En el exilio, Julio Cortázar no dejó de escribir y tampoco de denunciar. El "exilio físico" para él fue un problema, tal vez menor para alguien que desde su juventud se acostumbró a estar lejos de su patria, pero la dictadura militar le hizo sentir algo mucho peor, un exilio que no había sentido antes, un "exilio cultural". Su carácter de exiliado y censurado lo puso en contacto con el compromiso de denunciar el "desierto espiritual" en que se estaba convirtiendo América Latina por las dictaduras. En este mes y cumpliéndose 28 años de su muerte, recuperamos el registro del documental 'Cortázar' (1994) de Tristan Bauer
Cortázar residió el París desde los años 50's y antes del golpe militar del 76' era reconocido a nivel mundial por el 'boom latinoamericano'. Gracias a su don de hacer jugar a la imaginación de sus lectores. su vuelta al país se hizo imposible.
Durante la dictadura fue perseguido. Sus libros fueron prohibidos y quemados por subversivos. Ese fue el destino de obras como El libro de Manuel (1974),Alguien anda por ahí (1977)y Deshoras (1982). En el caso de su libro Queremos tanto a Glenda (1980), los militares hacen foco en los cuentos “Graffitti”, “Clone” y “Recortes de Prensa” para censurarlos.
Ese reconocimiento mundial, sumado a su experiencia de perseguido y exiliado (hasta espiado, aunque él nunca lo sabría), articulado con su compromiso ético y político con la cultura, lo posicionaron más allá de una figura reconocible por su pluma. Desde el exilio también denunció las violaciones a los derechos humanos y el "desierto espiritual" en que se estaba convirtiendo América Latina por las dictaduras.
En un corte de la película documental 'Cortázar' de Tristan Bauer de 1994, un año antes de su muerte, Julio destaca las consecuencias que las acciones de las dictaduras tienen sobre un pueblo, efectos que al día de hoy se rastrean, se escuchan, se encuentran entre conversaciones, entre cotidianeidades. Efectos que hoy debemos seguir 'calculando'.
"Lo que es terrible es el exilio cultural, el hecho de que la Junta de Videla en Argentina haya prohibido la publicación de mi último libro de cuentos, porque en ese libro había dos cuentos que les molestaban, eso significa un exilio cultural; es decir, 22 millones de compatriotas se han visto privados de leerme (...) siento que ese exilio es terrible, porque en unos pocos años, el hecho de que esos países, Chile, Argentina o Uruguay estén separados de la producción científica, artística e intelectual de sus mejores creadores va a dar en esos países una especie de desierto espiritual, donde es perfectamente fácil lavar los cerebros y condicionar a los jóvenes y crear los regímenes que esos países busca, que es crear robots. Crear gente incapaz de pensar por sí misma".
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