Reflexiones de un Cosquín Rock desde adentro

El 18 y 19 de febrero se llevó a cabo la última edición del Cosquín Rock 2023. En el predio del Aeródromo de Santa María de Punilla se hicieron presentes unas 100 mil personas en cada jornada para disfrutar de los más de 100 shows que reunió el festival. Mariano Schejter estuvo ahí, viendo 18 espectáculos a lo largo de ambos días, cubriendo el evento para Enfant Terrible y ahora, nos comparte tanto su experiencia como algunas reflexiones.

El sábado 18 de febrero, a las 9:35 hs salió el colectivo que me llevó a buscar la acreditación para cubrir el festival. Desde ese momento, la ansiedad fue perdiendo lugar frente al entusiasmo y poco a poco, este último fue combatiendo contra el cansancio corporal. Fueron dos jornadas intensas, agotadoras y con muchos momento emocionantes. El criterio elegido para seleccionar los shows vistos fue la diversidad,
sobre todo en términos sexo-genéricos y etarios. También quisiera destacar que la visión propuesta no se plantea externa, fría ni de un supuesto objetivismo periodístico. No deseo fingir ser algo que no soy. Tampoco terminar como Clarín que publicó una reseña del show de Ciro y los persas en la cual se cometieron tantos errores que hicieron enojar a Ciro (quien salió a cruzar esa nota). Sin más rodeos, propongo arrancar con la compartida.

Gratas sorpresas: “Cantando a pesar de las llamas”

A lo largo de las dos jornadas disfruté de sorpresas. Algunas las podría agrupar en: apariciones inesperadas, despliegues perfomaticos y constantes recuerdos de la Copa del Mundo. En relación a las apariciones inesperadas puedo afirmar que fueron muchas y esto habla de un elemento positivo del rock, pero también seguramente del arte más en general: generar cruces, encuentros, momento compartidos. Como fueron muchas las invitaciones entre artistas, solo mencionaré dos destacadas. Por un lado, Wayra Iglesias
en el escenario denominado La casita del Blues contó con la presencia de su tío y de su padre, o sea con el Tete y el Tanque de La Renga. Con ellos hizo el clásico “2 + 2 = 3” que además de humor tiene frases como “Si dos más dos diera tres. De seguro te calmaría un poco el estrés. Habría un punto menos de inflación. Y en el almacén un peso a mi favor”.

Por otro lado, El Vuelto abrió el segundo día del “escenario norte” y la banda de Ismael Sokol, el hijo del Bocha, invitó a tocar un par de canciones al trompetista de Las Pelotas y en otro momento, a Catriel (el baterista de Divididos y quien fuera primer batero de la banda). Ambas sorpresas fueron disfrutadas por poco
público. En cada ocasión no habría más de 200 personas.

Sobre el despliegue perfomatico de algunos shows también voy a mencionar algunos casos para no extender demasiado estas líneas. El recital de Turf al final del primer día tuvo una buena combinación de actitudes de showman de Joaquin Levinston con efectos visuales en las pantallas. Estos elementos acompañaron mensajes como “No sigan empujándose por aparecer en Crónica TV” y el recital fue una fiesta. Otros casos a destacar fueron el show de la dupla Catriel – Paco Amoroso y el de Dillom. En ambos espectáculos se entrelazaron imágenes, bailes y agites permanentes. También Silvestre y la naranja tuvo su aspecto sobresaliente con las “coreos” permanentes de sus vientos. Asimismo, Ciro y los persas sobresalieron al tocar sus primeros temas con la Orquesta Sinfónica de Villa María (replicando lo que en su último disco llamado “Sueño” hicieron con una orquesta mendocina).

Por último, emocionó la presencia de las menciones a la Scaloneta y en particular, al título conquistado en Qatar. A dos meses de la final mundial en Santa Maria de Punilla la selección se transformó en un elemento casi omnipresente. Por un lado, ambos días se trasmitió por pantalla gigante un saludo del Dibu Martinez. En segundo lugar, en varios momentos y escenarios la gente entonó “Muchachos”. En esas situaciones, cuando
alguien encendía la chispa empezando a entonar la canción, al instante contaba con cómplices que se sumaban al canto. En tercer lugar, se pueden reconocer constantes comentarios de las bandas. Por ejemplo, la banda uruguaya No te va a gustar (NTVG) saludó con un “salud, campeones del mundo”.

