Legalmente clandestines: a 11 años de la aprobación de la Ley de Identidad de Género

¿Qué futuro nos espera cuando no somos parte de la agenda, salvo para contar nuestras pérdidas? Sabemos que las resistencias y la puesta en escena de nuestros cuerpos son herramientas necesarias para la defensa de nuestros derechos, pero son insuficientes si la población toda no se problematiza sobre nuestras necesidades.
Foto: Enfant Terrible/Juan Cristian Castro

Por lo general suelo escribir para sublimar los nudos en la garganta, apaciguar la angustia en el pecho o para intentar transformar la realidad. Eso cuando mis relatos son ficticios, pero ¿qué pasa cuando lo que tengo que narrar de manera concreta se entrecruza con lo personal, con mis vivencias?

Hace poco más de una semana vengo pensando por dónde arrancar esta nota, no tanto por quienes la vayan a leer sino por la cantidad de sensaciones encontradas que van desde la alegría, pasando por la amargura, hasta quedar anclada en una tristeza alegre. ¿A qué viene todo esto?

El 9 de mayo se conmemoró el 11 aniversario de la aprobación de la Ley de Identidad de Género (26.743). Ley de vanguardia tanto a nivel regional como global, al considerarse por primera vez dentro de los marcos normativos el reconocimiento de los derechos hacía la población travesti-trans por parte del Estado.

Poder modificar el género en el D.N.I. sin que necesariamente coincida con la genitalidad con que venimos de fábrica, rompe y disputa sentidos dentro de los paradigmas biologicistas propuestos por un modelo médico-jurídico-social que significan nuestros cuerpos desde antes del nacimiento.

La activista travesti, Florencia Guimaraes se refirió a las implicancias reales que aporta la misma: “Es una ley que viene a romper con los paradigmas biologicistas. También, con los paradigmas de la justicia, que siempre nos ha patologizado, que nos ha criminalizado a través de nuestras identidades de género no heteronormativas”.

“La ley estableció además de la autopercepción de género, el acceso a la salud integral: son 11 años en los que podemos decir que tenemos derecho a la identidad y también en los que tenemos que recordar que hemos perdido a muchas compañeras que lucharon por ese derecho fundamental, como Lohana Berkins, Diana Sacayán, entre otras que estuvieron en lo que fue el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, que llevó adelante está conquista”, comentó la coordinadora de La Casa de Lohana y Diana, para la columna del programa Territorio Diversidad (radio Villanos).

Aquí surgen interrogantes cómo: ¿qué termina por definir la vivencia de una identidad? ¿el propio cuerpo, lo qué el modelo médico-jurídico significa según la genitalidad o lo que la sociedad heteronormada va moldeando según cumplamos, o no, con las expectativas para pertenecer? Una posible respuesta podría ser que la identidad es todo aquello que conforma a una persona y lo que la ley ampara de la misma en tanto derechos humanos, de ser así ¿cómo eran nuestras vidas antes de que la ley nos permita tener un piso de derechos?

Para la activista trans rosarina y actual coordinadora del área travesti-trans de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, Ivana Aguilera, la ley no fue una conquista sobre el reconocimiento de nuestros derechos, sino más bien “la recuperación” de los mismos. “La misma Constitución da a entender que deberían de reconocer nuestros derechos sin necesidad de crear leyes, por lo que todavía reniego que tengamos la perversión del sistema para con nosotres, y digo perversión porque siempre nos están obligando a que tengamos que crear proyectos para tener derecho a la identidad, trabajo, salud, vivienda o justicia".

“Estoy convencida que hay un sistema del cansancio y yo le doy batalla. O sea, más allá de que me molesta tener que andar reclamando por algo que básicamente lo tengo como por ejemplo el tema de la 'inclusión', ¿Por qué tengo que trabajar por la inclusión? En un mundo donde yo ya vengo incluida”, concluye una de las activistas impulsoras por el cupo laboral travesti-trans, allá por el año 2016.

