Cuando se abrieron las alamedas: 3 años del estallido social en Chile

Entre diciembre de 2019 y enero de 2020 recorrí la región central de Chile cubriendo el estallido social que hoy cumple tres años. La emergencia de un proceso que desnudó, a golpe de cacerola, piquete y barricada, las enormes deudas de la democracia neoliberal. Un día como hoy Chile se miró al espejo y se vio con cara de indio, de mujer, de estudiante, de travesti, de jubilado, de cabro chico de pobla. Con un libro de Lemebel y con Victor Jara de fondo, el país vecino cambió para siempre y en ese proceso, nos cambió a todos.

Lo primero que hice cuando llegué a Santiago de Chile fue pararme en la esquina de la estación Pajaritos y mirar todo a lo largo la interminable y mítica Alameda. Era diciembre y hacía calor. También hacía dos meses que el país permanecía en una ebullición social permanente. Sobre la pared pintada de un puente de cemento, una consigna contra el racismo institucional jaqueaba la lógica mono-tono del verde uniforme de Carabineros de Chile: "Paco hueón, igual eri mestizo".

Durante más de un mes recorrí la región central de Chile, registrando cómo el estallido social que hoy cumple tres años, sacudía las estructuras de una democracia heredada de la dictadura y acusaba con más o menos razones, los fracasos políticos de la centroizquierda de las últimas décadas. Las fotos que ilustran esta columna son algunas de las que capturé aquel verano. Un testimonio de las muchas deudas, de la mucha rabia de lo mucho que pasó y pasa en Chile.

De aquellas noches recorriendo Santiago y Valparaíso, escapando de las Fuerzas Especiales, visitando Liceos ocupados, acompañando a los cabros de Primera Línea y visitando las asambleas populares de las poblas, publiqué en 2020 el libro "Crónica del Estallido", que puede encontrarse con descuento para la comunidad Enfant Terrible en la librería cordobesa La Hojarasca.

Un libro raro, que monta a la vez un caballo narrativo y una yegua fotográfica. Un artefacto que no es fotolibro ni es crónica. Una cosa que es, ante todo, un ejercicio que me permitió poner en palabras lo mucho que cambió -y que me cambió-, ese estallido social. También, sin dudas, un homenaje a Mauricio Fredes, muerto durante las protestas en las inmediaciones de Plaza Dignidad los últimos días de 2019, y cuyo funeral registré a pedido de sus amigos y familiares, antes de que fuera interrumpido por un ataque injustificado de Carabineros.

Treinta y tres años sin justicia, reparación y dignidad

En 2019 Chile se miró al espejo y se vio con rostro de mujer, con rostro de indio, con tradiciones prestadas de pueblos extraños que odian y temen lo que realmente hay del otro lado de la cordillera: un mestizaje plebeyo que viene en malón a reclamar su dignidad

Aquellas barricadas abrieron el camino a las batallas que después tuvimos que encarar: Plebiscito de Entrada, Convención Constitucional, Elecciones Generales, Plebiscito de Salida. Ahora el desafío de gobernar sin traicionar esas demandas. Mientras tanto, la pelea simbólica sin fin: ¿Plaza Baquedano o Plaza Dignidad? Desde siempre, la deuda con los pueblos originarios, con las mujeres, con las disidencias, los estudiantes, los jubilados.

El tiempo no sobra y los errores de hoy tienen político un costo muy alto. La falta de voluntad política, la pereza o las "razones de Estado" no son un argumento para no satisfacer las demandas que el estallido puso sobre la mesa

Como dice Juan Elman en su libro recién salido del horno, "Nada será igual" después de aquel estallido. Un libro que recomiendo por su enorme lucidez, su amplio despliegue narrativo y su capacidad de hacer las preguntas adecuadas frente a un proceso que a nadie dejó indiferente. Nada será igual. Sin dudas.

Periodista y fotógrafo. Edito, escribo y leo. No siempre en ese orden.

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