Por su parte, Turf cerró su show con el grito “aguante Argentina la concha de la lora” mientras pasaban imágenes de la Scaloneta por detrás. En un sentido similar se expresaron Catriel y Paco Amoroso que terminaron su espectáculo con el grito de “dale que somos campeones guacho”. En las dos jornadas hubo muchas situaciones parecidas, pero entre todas esas, quisiera destacar a un momento del show Ciro y los persas.

La banda pasó imágenes de la Scaloneta y sobre todo de Messi en las pantallas gigantes, mientas estaba tocando “Luz”, tema que dice entre otras cosas “El tiempo enseña nuestro andar, para el que quiera
escuchar, para quien no deja atrás lo que soñaba (…) muéstrame tu luz, yo te mostraré
mi luz, no ha sido en vano imaginar un día de gloria, el tiempo enseña nuestro andar,
Y aquel que quiera saber, sabrá que se elige ser digno o escoria”. Recordemos que ellos tocaron en Qatar en un “fanfest” argentino durante el mundial. Evidentemente, el
Mundial sigue movilizando.

Todo show es político

Sin caer en una burda versión del “todo es política”, creo poder decir que el CR 23 estuvo fuertemente atravesado por “lo político”. Además de grandes y contundentes
demostraciones, se pueden mencionar “pequeños gestos”. Por ejemplo, en el show de El plan de la Mariposa se invitó a cantar un tema a Panchito, un admirador disca de la banda quien al terminar la canción terminó gritando “aguante el rock”.

Al verlo en el escenario no entendía bien que era, pero algo me llamaba la atención. Después reflexioné que quizás desde la gira musical de León Gieco junto a Mundo Alas en los años 2007 y 2008 no se veía alguien en sillas de ruedas en un escenario de rock. La visibilidad de la diversidad corporal de las personas no es algo común en el rock. Estas actitudes suman a reconocernos en la diversidad, incluyen. Sin embargo, en el festival no hubo solo “gestos”. En ambas jornadas existieron múltiples declaraciones políticas explicitas.

Veamos ahora algunos los comentarios de artistas, las canciones y también los show más politizados del CR.
Si bien el festival pareció dar poco tiempo a cada artista, en varios shows se las han ingeniado para expresar sus opiniones. Por ejemplo, Fito Paez además de emocionar con su repaso del disco El amor después del amor, tocó temas como Tercer mundo y se hizo de espacios para compartir ideas como “La grieta no la inventan los medios. Es propia del ser humano. No hay que tenerle miedo”.

Páez, hace ya algunos recitales viene invitando a pensar la “grieta” como un motor de la Historia y no como un mal coyuntural. Ahora, es indudable que donde más se expresó la politización es en los repertorios elegidos. En canciones constantemente aparecieron frases e ideas de fuerte contenido político. En este punto también se hace imposible realizar un repaso completo así que solo mencionaré algunos casos que me parecieron destacables.

En NTVG por ejemplo se pudo escuchar “quiero creer que no estamos a la venta”. En el recital de Skay, además de los clásicos ricoteros como “Nuestro amo juega al esclavo”, sonó “No nos resignamos. Somos la humanidad en marcha”. En el momento de Ciro y los persas se pudo disfrutar también de clásicos (en este caso, piojosos) como “El Balneario de los doctores crotos”, pero también rarezas como un fragmento de “Juana Azurduy” de Ariel Ramirez y Felix Cesar Luna y que popularizará Mercedes Sosa.

Por último, en Las Pelotas la gente vibró con temas como “La mirada del amo” y “Esperando el milagro”, pero el cierre (de su show y en parte, del festival) con “Capitán América” pareció una elección política bella y justa. Ahora, si me propusieran hacer un podio de los espectáculos más politizados que vi en este CR me parece que el tercer puesto estaría peleado, pero sin dudas, quienes estarían en el puesto 1 y 2 serían Lila Downs y Trueno.