Así como no es tan sencillo separar la obra del artista, tampoco lo es separar nuestras vivencias del activismo. Antes de la ley, organizaciones como la C.H.A. (Comunidad Homosexual Argentina), A.T.T.T.A (Asociación de Travesti-Trans-Transgéneros de Argentina) y la futura F.L.I.G. (Federación por la Ley de Identidad de Género), con representantes históricas como lo fueron Diana Sacayán, Lohana Berkins, Eugenio Talboth, Ivana Aguilera, Casandra Sans, Florencia Guimaraes, Marlene Wayar, entre otres, ya habían estado al frente de reclamos, como por ejemplo la derogación anticonstitucional de los edictos policiales, códigos de faltas y contravenciones que regía en el país: antes, durante y posterior a la última dictadura cívico-eclesiastíca-militar.

Las contravenciones daban potestad y legitimidad a las fuerzas de seguridad de poder perseguir, reprimir y desaparecer a toda aquella persona que “incumpliera con la vestimenta que debiera de tener según su sexo”, ya que esto atentaba contra el bien común y el deber moral por lo que era considerado un delito, es decir, se nos perseguía por quiénes eramos, no por lo que podríamos o no estar haciendo.

Es fundamental tener presente lo que sucedió previo a la sanción de la ley porque fue definiendo cuáles eran los derechos básicos que necesitábamos para tener una vida digna, bien comparte Gisell Miyanao, referenta de mujeres trans argentinas, al considerar importantísimo apelar a la memoria de la lucha de la población travesti-trans para recuperar los derechos que tenemos hoy. Además: “recordar que las que ya no están nos han dejado un legado histórico, no sólo celebrar esas conquistas sino también cuidarlos para que perduren en el tiempo. A once años hay que mantener viva la memoria, la verdad de nuestra historia y pedir justicia por la reparación histórica de nuestras históricas”.

Se podría decir entonces que la aprobación de la ley fue más un punto de partida que uno de llegada. A partir de allí cualquier persona que no ingresara dentro del binarismo “hombre-mujer” podía circular y acceder a los bienes y servicios básicos como salud, educación y trabajo; sin embargo esto no fue tan así, porque la igualdad normativa propuesta en una ley no fue la misma “igualdad” que se presenta en la realidad concreta.

Para Úrsula Savarese, integrante de Furia Travesti, “aún falta muchísimo, el DNI no nos abrió puertas pero creo que fue un acceso de seguir luchando por nuestro reconocimiento identitario en Argentina”, compartió para Territorio Diversidad.

¿Qué futuro nos espera cuando no somos parte de la agenda, salvo para contar nuestras pérdidas? Sabemos que las resistencias y la puesta en escena de nuestros cuerpos son necesarios para la defensa de los derechos recuperados, pero son insuficientes si la población toda no se problematiza sobre nuestras necesidades.

Reclamar algo tan básico como el trato digno no es un capricho, más bien es tener la posibilidad de no dudar si nos hacemos atender en un hospital porque no respetan nuestras identidades; es que la gran mayoría pueda terminar sus estudios secundarios y no desertar por la violencia de no ser nombrades según el género que eligen; o ser echades de sus familias a temprana edad, teniendo que comenzar a prostituirse desde la adolescencia temprana en condiciones clandestinas, sin acompañamiento del Estado.

En cuanto el acceso al trabajo, según datos actualizados en base al Sexto Monitoreo de Cupo Laboral Travesti, Transexual y/o Transgénero que se realizó en diciembre de 2022, se registraron 574 puestos ocupados. En 6 meses, desde el informe anterior a este, ingresaron solo 147 personas cuando al 27/02/2023 se postularon 7.318 en el Registro Único De Aspirantes Travestis, Transexuales y/o Transgenero - Diana Sacayán - Lohana Berkins.

