La pandemia de los chetos

El aislamiento voluntario recomendado por el gobierno ha puesto de relieve la vulnerabilidad de quienes no tienen hogar donde pasar la cuarentena, no trabajan en relación de dependencia o no pueden acceder al agua potable. Por el contrario, quienes sí gozan de privilegios han demostrado en los últimos días ser el principal factor de riesgo y contagio. La cuarentena como cuestión de clase. La irresponsabilidad como marca registrada de las élites locales

Foto Cortesía de Diego Bernardez

Tras un viaje de varias semanas en Estados Unidos el preparador físico de 40 años de edad Miguel Ángel Paz regresó a su domicilio sito en la calle Rosales al 2700 de la localidad de Olivos, en la zona norte de Buenos Aires. Paz decidió violar la cuarentena obligatoria dispuesta por el gobierno para todos aquellos que regresen de viaje de zonas de riesgo, por lo que el portero de su edificio Gustavo Granucci lo increpó y acto seguido recibió una tremenda paliza.

Carmela Houton es una diseñadora de alta costura de origen uruguayo. A principios de mes acudió a una boda con más de 500 personas tras ser diagnosticada con coronavirus. Ahora las autoridades sanitarias están contactando uno por uno a los invitados para garantizar que cumplan con la cuarentena obligatoria.

La cadena de Supermercados Día reconoció la semana pasada que uno de sus gerentes jerárquicos fue diagnosticado con el virus. A pesar de ello fue a trabajar seis días seguidos tras regresar de un viaje de negocios en Madrid. La empresa ha cerrado al público y puesto en cuarentena al personal de su oficina de Palermo donde trabajaba dicho CEO. “Solo tuvo reuniones con un grupo reducido de personas en la tarde del 5 de marzo (...) no ha estado presente en ninguna de las sedes, tiendas o centros de distribución declararon desde la empresa.

Cuarententa para algunos

Mientras aquellos que tienen la posibilidad de viajar a Europa -actualmente el principal foco de contagio a nivel mundial- regresan a Argentina y violan deliberadamente las disposiciones preventivas contra el virus, otra realidad viven aquellos que no pueden quedarse en casa, que no tienen acceso al agua potable para lavarse las manos o que simplemente no tienen donde quedarse.

Sólo en Buenos Aires hay 7251 personas sin hogar, de las cuales más de 800 son niños y niñas. Según datos de BAP (Buenos Aires Presente) aproximadamente 2000 personas acuden a albergues y paradores para dormir. “Las medidas de aislamiento social no funcionan con las personas en situación de calle porque no tienen dónde aislarse Si una sola persona se enferma el contagio es imparable” explica Horacio Avila de la fundación proyecto 7 a Cosecha Roja.

Prevenir el contagio es tan simple como quedarse en casa y lavarse las manos con frecuencia. A pesar de ello un puñado de integrantes de las elites locales demuestran su mezquindad, exponen al contagio a los demás y evidencian su falta de empatía y responsabilidad civil mientras una franja de la población queda, como siempre, a la deriva.

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