Lila Downs arrancó con “Yo vengo a ofrecer mi corazón” y entre sus canciones compartió mensajes feministas, en favor de la Patria Grande y en defensa de la Pachamama. Su show, quizás el menos rockero que vi en las dos jornadas fue tal vez el que mejor espíritu rebelde mostró y para gente como quien escribe, esa es una de las cualidades del rock que más gusta. En un sentido similar, disfrutar a Trueno fue estar en medio de una expresión artístico – política. El joven de La Boca repartió mensajes para la juventud, en favor de lo colectivo, de cierto nacionalismo popular y cerró con toda la potencia agitando su tema “Fuck el police” denunciando la violencia institucional.

La gente y su diversidad en el CR: “Yo dije sí, pero no…, pero no tanto”

Muchas veces se dice que un festival es su gente. No sé si es tan así, pero lo que es indudable es que el público de cada espectáculo dice algo sobre el mismo. Durante los dos días pude observar ciertas diversidades y algunos rasgos más bien homogeneizadores. También me parece importante destacar elementos que me han llamado la atención. La diversidad del festival es una característica que se destaca desde la organización del CR. Y es evidente que una base existe para tal enunciación. En el festival se expresaron heterogeneidades en términos etarios, sexo-genéricos, de estilos musicales y de looks.

Recorriendo el predio cualquier persona podía distinguir una variedad de “tribus urbanas”. Quizás el ejemplo más claro haya sido la del espacio de blues. Ese escenario fue el único que mantuvo un solo estilo por lo cual su público fue menos variado que el de otros escenarios. Es más, podría afirmar que a veces en cada show se veía una composición diferente de público. Por ejemplo, en la primera banda que vi el día sábado (Synopsis) se destacaban sus personas amigas y familiares del grupo, pero en el espectáculo siguiente (Lara91k) la composición de gente cambió y no solo llegaron más personas sino que sobre todo, arribaron al pie del escenario jóvenes y mujeres quienes tomaron el centro de la escena. Algo similar sucedió con la presentación de Paz Carrara.

Dicho lo anterior, quisiera plantear que la diversidad del festival no pasa de ser una media verdad ya que la diversidad del CR no es para nada ilimitada. Al pensar en clases sociales la cuestión se complejiza. En ambos días, fue difícil ver a personas del pueblo pobre en el predio. Teniendo en cuenta la dimensión socio-económica, el público del festival fue menos diverso que lo promocionado. Seguramente por el lugar y el costo de la entrada es difícil afirmar que CR es un festival para todas las personas. Hay una porción importante de la sociedad que solo podría haber llegado ganando algunos de los sorteos que se hicieron.

También por una razón positiva se podría decir que la gente que fue al festival no fue un fiel reflejo de la sociedad: posiblemente el sentido común del público haya más progresista que el conjunto social. En varias ocasiones pude escuchar conversaciones en donde se expresaban ideas que no se escuchan en todos lados. Por poner un ejemplo, en el viaje de ida el grupo de chicas que estaba al lado mío discutió un tiempo largo sobre el cuestionamiento a las relaciones tóxicas y la importancia de ir más allá del aspecto estético de las personas.

Ahora, en otro orden de cosas quiero destacar la vigencia del rocanrol como amplio movimiento popular. En el “escenario norte”, el primer día, se lo notó vivo. A pesar de que efectivamente existe una diversificación de géneros musicales relacionados al rock, el rocanrol no parece haber fenecido ni nada por el estilo. Tantas veces se ha dicho en los últimos años que el rock ha muerto y post CR podría decir: “Los muertos que vos
matáis gozan de buena salud”. En mi caso, lo de Ciro y los persas fue impactante por lo masivo, pero desde Guasones me pareció indiscutible esa vigencia. Ya no acríticamente como quizás hace 20 años, pero este movimiento artístico – político – social me interpela. Estar ahí por ejemplo, me hizo recordar a Sol Vignolo (joven militante asesinada en la tragedia de Circunvalación). Pensé que seguramente ella hubiese estado emocionada como yo en ese contexto de fiesta y rocanrol.

Mientras estaba en el predio me preguntaba: ¿Porque será que sigue vivo el rocanrol? Y atiné a pensar una hipótesis. Este movimiento refleja algunas cuestiones profundas de los conurbanos del país y que por lo tanto, sigue siendo canal de expresión e identificación para sectores populares. Y lo más destacable me parece que es lo siguiente: logran eso apoyándose, en general, en características positivas de las personas. Por eso, tal vez estar en medio de un pogo, saltando con gente desconocida haga sentir que ahí puede haber un germen de resistencia al avance de la derecha en el país. Es un sentimiento, pero también una experiencia corporal que nos parece indicar: el rock puede ser trinchera.

