La disputa por la tierra: de Guernica a los Etchevere
La política fracasó en Guernica y el poder judicial apoyado en Sergio Berni se hizo presente en el territorio a golpe de bastones, balas de goma y fallos judiciales para avalar la represión. Paralelamente la jueza María Carolina Castagno de Entre Ríos revocó el fallo que reconocía los derechos hereditarios de Dolores Etchevehere sobre la estancia Casa Nueva y ordenó que debía devolver el terreno a sus hermanos varones. Las banderas que exigen tierra para vivir, para habitar, para producir se toparon con los verdaderos usurpadores; la vieja oligarquía terrateniente Argentina.
Reprimir de madrugada es difícil pero es mejor. Eso es lo que el ex militar carapintada y actual ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni piensa sobre lo sucedido ayer en Guernica. La oscuridad le permitió evitar los flashes independientes, los objetivos de las cámaras que no están compradas -esas acompañan a la infantería desde temprano- la comunicación popular.
De las 1400 familias de Guernica, algunas fueron realojadas en albergues transitorios, otras recibieron subsidios para comprar chapas y maderas para armar sus casillas misérrimas en algún otro lote menos mediático de la provincia. Y otras al fin, decidieron resistir. Tomaron la determinación de cobrarle al Estado, a los jueces y a la policía una cuota de esfuerzo represor para sacarlos de la nada y empujarlos a tiros a ninguna parte.
Lo que está sobre la mesa es la falta de solución habitacional. Más allá de las especulaciones políticas que hubo -y hay- sobre la ocupación de terrenos, más allá del cuestionamiento de la toma como método para exigir que se garantice el derecho a acceder a un lugar donde vivir, el fracaso del diálogo y el avance represivo y judicial expresa que el gobierno no supo, no pudo o no quiso garantizar un derecho básico. Lo demás es relato.
Los dolores de Dolores Etchevehere
Cansada del ninguneo familiar, del despojo por ser mujer, de la lentitud abúlica de los tribunales comprados con los dólares de la soja, Dolores Etchevehere tomó posesión la Estancia Casa Nueva, que le corresponde por derecho sucesorio. La hija rebelde de la familia con mayor peso en la Sociedad Rural Argentina, cedió un porcentaje de sus campos a cooperativas y familias de pequeños productores agrícolas. En la estancia Casa Nueva florecía el Proyecto Artigas.
Fue una maquinaria engrasada desde hace siglos la que se puso en marcha desde ese momento para estrangular los reclamos de Dolores, y mas aún, de los que no tienen ni un terruño para plantar una semilla sin veneno. No hay lugar en la Argentina de los Roca, los Bullrich, los Blanco-Villegas, los Patrón Costas y los Etchevehere para el sueño colectivo de producir sin especular ni reventar la tierra. Al final ellos ganan y Dolores es detenida por desobediencia, llevada a comisaría y liberada de noche. Perdió una batalla, pero va a seguir en la lucha.
De un lado de la tranquera, las botas de cuero de la oligarquía "de sangre pura" como supieron autodefinirse los terratenientes que acompañaban a la familia Etchevehere en el asedio a Casa Nueva. Acostumbrados a impartir órdenes a los poderes del estado, sacaron a relucir el rebenque del apriete judicial y el tráfico de influencias hasta conseguir un fallo que permitiera despojar a Dolores de la estancia que le pertenece y cuya propiedad nadie quiere reconocer.
Del otro lado, los sueños de construir un modelo agrícola sin agrotóxicos, sin monocultivo, con soberanía alimentaria. Lejos del modelo agroexportador que año a año incendia miles de hectáreas para extender el territorio de pastoreo y siembra de soja para la exportación, arrasando el monte y desertificando la tierra. Con los ojos grandes y llenos de lágrimas, familias de pequeños productores rurales y organizaciones sociales y territoriales debieron salir escoltados por la policía hasta los límites de la provincia para no caer en manos de los terratenientes. Podría ser un relato del siglo XVI pero es octubre de 2020.
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