Enrique el Raabioso

Enrique Raab nació en Austria y llegó a Argentina huyendo de los nazis. Periodista, marica y militante del ERP. Sensible, de pluma precisa, culto y crítco. Fue detenido en 1977 por una patota de la ESMA y permanece desaparecido desde entonces. En este Día del Periodista reivindicamos su figura, su pluma comprometida y quirúrgica

Enrique Raab tenía seis años cuando las tropas nazis de la Wermacth invadieron Austria-Hungría para someterla al dominio territorial del Tercer Reich. Entonces la familia Raab huyó de su Viena natal ocultando su origen judío. Decidieron exiliarse en Argentina. A finales de los años 30 abordaron un precario barco mercante en las costas de Grecia, que recaló muchos meses después en el puerto de Buenos Aires.

Enrique hizo sus primeras letras en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Estudió pintura y pronto desarrolló una apasionada afición por el cine que lo llevó a escribir y dirigir un corto titulado "José" del que no quedaron copias. El arte y la literatura fueron alimentando poco a poco la prosa de un periodista afilado y díscolo. La escritora María Moreno lo describe como "Un caníbal de todo hecho cultural, capaz de convertir la calle en un prolífero mapa de saberes solo cultivables en una Buenos Aires que funcionaba como una gigantesca universidad".

Durante los años 60 la prosa de Raab aportó una mirada incisiva, sensible y crítica a la sección de Cultura de todas las redacciones importantes de la época: La Opinión, Primera Plana, Análisis, Siete Días, La Razón y Clarín entre otras. En 1964 se incorpora al suplemento Confirmado bajo la dirección de Jacobo Timmerman que decide enviarlo como corresponsal a París. Sobre el adoquinado viejo del barrio de Saint Denis, pocos años antes de los agitados días de Mayo del '68, entrevistó a Bertrand Russell con motivo del aniversario de la bomba de Hiroshima.

Dueño de una profunda cultura que abarcaba las artes y las letras con mayúsculas, supo describir el triunfo de la revolución cubana pisando el terreno de La Habana socialista. En su libro Cuba: vida cotidiana y revolución, Raab despliega su dominio del lenguaje, una fina exactitud para la descripción y su firme convicción ideológica. Enrique no era ajeno a las luchas políticas y las reivindicaciones de su pueblo. En la agitada argentina de los años 70, puso su pluma al servicio de las causas revolucionarias colaborando como redactor y editor de la revista clandestina Hombre Nuevo, órgano del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) del que era militante.

Si su prosa quirúrgica y su militancia revolucionaria no fueran suficiente para convertirlo en objetivo de los comandos de la Triple A, su ser marica lo convertían en una suerte de trofeo para la moral oficial predicada por López Rega e Isabelita. Clandestinos, escondidos en alguna de las teteras de la calle Corrientes Enrique conoció a Daniel Girón, con quien mantuvo una relación hasta que ambos fueron detenidos por un grupo de tareas, una mañana de abril de 1977.

Desde entonces su cuerpo permanece desaparecido en algún pliegue cordillerano, o quizás adorna con sus huesos blancos las fosas comunes que los represores conocen y no quieren revelar, como un castigo póstumo a su mariconería, a su irreverente pluma, a su irreductible convicción que lo llevó como a tantos otros colegas, a pagar con la vida el peso de sus palabras.

Este Día del Periodista es una buena ocasión para recordar a las y los colegas que han contribuido con su mirada, su prosa y su vida al oficio fundamental para la democracia. El oficio a menudo violento, con frecuencia ingrato, pero absolutamente apasionante, de contar.

A Enrique Raab, en su día.

Periodista y fotógrafo. Edito, escribo y leo. No siempre en ese orden.

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