Élite: decime por qué cogés y te diré cuánta dignidad tenés

¿Por qué la dignidad de las mujeres se mide según lo que hacen de su vida sexual? ¿Por qué una mujer es digna si dice "sí" o "no" ante determinadas propuestas sexuales? En general, incluso desde posiciones feministas, se somete a prueba el "valor de sí misma" que tiene una mujer en relación a lo que hace de su vida sexual. Estas preguntas surgen tras una situación puntual que presenta en el penúltimo capítulo de la serie Élite.

No pretendo profundizar en un análisis de la serie española Élite. Solamente quisiera tomar una situación, incluso bastante secundaria en la que dos protagonistas se ven implicadas. Un disparador que sirve para reflexionar en torno a la mirada sobre la sexualidad de las mujeres que, podríamos decir, es hegemónica.

Cayetana, una de las protagonistas de la última temporada de la serie, luego de perder la oportunidad de estudiar en la escuela de élite Las Encinas, será la encargada de la limpieza del colegio. Comienza una relación complicada con uno de los estudiantes nuevos: el príncipe y diseñador de moda francés, Phillipe Florian. Éste llega a España con el objetivo de "limpiar su imagen", ya que huye de un presunto abuso sexual. Para no spoilear no diré mucho más de ese vínculo ya que es uno de los nudos de la 4° temporada.

Cayetana tiene talento para la moda. En el el penúltimo capítulo es invitada por Phillipe a una fiesta que él mismo organiza, a la que asistirá uno de los diseñadores jóvenes más importantes del momento. Ella tiene la intención de acercarle sus diseños, pero su plan no sale como lo esperaba, y él le ofrece subir a la habitación para estar “más tranquilos". Implícitamente la propuesta del diseñador apuntaba a tener algún tipo de relación sexual con Cayetana. En un primer momento ella accede, pero después de meditarlo, y mostrarse seriamente conflictuada, decide rechazar la propuesta y retirarse.

Ari, otra de las protagonistas, observa la situación desde lejos. Ella es hija del nuevo director de la escuela. Es aplicada, tiene cierto prestigio por su desempeño educativo y por supuesto, a diferencia de Cayetana, es rica. La relación entre ellas es algo tensa, ya que Ari la desprecia constantemente por la clase social a la que pertenece y la labor que desempeña en el colegio. Mientras que a Phillipe lo considera algo así como un depredador sexual. En ese marco, con estrategias entre manipuladoras y victimizantes, alerta a Cayetana continuamente sobre Phillipe. Sin embargo, no es ahí donde quiero detenerme. Simplemente, recuperar lo que Ari le dice a Cayetana luego de ser testigo de que rechazó la propuesta de enseñar sus diseños, suponemos, a cambio de sexo. Le dice: “Tienes talento y tienes dignidad”.

Cabe destacar que ya en las temporadas anteriores, hubo una situación similar pero con un personaje varón: Christian. Él accede a que uno de sus compañeros le realice sexo oral, Polo, quien le asegura conseguir que una fotografía de él sea la portada de una importante revista. Todxs reaccionaron más o menos igual: ¿Cómo iba a venderse por algo así? ¿Hasta dónde podía rebajarse para conseguir algo? Miradas que asumían, por supuesto, lo denigrante que es a para él hacer algo así.

Pero estas situaciones son aún peor vistas cuando se trata de las mujeres. Por supuesto, la dignidad de Cayetana se comprobó cuando aceptó el camino moralmente aceptable: no ser una puta. Entonces me pregunto ¿Qué pasaba si ella aceptaba la propuesta? ¿No tendría dignidad? ¿A quién o a quiénes hubiese fallado en esa decisión? Estas visiones reafirman las ideas más conservadoras sobre la sexualidad de las mujeres.

Su dignidad siempre será mayor si se acuestan con alguien sólo por amor, o sólo por calentura, pero nunca para conseguir algo.

Eso es aún impropio para las mujeres, ¿no? Confirma a su vez, que siempre serán juzgadas sobre esas decisiones. En última instancia, Cayetana podría haber aceptado y aún ser digna y tener talento. ¿Por qué excluirlas?

Esto no quiere decir que debería aceptar. Simplemente, se trata de problematizar posturas que basándose en miradas de ciertos feminismos, vuelven a atar el “valor” de las mujeres en relación a sus elecciones sexuales. También hay cierta perspectiva culpabilizadora: es ella quien tiene que hacerse valer por sí misma, es ella quien tiene que demostrar fortaleza e integridad lo más alejada posible del sexo.

Lo cierto es que las apreciaciones en torno a utilizar el sexo como instrumento para determinados fines, es un debate histórico dentro las filas feministas (aunque, claro, tiene repercusiones por fuera). En él, resuenan las posturas de feminismos pro-sexo, que defienden la liberación sexual y luchan por ella. Frente a los feminismos abolicionistas del trabajo sexual y la pornografía, que por el contrario, consideran que no es liberador sino degradante, esclavizante y patriarcal.

Esta última postura, suele responder a una posición puritana respecto a la sexualidad, como dice Marta Lamas: vista como un vector de opresión, peligro y persecución. Sin embargo, la autora da cuenta de que el intercambio de favores sexuales es una práctica ancestral. Hace referencia al uso del "capital erótico" de las mujeres, para conseguir determinadas cosas. En “el quid pro quo del tipo: ‘¿Quieres este papel en la película, este puesto en la fábrica o en la oficina? Pues te acuestas comigo’, es posible hallar una forma de consentimiento. Puede tratarse de un intercambio desigual, incluso desagradable, pero hay personas que obtienen algo a cambio”, plantea Lamas.

"¿Hay que acabar con eso? Tal vez, pero (…) faltaría antes redistribuir el capital económico y político que sigue mayoritariamente en manos de los varones”, dice Lamas. Entre otras modificaciones significativas que deberían suceder para garantizar mejores condiciones de vida a todxs. Este último punto, supongo que nos permite problematizar las posturas que idealizan las prácticas sexuales a cambio de algo. No habría por qué generalizar en que siempre son situaciones ideales, o por el contrario, siempre desagradables.

Se trata, más bien, de hacer el intento de sacarse de encima ciertos moralismos que se imponen sobre la sexualidad y sus usos. Moralismos que, desde mi punto de vista, reproducen visiones machistas sobre lo que hacen las personas con su sexo. Al punto de considerar que quienes lo utilizan para conseguir determinadas cosas, no tienen dignidad, y que según mi parecer, reproducen la clásica visión que se tiene de las putas.

Si hay quienes aceptan estas propuestas, en un marco consentido ¿por qué deslegitimarlas? ¿por qué estigmatizarlas?

Licenciada en Comunicación Social, Universidad Nacional de Córdoba. Redactora en Enfant Terrible y autora de numerosos artículos publicados en distintos medios.

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