El pueblo a la calle: “¡Ya somos campeón mundial!”

Lo de ayer ya es inolvidable. En la ciudad de Córdoba los festejos fueron una fiesta absoluta con sus propios atractivos: el “nuevo deporte nacional” de escalar postes, la lluvia sin nubes y el agua que nos hace bien, la repetidora “muchachos”. También los cantos xenófobos y transodiantes que ojalá se olviden y una alegría que nos come mientras esperamos la llegada de la Selección y la tercera
Foto: Juan Cristian Castro para Enfant Terrible

“Esto va a quedar para siempre en la historia”, decían ayer cientos que entre abrazos y sonrisas pasaban mirando hacia todos lados, en un sinfín de interminables saludos que se repartían con felicitaciones: “¡Dale que somos campeones!”. El sufrimiento de hace unos momentos había quedado para la anécdota, en algún rincón que ya no importaba.

En el Patio Olmos la fiesta era absoluta. Apenas había terminado el partido y la fuente estaba repleta, dándole el sol al agua y a decenas de banderas moviéndose, sostenidas por los torsos desnudos, una imagen inolviable. Así como la fuente era el punto, también lo fueron los tantos postes de luz y semáforos que tuvieron uno que otro alpinista que hacia levantar las cabezas al cielo al resto, entre el asombro, el aliento y el miedo: “este debería ser un nuevo deporte extremo nacional”, tiró una chica para desconstracturar.

Fueron tantas las secuencias, los disparos imaginarios retratados, con alguna silla de ruedas al aire y su conductora arriba, aplaudida y siendo protagonista, las gigantografías de Messi y el "Dibu", una que decía “haceme un hijo, te lo pido por favor”, pequeña síntesis cómica de la maternidad deseada y la pasión. La espuma del carnaval que hacía parecer que se adelantó febrero, el camión verdulero colmado pasando por el medio, “¡Dale primo!”, le gritaban a uno que estaba colgado.

Foto: Juan Cristian Castro para Enfant Terrible

Caminar, caminar y caminar entre la gente era como darse cuenta que había aventuras para elegir, desde Plaza España hasta la Cañada y el boulevard San Juan, por Vélez hacia arriba y hacia abajo, cada rincón era una zona con su atractivo, bombo y platillo, redoblante o vuvusela. Quedarse en una ronda era para elegir llevarse una anécdota.

¿Cuándo llueve sin lluvia? Para fortuna de quien pasara sobre la vereda de Yrigoyen, entre San Juan y Montevideo, había unas muchachas que se tomaban el trabajo de cargar un balde con agua y tirarla desde una ventana, disfrute tan único, como una manguereada, que en cuanto cesaba sólo se ponía peor: “tiranos agua la puta que lo parió”, pedía el clamor. También pensar, mientras la gotas caen, qué costoso este disfrute con localidades enteras en Punilla con crisis hídrica, ojalá lloviera un poco más.

Hablando de lo preciado pero que no estaba gastado, el canto de los “muchachos” hasta se volvió tema de discusión, que “ya somos campeón mundial” y más de una remera de la Selección tenía dibujada con tinta la tercera. Pero no importaba ya haber ganado, el canto ya estaba popularizado, no había tiempo de coordinar para entonar un reversionado, sonó como repetidora, inagotable, con más fuerza, con menos, por lo bajo, a lo lejos, siempre, todo el tiempo. “Ahora nos volvimo' a ilusionar”.

Foto: Juan Cristian Castro para Enfant Terrible

Pero por fortuna se hizo popular un canto que habla de los pibes de Malvinas, del pueblo, el Diego y la ilusión, y ojalá nos diera la complicidad para no entonar cánticos transodiantes y xenófobos como el canto repugnante que ganó adherentes por su patrón discriminante, que se instaló también gracias a los medios de comunicación hegemónicos y la televisión. Pero no culpen al fútbol, esto sucede desde mucho antes. Ojalá nos diera la complicidad para hablar de lo afro y el colonialismo de Europa, de los trava y el fútbol, del amor y la esclavitud, y hacer canciones que no sigan alimentando odio. Sino “miren, corran la bola”, en Argentina discriman como idiotas.

Ojalá en adelante cantemos, pero para que las Malvinas sean argentinas como la tercera y haya más mesías que nos hagan ilusionar, porque entre guerras y pandemias, entre colonialismos y odio repartido, todavía existen las revoluciones y la alegría en esta parte del mundo. Argentina festeja, y más allá del nacionalismo, sabiendo desbibujar fronteras, reparte su anécdota por el mundo entero.

Recordamos, reciclamos y aprovechamos la felicidad, mientras esperamos a mañana la llegada de la Selección con la tercera al Obelisco, aunque no estaría mal un vuelta olímpica nacional.

Casi psicólogo de la Universidad Nacional de Córdoba. Escribo y reniego. A veces hago fotos pero, no soy fotógrafo.

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