Pedro Sanchez gana las elecciones en el España pero deberá fortalecer los acuerdos con Podemos e independentistas para gobernar, o abrir la puerta a un pacto con los liberales de Ciudadanos como exige la banca. La diáspora de la derecha rompió la unidad conservadora pero permitió la entrada de 24 diputados filofascistas a la Cámara Baja.
Tras un mes de vertiginosa campaña electoral en el estado español, las elecciones generales de ayer otorgaron la victoria al socialdemócrata Pedro Sanchez, quien ya habitaba el palacio de la Moncloa tras la moción de censura que eyectó al conservador Mariano Rajoy de la presidencia por corrupto, en julio del año pasado.
En una elección notoriamente fragmentada y lejos de la polaridad bipartidista que caracteriza el sistema democrático español, el 28,8% de los votos cosechados por Sánchez no son suficientes para conseguir las 176 bancas en el Congreso que otorgan la mayoría absoluta. Por el contrario, los 128 escaños socialistas abren el escenario a dos posibles pactos: un volantazo a izquierda con Unidas Podemos y formaciones independentistas, o bien un acuerdo con los liberales de Ciudadanos, que cuenta con la aprobación de la banca, los organismos de crédito y más de una venia de la Casa Real.
Si bien desde la formación morada de Pablo Iglesias, Unidas Podemos se han pronunciado a favor de un acuerdo para un gobierno "de izquierda", fuentes cercanas al presidente electo aseguran que no habrá pacto con ninguna formación. "No hay ninguna prisa, intentaremos un gobierno en minoría" aseguró la vicepresidenta Carmen Calvo. A pesar del júblio electoral por el posible acuerdo, la formación morada viene de perder 29 diputados a costa de la sangría interna y los rumores de ruptura entre el plenipotenciario Iglesias y el imberbe Errejón, al respecto de la candidatura en Madrid.
El triunvirato conservador y los diputados nazis
Fragmentada, incapaz de levantar cabeza tras los numerosos casos de corrupción y acorralada por el discurso demagogo y filofascista de VOX, la derecha tradicional del Partido Popular se ha dado un batacazo electoral de órdago. Tras perder la mitad de sus diputados quedándose apenas con 66, el cachorro pepero Pablo Casado deberá enfrentar las críticas internas de sus afiliados que ya suena a escarmiento.
Por su parte los liberales de Ciudadanos, ojito derecho de la banca europea han cosechado el mejor resultado dentro del espectro conservador aumentando su bancada de 32 a 57 escaños. Albert Rivera festeja y acalla el murmullo de un pacto con Sánchez, sin embargo la negativa de los portavoces de la formación naranja puede variar según lo ordene el dios mercado. Empresarios, banqueros de primera línea y financistas del partido abogan por un acuerdo con la socialdemocracia para evitar un gobierno por izquierda de PSOE y Podemos.
Y la frutilla -rancia- del postre electoral, la apoteósis de la demagogia punitivista, el populismo en su más elemental expresión: VOX ha llegado a las instituciones. La formación de extrema derecha ha conquistado 24 escaños que, si bien son bastantes menos de lo que esperaban, expresan políticamente un desafío a la democracia y la convivencia que podría implicar fuertes retrocesos en materia de derechos conquistados, especialmente para mujeres, inmigrantes e integrantes del colectivo LGTBQ.
La socialdemocracia... otra vez
Estas elecciones generales en España han contado con una participación histórica de casi el 75% del electorado convocado a votar. Los desafíos de esta legislatura no están vinculados solamente a la incapacidad manifiesta de los y las socialdemócratas a dar una solución política al soberanismo catalán -y por extensión al vasco, el gallego o el canario-, a la solución de la recesión, la desocupación estructural y la deuda pública, sino sobretodo a la necesidad de constituir una oposición efectiva ante el resurgir del fascismo.
Históricamente la centro izquierda española hoy encarnada en el PSOE y Unidas Podemos se ha topado sin franquearlo - por falta de voluntad política-, con el muro conservador compuesto por la Monarquía, los grandes bancos del IBEX-35 y la presión de la troika europea que, hoy mas que nunca se opondrá a cualquier aventura política que busque ampliar derechos sociales. Todo un desafío cuyos límites políticos conocemos de sobra, y cuyas virtudes tendremos que conquistar a brazo partido.
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