Un rasgo positivo de este movimiento es el de la preocupación por los cuidados. Lo intentaré graficar con dos ejemplos. Antes del recital de Ciro y los persas una chica del público se desmayó e inmediatamente la gente que estaba por ahí se organizó para garantizar la colaboración colectiva. Se abrió el espacio de personas amontonadas y se empezó a convocar a algún profesional de la salud. Frente a la tardanza de la llegada de
alguien de la organización, se logró que llegué y la atienda una persona del público. Algo similar pasó en el colectivo de vuelta a Córdoba del domingo cuando otra persona se descompuso y más de la mitad del colectivo se organizó espontáneamente para ayudarle. También se le dio espacio y se abrió la puerta de atrás para que le pueda llegar aire. Estos dos casos reflejan un elemento en la cultura del rocanrol: la solidaria frente a la indiferencia.

Sin embargo, obviamente la persistencia de este movimiento no solo expresa cosas positivas. También existe la “cultura del aguante” y/o del “reviente”. Esto también se pudo observar en el CR. Por ejemplo, durante el recital de NTVG un grupo de 3 chicos y 2 chicas se pusieron a “bardear” muchas cosas en medio de la gente que estaba disfrutando el show de la banda uruguaya. Además de hablar gritándose mientras se agitaban los vasos de bebidas y se empujaba a la gente de al lado, se quejaban de diversas cuestiones sintetizando sus reclamos y disgustos en un “esto no es como La Renga”.

Por lo que pude entender este grupo solo quería ver a Divididos y todo el resto le parecía música despreciable. Más allá del momento incomodo que generaron para quienes estábamos cerca, esta situación me hizo pensar en algo más profundo. En la cultura del rock hay mucho de “ser yuta de las emociones ajenas”. De la mano de ciertas masculinidades parece existir una suerte de “rockometro” en donde podes ir calificando las vivencias del resto y la relación con la música de las otras personas. Esto se solidifica en cierta virilidad toxica y un sectarismo lascivo que debería tender a erradicarse. Retrasa mucho el “yo y mi banda tenemos aguante, el resto es basura”. La masculinidad tóxica del rock no solo se expresa en las múltiples causas de abusos y
violaciones de rockeros.

También, aunque de otra manera, es un elemento cultural que vive en el público. Por ejemplo, en los pogos o cuando los hombres pasan empujando como si no pudieran pedir “permiso”. En fin, el concepto de “rock chabón” sigue expresándose y si bien siempre fue problemático, ahora ya se ha cristalizado como conservador y reaccionario. En este punto, como el rey en cierto cuento, “el rock está desnudo”. El rock debe seguir renovándose o se pudre.

Arte y algo más en el CR. (No) “Es solo rocanrol"

Palazzo en diversas ocasiones admitió que el festival debe ser redituable. Este es algo evidente pero no por eso, menos peligroso. El arte y el negocio suelen ser elementos contradictorios. Como dice un clásico de Los Redondos “Cuando el billete hace que baila, la mierda corre y la traición también”. Un caso paradigmático es el del Woodstock 99 en donde la búsqueda de lucro de unos empresarios más una cultura patriarcal de hombres blancos norteamericanos terminaron en un caos desastroso y en un saldo lamentable.
En esta última edición del CR hubo cosas que me resultaron extrañas y otras, directamente problemáticas. Por ejemplo, lo raro fue ver instalada una pista de piruetas para bicicletas y motos. Aunque en ese espacio se hacían cosas impactantes, me fue imposible eludir la pregunta: ¿Que tiene que ver esto con nuestro rock?

Obviamente esta actividad estaba patrocinada por una marca trasnacional. En relación a la organización del evento puedo decir que en general, hubo aciertos organizativos y mayoritariamente los shows sonaron bien. Solo hubo algunos problemas técnicos en el “escenario sur” (por ejemplo, con Lara91k y Fito Paez). También en el segundo día, a lo largo de la jornada se fue retrasando la grilla (durante el primer día la puntualidad fue un elemento destacado). Un acierto a mencionar y que se viene repitiendo en los últimos años es el lugar. El
Aeródromo de Santa María de Punilla es un predio muy amplio y hermoso. Las sierras acompañando al costado del lugar dan un toque especial al festival.

