contemple vida no-humana, a través de procesos económicos que no dañen el planeta. Los feminismos del Abya Yala por supuesto, también tienen una visión mucho más amplia de las relaciones humanas con la naturaleza. 

Habrá que ingeniárselas para que el debate no cierre puertas, sino que las abra. Que pueda tender puentes en los que se combine la posibilidad de hacer algo nuevo. Sin destinar a las mujeres a la naturaleza y perpetuarlas como algo eterno y sagrado, pero sin destruir toda vida que no sea humana y que de hecho perjudique la vida y la existencia de las mayorías. Alguna puerta que permita pensar otra manera de producir y distribuir lo que consumimos, lo que comemos, lo que elaboramos. El camino no puede ser seguir profundizando de donde venimos. Será momento de construir otro mundo, antes de que sea tarde. Nancy Fraser en su artículo “Contrahegemonía ya!”  publicado por la Editorial Siglo XXI dice “El neo liberalismo, bajo cualquiera de sus disfraces, no es la solución, sino el problema. (...) el cambio por el que abogamos sólo puede provenir de otra parte, de un proyecto que sea como mínimo antineoliberal, sino anticapitalista”. (Fraser, 2019:63)

Los feminismos tienen mucho para decir aún. Y la posibilidad de debatirse, reflexionar y construir un feminismo interseccional que pueda contemplar y practicar una manera de vivir y sostener un mundo más justo.

Licenciada en Comunicación Social, Universidad Nacional de Córdoba. Redactora en Enfant Terrible y autora de numerosos artículos publicados en distintos medios.

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