Con la llegada de Javier Milei al Gobierno asistimos al más grande retroceso en la historia democrática en materia del derecho a comunicación, el acceso a la información y el ejercicio de la prensa en Argentina. Esto no sería posible -entre otros factores- sin un precedente clave: la modificación de la Ley de Medios realizada bajo la presidencia de Mauricio Macri vía decretos, algo que no fue revertido por el gobierno de Alberto Fernández, lo que garantizó la continuidad de la concentración de medios en contados grupos empresariales como el Clarín, quien concentra el 85% del total de medios audiovisuales del país.
Con el intento de cierre de la Agencia de Noticias Télam, acompañado de un constante hostigamiento a través de las fuerzas federales hacia sus trabajadores, empezó un ataque concreto y directo contra el periodismo y la ciudadanía en general. Lo mismo puede decirse respecto a la ofensiva contra Radio Nacional y a la TV Pública, mientras que en la Provincia de Córdoba se agrega el vaciamiento y desfinanciamiento de los SRT-UNC (Servicios de Radio y Televisión de la Universidad Nacional de Córdoba).
Si un repetido dicho expresa “sin medios públicos no hay democracia”, entonces, ¿qué estamos atravesando hoy con éstos medios censurados? ¿Qué periodismo es el que está garantizando la escasa democratización de la comunicación/información?
Mientras tanto, el 76% de los trabajadores y las trabajadoras de prensa cobra sueldos por debajo de la canasta básica total del INDEC, que determina la línea de pobreza.
En este panorama, con tan sólo seis meses del nuevo gobierno, Argentina descendió 26 puestos, del 40 al número 66 entre unos 180 países, en el ranking que califica la libertad de prensa y el acceso a la información pública, según el informe de Reporteros Sin Fronteras.
Sin embargo sería un error entender que el cierre de Télam está aislado de otras políticas que garantizan el intercambio, el recuperar historias y conservar el patrimonio cultural e histórico de Argentina. En este sentido, vemos que las políticas de desfinanciamiento y empobrecimiento también afectan a otros sectores como el cine y el teatro que aportan a la producción artística y cultural, que son otras formas de comunicación de las que también se sirve el periodismo para producir, y retratan la organización de la vida cotidiana pasada, presente y por qué no, imagina las futuras.
A partir de este contexto, es importante que el periodista no crea que su profesión es designio del liberalismo, sino más bien se reconozca en su calidad primera: un ser trabajador. Se vuelve necesario dotar de identidad y pertenencia a una clase más abarcativa que lo estrictamente individual y sectorial: la clase trabajadora. A su vez, se vuelve necesaria la reivindicación del accionar político de las y los trabajadores en general, y de la prensa en particular. No hay posibilidad de transformación individual y colectiva de la realidad aquí descrita, sin sindicatos fuertes, pero que sobre todo estén al servicio de los intereses de sus representados.
En este sentido, también se vuelve fundamental problematizar la formación profesional, ¿qué profesionales de la comunicación y el periodismo están formándose en las casas de estudio de las universidades, y en particular de la universidad pública? ¿Se continúa anclando la posición del periodismo desde la individualidad y con prácticas pre-profesionales en empresas mediáticas precarizadoras o es posible una articulación más amplia con otros sectores profesionales estratégicos, para comprender que las profesiones se encuentran atravesadas por una matriz social y política común?
En este marco, los medios autogestivos, cooperativos y comunitarios jugamos un importante rol, encontrándonos en un doble movimiento, entre una agenda extensa, con posibilidades de crecimiento inéditas, pero con escasos bienes para solventar cuestiones básicas como salarios, arreglo de equipos y/o alquileres de nuestros espacios físicos.
A pesar de este contexto, quienes ocupamos estos medios sostenemos puestos de trabajo y garantizamos el acceso a la información entendida como derecho y no como una mercancía. Articulamos y nos fortalecemos a través de la organización, entre medios cooperativos, entre federaciones de medios y de otras cooperativas, así como sindicatos de prensa y otros gremios, fortaleciendo al sector a través de Federaciones y Confederaciones de medios, digitales, gráficos, radiales, entre otros, como sindicales. Asimismo, hemos sabido ampliar nuestras redes junto a organizaciones sociales e instituciones académicas, aportando también a la disputa en múltiples planos: políticos, culturales, pedagógicos y más.
En el día del Periodista, queremos remarcar que si bien el panorama apunta a la desesperanza y al desmembramiento democrático nacional, hay un periodismo que garantiza una certeza: la salida es política, sindical, cooperativa y soberana.
*Foto de portada: Juan Cristian Castro/Enfant Terrible.