El tema es que un evento en esa ubicación y con esa cantidad de gente implica ciertos desafíos delicados. En este sentido, se destaca el tema transporte, sobre todo en el trayecto del CR a la ciudad de Córdoba. Estos viajes, tanto el sábado como el domingo, fueron muy incomodos para miles de personas. En ambos días se tardó hasta 2 horas para avanzar las 10 primeras cuadras. El acuerdo con la empresa La Calera fue importante (salieron colectivos cada 10 minutos), pero se quedó corto y eso que según la organización del festival, el 80% del público sacó abono de los dos días por lo cual solo una minoría debió ir y volver del Cosquín a Córdoba.

Otro servicio que se podría haber mejorado es la conexión de internet en el predio. En algunos espacios era muy difícil poder comunicarse. También los puestos de hidratación y los baños que funcionaban bien al comienzo de cada jornada, pero a la noche ya eran otro tema. Por último, creo que en el afán de poner muchas propuestas en solo dos días terminó yendo en detrimento del disfrute. Quizás con un criterio más artístico que comercial esa cantidad de espectáculos debería haberse proyectado en más días.

La superposición de shows fue un elemento muy presente durante ambas jornadas. Por ejemplo, el domingo
a las 23 hs se presentaron Paco Amoroso y Catriel en el “escenario sur”, La Vela Puerca en el “escenario norte” y Babasonicos en el “escenario montaña”. También en este sentido se expresó Fito Paez quien se quejó y entre dos canciones se intentó escuchar que pasaba en otro escenario y tiró un “No queremos molestar la hermosa música de nadie” como crítica al amontonamiento de shows.

Unas últimas palabras

A lo largo de las líneas anteriores, intenté compartir una experiencia y algunas reflexiones que me despertaron las dos jornadas intensas de rock del CR 23. Lo busqué hacer dando lugar al disfrute, queriendo compartirle, pero sin perder el espíritu crítico. Indudablemente el festival es un evento que va mucho más allá de la música. Las ferias populares que se instalan varias cuadras antes de la entrada al predio lo hacen evidente así como también tantas otras cosas mencionadas.

Más allá de las críticas, el Cosquín es algo que sigue atrayendo. Creo que el encuentro humano en general es muy relevante, pero post pandemia esto se hizo doblemente fuerte. Juntarse con gente, haciendo algo placentero es algo indispensable en momentos tan complicados como el que vivimos. Ser parte de este tipo de eventos puede ser un gran remedio para no caer en la resignación y en el malestar que anda germinando por tantos lados. Pienso por ejemplo en el momento en el que Skay tocó del “Jijiji” y miles fuimos presas de un potente movimiento colectivo. En parte, por este tipo de cosas, en mi caso el entusiasmo logró vencer al cansancio corporal.

El carácter nacional-federal del evento también va en ese sentido. Comparto dos imágenes. Al acreditarme, al lado mío también lo estaba haciendo gente de un medio de Humahuaca (Jujuy). Por otro lado, a lo largo de ambas jornadas se fueron viendo banderas de muchas ciudades y provincias. Entre ellas, en el “escenario norte” viendo a Guasones se podía apreciar una de Ushuaia. Gente de todo el país viajó a ser parte de
este Cosquín. ¿Hace cuánto que no se encontraba gente de los sitios más alejados del país?

En fin, sorpresas, política, el rock haciéndose lugar y encuentros de miles y miles de personas son razones más que suficientes para valorar el festival. Mientras esperamos que este tipo de eventos cada vez sean más accesibles (teléfono para el Estado) y sin perder la visión crítica, habrá que seguir transitando y disfrutando los espacios que existan. Nada es blanco o negro. Al fin y al cabo, “la vida sin problemas es matar el tiempo a lo bobo” y en el rock pasa algo parecido.

Sociólogo. Doctorando en antropología. Investigando sobre "rock, sociología y política" y "estudios del trabajo", centralmente en relación a la economía popular. Militante popular.

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