Marlene Wayar: “De las pocas certezas que tengo es que soy una travesti cordobesa”

Durante la mítica pero corta vida que pueden tener las travestis, algunas han logrado sobrevivir y han sabido transmitir un legado de memoria, de verdad y de justicia que trasciende fronteras, como hizo Marlene Wayar

Durante la mítica pero corta vida que pueden tener las travestis a consecuencia de las violencias ejercidas históricamente, algunas han logrado sobrevivir y han sabido transmitir un legado de memoria, de verdad y de justicia que trasciende fronteras. Pudiendo, como en pocas partes del mundo, organizar un Frente Nacional para la promulgación de una Ley de Identidad de Género y ser referentas de una población que, como supo decir Diana Sacayán: “podemos producir algo más que placer a cambio de dinero, podemos producir políticas públicas”.

Así es el caso de la psicóloga social, militante por los derechos humanos, profesora de arte y travesti, Marlene Wayar, quién estuvo en diálogo con Enfant Terrible.

En esta entrevista hacemos un recorrido sobre su vida y su formación política, el intersticio entre conocer el despojo de sus derechos y la recuperación de los mismos, hasta poder realizar sus estudios y dejar precedentes de que la aberración y lo nefando sobre la sexualidad y los géneros, no es algo de la historia de la modernidad, sino un proceso de colonización que lleva algo más de quinientos años.

“¿Quién es Marlene? Es todavía por suerte una pregunta”, comenta al momento de presentarse. “Me sigo buscando y sigo indagando en mí. De las pocas certezas que tengo es que soy una travesti cordobesa. Sé perfectamente que no soy una imitación de nada, de hombre o de mujer, soy una construcción propia que tiene un hermoso lazo en común con toda una comunidad que se va construyendo y reconstruyendo permanentemente y que alberga todavía sueños. A pesar de estar siempre muy condicionada por una realidad que sigue siendo hostil para nosotras”.

Agustina Chora (AC): ¿Hay un paralelismo entre ese primer acto de rebelarte y reclamar lo que era de ustedes cuando ibas al colegio, y lo que fuiste construyendo tiempo después en cuánto a la militancia?

Marlene: Es todo junto, va a ir sucediendo una imposición del afuera. Si yo hubiera nacido nena, hubiese tenido otro recorrido, buscando otro punto de vista como tener novio, casarme, organizar la estructura heterosexual. Seguramente hubiera tenido la misma sensibilidad social pero no estaría implicada en primera persona. Claramente se va dando en una persona muy querida en su casa con la soberbia media lógica de la adolescencia, aún cuando mi madre no tenía un libro de Judith Butler para saber qué le pasaba a su hija. Me sostuvieron económica y amorosamente brindando herramientas.

Amor propio que se pone en crisis por la falta de respeto de la sociedad, de la policía y la irracionalidad de sus argumentos para volverme una criminal. Si yo he sido escolta de la escuela, ¿En qué momento esas cuestiones caen por cómo soy? No hay otro cuestionamiento que a mi ser más íntimo y que a nadie se lo cuestione, menos de un lugar criminalizante y patologizador. Fue difícil porque estaba creciendo y una criatura más chica que yo, es asesinada en un crimen de odio espantoso.

Ave María, que era “la mudita” para nosotras, fue encontrada en el batallón 151 de Córdoba, quemada, violada, atada con alambre de púa, torturada. No podía entender ese odio y si entendía muy bien cual era el nexo que me unía a ese objeto de odio. Ella era travesti, yo era travesti, ella era pobre y ejercía la prostitución, yo también y sabía que me podía suceder a mí. Un estado confusional donde yo y Ave María somos iguales, somos objetos del mismo odio y nos toca el mismo futuro.

AC: ¿Cómo fue darte con el contraste de lo que les iba sucediendo a tus amigas con 14 o 15 años, pero que las habían echado de sus casas o del colegio?

Marlene: En mis elucubraciones me llegaba a decir: ¿Para conservar esto tengo que ser reprimida? Me puedo hacer un psicólogo gay tapado, consumir prostitución en los saunas, puedo ser policía reprimido o cura perverso; porque la opción no era ¿qué puedo hacer con esto? La opción era que no podía ser travesti. No importa el estatus que tengas, te caes de la humanidad misma. Perdemos nuestra esencia, si se quiere, de seres humanos. No hay parangón. Lohana lo llamaba “identidades cloacalizadas”, Hanna Harendt habla de lo “paria” y mi amiga Cristina decía “nos bañan en oprobio”. Es total, es absoluto, es imposible e irracional, quedas en una encerrona trágica.

Me encontré entre la espada y el asesino que tiene el arma del otro lado. Para atrás no podía ir porque dejaba de ser yo y delante estaba el arma. Entonces, ¿qué tenía que hacer? Ahí hay un nexo con nuestra propia animalidad que te convierte en animal de caza o en un depredador. Hay un darse cuenta de “soy comible, estoy al último de la cadena alimenticia” y fue hacerme un espacio a las patadas o terminar siendo alimento para la manada. Este mundo nos aliena bastante de nuestra parte animal y hay que preservarla, es lo que a las travestis nos ha mantenido en vida.

Gentileza Marlene Wayar

AC: ¿Cómo fue transitar durante la época de la postdictadura? ¿En qué momento quisiste estudiar psicología social?

