Más allá de la discusión sobre la "incorrección política" que atraviesa los análisis de la nueva serie de Santi Korovsky, hay que pensar el humor como una puja social y cultural acerca de qué es gracioso y qué no es gracioso. Hoy hay expresiones que son consideradas como agresiones hacia ciertos colectivos, o como perpetuadoras de sentidos comunes regresivos. El humor es un arma, que División Palermo usa muy bien. Una serie hecha con mucho amor y dedicación tercermundista, que pone sobre la mesa discusiones interesantes. Yo recomiendo.
La nueva comedia de Santiago Korovsky División Palermo, lanzada por Netflix, está teniendo una muy buena recibida en el público. Se mantiene entre las series más vistas de la plataforma a semanas de su lanzamiento, empalmando con el orgullo nacional aguante Argentina 1985, Messi y la Selección.
La serie trata de las aventuras de Felipe (Santiago Korovsky), que en medio de una crisis personal, laboral y amorosa termina de carambola enrolado en las filas de una ficticia Guardia Urbana de CABA. Un cuerpo “inclusivo”, sin muchas atribuciones, creado con el único fin de mejorar la imagen de las fuerzas de seguridad por parte de la ministra de Seguridad.
Se trata de una propuesta que navega entre el humor incómodo, el absurdo y la parodia, con un protagonista al que todo le sale mal. Una aventura policial cómica que suscita repercusiones varias: Hay mucha gente a la que le gusta, otra a la que le parece medio meh, otra que la ve como un insulto porteñocéntrico hacia el resto del país, otra a la que le parece el pináculo de la creatividad y el humor. También hay quienes consideran a la que es un faro en contra de la “corrección política”.
El humor en División Palermo
Este debate acerca de la “corrección política” es gracias a que la serie visita algunos tópicos -pongámosle- provocativos. Por un lado, la parodia a las fuerzas de seguridad, no sólo a través de la inútil Guardia Urbana, sino también a través de lxs policías que aparecen en la serie. Estúpidxs, represivxs, corruptxs, completamente desinteresadxs del bien común y de su función en la sociedad (como los personajes interpretados por Martín Garabal y Charo López). Y en esto la serie es incisiva, pero tampoco es la más original del mundo. La yanqui Brooklyn 99, producida por FOX en 2021, aunque mucho más edulcorada, ya satiriza a la cana sin dejar de lograr que sintamos simpatía por lxs protagonistas. (Un plus disfrutable es que Santiago Korovsky está compartiendo en twitter cualquier video que evidencie la estupidez y violencia policial aclarando que no es promoción de la serie).
Por otro lado, en lo que División Palermo sí es muy original es en animársele al humor acerca de la “discapacidad” y la diversidad de cuerpos e identidades. Un tema que suele ser incómodo para tratar en comedia, pero que la serie aborda con muchísima inteligencia. La serie propone un cuerpo de policía conformado por un sordo, un inmigrante, un manco, una mujer trans, un ciego, un chabón de talla baja, un judío y una chica en silla de ruedas, todxs haciendo chistes sobre la situación de cada unx. Un abordaje desde el humor acerca de cómo la sociedad y las instituciones encaran la “inclusión”, muchas veces con desconocimiento, de forma prejuiciosa, o como simple lavada de cara de sus propias falencias estructurales.
La potencialidad del humor
El humor tiene un potencial muy interesante. Subversivo incluso, si se utiliza para ridiculizar o desnudar a los poderosos. Educativo, mostrando o visibilizando cosas desde una óptica diferente. Conservador y regresivo, si es utilizado para perpetuar prejuicios, discriminación o situaciones de opresión. Y este me parece que es el punto más interesante de la serie.
En redes sociales y en algunos medios de comunicación algunxs sostienen que División Palermo hace un humor que rompe con la “corrección política”. En donde ésta sería una especie de jaula o sistema represivo que impide que digamos lo que pensamos libremente y nos riamos de lo que queremos. Creo que ahí hay una confusión importante, porque esa idea de “corrección política” es una pavada absoluta: no hay nada que censure el sentido del humor, ni a nivel social ni institucional.
Lo que sí hay es una puja a nivel social y cultural acerca de qué es gracioso, qué no es gracioso y qué expresiones de humor hoy son más o menos toleradas que en otros momentos. Hoy hay expresiones que son consideradas como agresiones hacia ciertos colectivos y grupos de personas, o como perpetuadoras de sentidos comunes regresivos, y desde esos grupos se levanta la voz para ponerle un límite a la agresión. Pero como digo, es una puja: las sociedades no llegan homogéneamente a las mismas conclusiones. Y no casualmente el discurso en contra de lo “políticamente correcto” muchas veces se usa para simplemente decir cualquier barbaridad haciéndose el canchero.
Sin ir más lejos, hace unos días Miguel Ángel Pichetto, Auditor General de la Nación y ex candidato a vice de Mauricio Macri en las elecciones 2019, dijo en un programa de televisión que la titular del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad Ayelén Mazzina no era mujer sino lesbiana (y no por adherir a la teoría queer, sino por facho que confunde orientación sexual e identidad de género); y que por eso ella no había repudiado el infanticidio de Lucio Dupuy (cosa que es mentira). Y presentó esa afirmación como ser “políticamente incorrecto”, cuando simplemente estaba siendo un mentiroso, lesboodiante y misógino.
La incorrección política y la literalidad del humor
División Palermo no es “políticamente incorrecta”. Se mete a hacer humor con temas incómodos, es cierto. Pero una cosa no tiene que ver con la otra. La serie se muestra muy inteligente porque problematiza todo a cada paso. Como cuando equivocadamente un periodista piensa que Felipe está dentro del espectro autista, y hay un diálogo en el que dos personajes hablan de ser “buenos con las cuentas”, uno hablando de autistas y otro de judíos. El chiste ahí no está en reírse del “judío comerciante”, sino en reírse de la estupidez del estereotipo. O como cuando Felipe hace un chiste acerca de la silla de ruedas y el personaje no vidente le dice que no puede hacer ese chiste, que de última haga un chiste que sea gracioso o uno sobre ser judío. Porque el humor también depende de quién dice el chiste y a quién se lo dice.
Si un neonazi hace un chiste acerca del judaísmo es algo muy diferente a que lo diga yo, que tengo ascendencia judía. Y también sería muy diferente si lo hiciera ante amigxs que conocen mi trasfondo y con quienes tengo códigos en común, que si lo hiciera ante un auditorio de neonazis. Siempre está el riesgo de la literalidad del humor en la parodia, aunque a veces sea difícil develar quién es responsable de ello.
El exMinistro aliancista y actual Diputado Nacional Ricardo López Murphy, recostado hoy en los márgenes de la extrema derecha, twitteó recomendando la serie, lo que llama la atención teniendo en cuenta que la serie ridiculiza y critica mucho de lo que él piensa. No puedo olvidar el hecho de que cuando en un momento South Park hizo aparecer en una temporada a Donald Trump muchos teleespectadores enojados y comprometidos con la literalidad dijeron que iban a dejar de ver el programa porque se había metido con “la política”; cuando en todas las temporadas anteriores era evidente el contenido político y satirizante del show acerca de la derecha republicana, el racismo, la homofobia en EEUU.
En fin. El humor es un arma (?) que División Palermo usa muy bien, en una serie hecha con mucho amor y dedicación tercermundista, y que pone sobre la mesa discusiones interesantes. Yo recomiendo.
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