Ante esto, Florencia Guimaraes, plantea que tanto el Estado como la sociedad todavía se resisten a respetar la ley: “el trato digno parece que está alejado para las poblaciones que rompemos con la cisheteronorma; tener una familia que te acompañe en la transición es una lotería, tenés que tener suerte de que no te echen a la calle. Hay que acompañar esas juventudes, adolescencias, romper con las expectativas de vida de 35 años de una vez por todas, que no continúe sucediendo que el 80% de las juventudes tengan que prostituirse, ¿quién piensa en esas niñas que a los 11 años ya son manoseadas? ¿Cómo llega un cuerpo travesti a los cincuenta años de edad, siendo perseguidas y reprimidas por los códigos contravencionales? ¿Quién nos devuelve esos años para quienes somos sobrevivientes? Nuestros cuerpos no dan más”.

“Las infancias y adolescencias ven afectada su salud mental cuando son excluidas, discriminadas o violentadas a temprana edad, son las poblaciones más afectadas, debido a que vivimos en una sociedad adultocéntrica”.

Una conclusión apresurada pero no por eso menos cierta, es que al día de hoy, somos legalmente clandestinas; la ley nos posibilitó un piso de derechos y la historia trajo el reconocimiento sobre nuestras identidades. Sin embargo, la democracia sigue siendo un terreno pantanoso para nosotres. Nos sigue faltando Tehuel y hace un mes Sofía Fernández murió en la comisaría de Derqui en Buenos Aires, donde fue llevada por un supuesto robo y permaneció incomunicada hasta el día de su muerte, que según los peritos fue un "suicidio", pero a su familia le negaron reconocer el cuerpo.

Otra de las deudas pendientes es el reconocimiento hacia las sobrevivientas, mejor conocidas como “las históricas”, quienes están llevando a cabo un proceso por la reparación histórica ante las persecuciones durante y después de la última dictadura. No es sólo el acceso a una pensión jubilatoria, también piden por su personería jurídica y que se juzguen a los encargados de haber impartido violencia hacía ellas por vivir una identidad que no corresponde al binarismo heterosexual.

Ivanna Aguilera es una de esas sobrevivientas, ella ya tiene 61 años, durante la presentación del archivo histórico en el Museo de Antropología de la UNC, dijo que si las vejeces en general no son tenidas en cuenta, mucho menos lo son las vejeces trans: “nosotras no podemos acceder a los derechos que tienen otros viejos, soy una vieja que es sobreviviente y además tengo que seguir luchando, por les pibes pero también por mí”. Sin embargo, no desconoce todos los avances que hubieron, aunque se pregunta “¿qué nos falta? Aún nos falta todo. Primero que nada es poder tener Memoria, Verdad y Justicia para que podamos, de esa manera, resarcirnos. Para mí fue un halo de tranquilidad cuando salió la sentencia judicial, es algo donde encontré paz y quiero que lo consigan otras compañeras para que puedan tener el derecho a una sentencia y que eso no tenga que volver a pasar”.

Estas ideas compartidas están mezcladas con mi transición, de ahí las contradicciones que fui describiendo. Elegí la memoria y el recordar para no repetir, porque fue lo que me enseñaron “las locas, las viejas, las abuelas”, sabiendo que dejaron un camino que es necesario seguir construyendo por las generaciones que vienen, por las infancias que están abriendo el abanico de posibilidades que ofrecen la sexualidad y los géneros, para que las adolescencias tengan contención afectiva de la familia y amistades.

En un contexto como el actual donde la individualidad se hizo raíz y la inestabilidad económica sobrepasó la discusión cultural de cuál es la población que queremos construir, es necesario revisitar lo que la activista trans de Rosario, Marzia Echenique dijo durante la presentación del Archivo Histórico: “esto es colectivo, es de todes. A un pueblo donde hubo violación a los derechos humanos en una franja específica de la población, es muy vulnerable en una democracia, eso es lo que tenemos que pensar. Tenemos que construirnos en eso y dejarlos acentuados en la historia para que no se vuelva a repetir. Hagamos respetar esto para que nos quede un cimiento a nosotres como pueblo”.

A once años de la aprobación de la ley, sabemos que con la recuperación de nuestros derechos no es suficiente, pero sin ellos no somos nada.

Agustina, me dicen Chora. Profe de psicologia, pronta licenciada. Escribo y soy mi propia empleada cocinando.

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