Marlene: Me enteré de primera mano sobre los 30.000 desaparecidos. Era algo muy embrionario que se estaba discutiendo en círculos cerrados. Había una intención muy suave de la democracia de juzgar los hechos, pero era muy frágil e iban con cuidado. Yo tenía una visión de la policía y sabía que fue un ejercicio de abuso del poder y que todos habían participado del horror. Se habían alimentado de sangre como un perro y ahora les pedían ser “civilizados”. En algún lugar ese deseo de sangre lo tenían que calmar y éramos nosotras o alguna persona pobre sobre la que nadie iba a salir a reclamar, porque ya estábamos previamente condenadas.

Había chicas que para año nuevo, si tenían un reloj importante, si conseguían que un cliente les regale un whisky, se lo daban al comisario para que las tenga en cuenta. Estaba naturalizado que era la única relación con el Estado que estaba representado ahí y que había que ser funcional. Se lo hacía alabándolo, mostrando exceso de respeto o sumisión u obediencia económica. Funcionó por un tiempo porque las represiones hacia el consumidor de drogas o cierta sexualidad, empezó a ser estratificado y jerarquizado.

Era muy delicado mantenerse en esa objetivización, el decir: “soy un objeto de lujo” y sacarle partido o sufrir.  Todas esas herramientas me dieron un camino particular, no sé si mejor o peor, pero me mantuvo viva.

La lucidez de ser un sujeto empleando esas posibles herramientas y tener en funcionamiento el ejercicio crítico me llevó a elegir estudiar psicología social, de la que me voy enamorando porque tengo un grupo a disposición que son las travestis, con quienes construimos herramientas de comunicación para que las pelotudeces no nos conviertan en enemigas, como maltratar a las peruanas, cuando es travesti como una. En cambio la argentinidad que te puede unir al periodista, al policía o al político no te resguarda cuando sos travesti, y si en cambio con una travesti peruana, si aparece un infeliz hijo de puta que te quiere matar.

Familia, amor y poder

AC: ¿Qué consideras que se pone en juego cuando hablamos de la construcción de subjetividades en la niñez?

Marlene: Cuando googleas travesti, trans, no binarie, aparece el drama. No aparece “qué bonito ser yo”. Son raras las noticias que hablan sobre nuestros cuerpos y sexualidades sin hacer de ello una catástrofe. Es un drama para cualquier infancia indagar y encontrar que "todo es trágico". Estamos en un momento de cambió de paradigma y no hemos resuelto los temas al respecto de la infancia y la responsabilidad parental.

Hay cosas que ponen en jaque a los adultos que son absurdas, como tener un embarazo y tener que explicarle al niño sobre sexo. A nivel global se instaló la idea del asco sobre las expresiones de afecto y de sexualidad. Si una relación sexo afectiva tan obvia como la de padres heterosexuales, clase media, de una serie de diseño da asco, ¿cuánto más asco puede dar a medida que te alejas de ese paradigma?

AC: Si algo hace el silencio es construir fantasías, ¿qué hay de eso de lo aberrante o del asco, sobre lo nefando?

Marlene: Es un tema absolutamente actual y enraizado en nuestra psiquis, es necesario develar y decir de donde viene, e insistir que es una construcción naturalista. Es más fácil creer en la cigüeña o que hay un Dios que nos ha llamado a reproducirnos sin control, sin importar de qué manera sucedió y no es así. No es lo mismo con hambre, con violencia, padres adictos o familias disfuncionales. La manera de ver la deconstrucción, es volver al momento fundacional. Al menos en Latinoamérica fue insertado con una performance terrible de odio y persecución que nos caló profundo durante la colonización, instalando la palabra a través de la sangre y estigmatizando a ciertos cuerpos.

Son tres los puntos éticos para la justificación de la conquista: el canibalismo, la idolatría y el pecado nefando. La idolatría se va a combatir con la transmisión de la palabra de Dios y el canibalismo no va a existir en sí, porque comerle el corazón a otro guerrero, era un acto simbólico que no sucedía en lo cotidiano.

El pecado nefando está ahí en todos lados, es visible y es parte de la culpa de la demonización. A partir de ahí las mujeres pierden su rango de pares. Comienza la jerarquización en relación al sexo, todos serán esclavos pero de manera estratificada, solo basta con tener pene para estar por encima. Esto no está desteñido de culpa y ahí entra otro de los ejercicios que trajo la occidentalización: la negación. Eso tiene que ver con el éxito tremendo que han tenido en su ejercicio genocida.

Gentrificación y paso del tiempo

AC: ¿Cómo es transitar las calles donde se recuperaron tantos derechos históricos y saber que hoy están intentando borrar esos derechos?

Marlene: Hay un ejercicio de aprendizaje que por suerte me ha pasado y que tiene que ver con la posibilidad de enfrentar el dolor, transitarlo y poder perdonar. Si tenemos paciencia algo de la resignificación existe. Igual quiero que el Estado y la sociedad reconozca el genocidio travesti y que no nos tomen de estúpidas al decir: “ahí tienen la jubilación, estamos arrepentidos del accionar de la policía”. Todos participaron en mayor o menor medida, por acción u omisión. La reparación no es individual, es simbólica y colectiva.

No sé, que se expropien comisarías abandonadas y las transformen en museos. Intervenir las veredas y que los turistas caminen leyendo “acá trabajaba una travesti prostituta”, para que esos espacios no sean avasallados simplemente sino que sean compartidos. El objetivo es eliminar el ejercicio esclavizante de la prostitución y que esos espacios registren nuestras memorias y que no se olviden qué hicimos y quienes fuimos. Para que esas mariquitas conozcan de qué hablamos cuando hablamos de democracia y de memoria y qué significa la pertenencia de un pueblo.

Foto de portada: gentileza Marlene Wayar

Agustina, me dicen Chora. Profe de psicologia, pronta licenciada. Escribo y soy mi propia empleada cocinando.

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