Cristina modo Evita: haciendo cantar los truenos en Plaza de Mayo

Más de 500.000 personas demostraron una vez más que Cristina Kirchner es una referencia para millones y un factor central en la política nacional. Sin embargo, el acto no fue, como muchos esperaban, la ocasión en que la vicepresidenta señalara un delfín para estas elecciones. Los aplausos y los truenos sonaron cuando, en modo Evita, trató de “otarios” y “mamarrachos” a la Corte y la oposición.
Fotos: Lautaro Palacios

“Nunca les tuve miedo, porque yo siempre creí en el pueblo...”
Eva Duarte

El sol brillante que hace al típico “día peronista” no se hizo extrañar, con la tormenta encima la gente se notaba feliz igual, “feliz de volverte a ver” decía una bandera. Las gotas pesadas comenzaron a caer momentos antes del inicio del acto y sólo se detuvieron por unos instantes, mientras sonó el himno nacional. El pronóstico del clima ya se sabía, pero las más de 500.000 personas en la Plaza demostraron una vez más que Cristina Kirchner, viva o muerta, es y será una referencia, no para miles, sino para millones que no les importa el viento, la lluvia y el frío, estarán. De todas las edades, de todas las latitudes.

Los rayos y los truenos, el eco de la voz entre los edificios que miran a la Plaza y el rostro de Néstor flameando sobre un trapo colgando, hicieron del acto mucho más de lo que cualquier show de luces y sonidos podría lograr. A la lluvia se sumaba el pedido a los gritos de “¡bajen los paraguas!”, porque aunque había 40 metros de distancia y Cristina apenas se veía, los paraguas abiertos arruinaban la visual de las gotas retumbando en las cabezas mojadas: “¡Si nos mojamos nos mojamos todos, compañeros!”.

Aunque no cumplió con la expectativa de una mayoría que, de izquierda a derecha, esperaba la designación de un sucesor. Para muchos, la imagen de Wado de Pedro junto a Sergio Massa durante el acto dijo más que un discurso. El Operativo Clamor, al son de “Cristina presidenta” y “una más y no jodemos más” quedaron más como anhelos que como hechos concretos. Fue tal vez lo más coherente considerando la postura que mantuvo hacia el final del acto: “basta de perdile al otro cosas que nosotros no estamos dispuestos a hacer, hay que romperse lo que hay que romperse y lo tenemos que hacer todos y todas”.

Entre el recuerdo de Néstor y la llegada al gobierno en 2003, el programa político que en su momento logró los salarios más altos de América Latina, la industrialización e incorporación de tecnologías propias y el pago de la deuda privada “centavo por centavo”, hizo un piso para críticar a los que piden a gritos el achique del Estado.

La sensación es que Cristina se apoyó en el movimiento y en el ser militante, reivindicando lo kuka y lo peruka, en que “nunca fui de ellos, ni lo voy a ser, hagan lo que hagan, me quieran matar, meter presa, nunca voy a ser de ellos. Yo soy soy del pueblo y de ahí no me muevo”.

La contraparte fue la adjetivación de “otarios y otarias que hablan de democracia, republicanismo y Constitución” de la derecha política, el trato de “verdadero mamarracho” a la Corte Suprema de Justicia y la furia contra las “boludeces que se dicen todos los días en los medios de comunicación”. Mencionando en una sóla ocasión a todos los opositores sin filtro, tal como hacía Evita al despotricar contra la “soberbia de la oligarquía”.

Los “tres o cuatro puntos” del programa según su visión de país -contra el cogobierno del FMI, desprimarización de la economía, mirada estratégica sobre los recursos naturales, alianza público-privada, restablecimiento del pacto democrático y reforma judicial- fueron planteados en la misma medida que la necesidad de “construir organización, profundidad territorial, profundidad sectorial en los sindicatos, en las fábricas. Una sóla persona no puede, tiene que haber organización, tiene que haber cuadros que toman la posta y lleven adelante el programa de gobierno que necesita la Argentina”.

De nuevo, una sensación. La de un encuentro entre la historia y un nuevo capítulo, donde la centralidad política de Cristina y parte de ese personalismo que la enaltece, continúan, pero frente a la eminente necesidad de ingresar en una nueva faceta para fortalecer al movimiento peronista, así como a la política democrática en su integralidad.

Pero también, que aún quedan discusiones por profundizar. Los debates ya no son los mismos que a principio de siglo, y por ejemplo, la alianza propuesta por CFK entre el sector público-privado tampoco contempla un actor que viene siendo clave en la política argentina como son los movimientos sociales y de la economía popular.

Por otro lado, Vaca Muerta y la megaminería de litio no pueden despegarse del radar de la crisis climática donde el agua es un bien cada vez más escaso (tal como demuestra la sequía histórica), por lo que no sólo deben considerarse estratégicos los campos con cereales, hidrocarburos y minerales. No puede despegarse la discusión de los “recursos” y la industrialización, con la de soberanía ambiental y sanitaria. Mientras tanto, la presencia y diálogo constante con el Fondo es un hecho, junto a la profundización del extractivismo para pagar la deuda, pero la redistribución del ingreso no.

Casi psicólogo de la Universidad Nacional de Córdoba. Escribo y reniego. A veces hago fotos pero, no soy fotógrafo.

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