Cambiar todo para que no cambie nada

Tras la remoción de la cúpula policial de Córdoba por el asesinato del joven Correas asumió como como máxima responsable de la policía Liliana Rita Zárate Belletti. Desde su nuevo cargo declaró que casos como el de Blas "no volverán a suceder" mientras en el actual cuadro de aislamiento social la policía de Córdoba suma decenas de casos de abuso, gatillo fácil, encubrimiento y causas armadas.

La presunción de inocencia es un privilegio de clase. Esa es la principal característica que define al "protocolo" con el que se manejan las fuerzas de seguridad y la policía de Córdoba. Los casi 20 disparos que terminaron con la vida de Blas Correas la madrugada del pasado jueves y el posterior operativo de mentiras y encubrimientos retratan de cuerpo entero esta lógica hecha de racismo, represión, impunidad y violencia. Un mecanismo que desde siempre aqueja a los barrios populares y a veces, por error, pone el objetivo en las clases medias o altas.

Es entonces cuando se toman medidas. Las vidas que importan, las vidas llorables, aparecen en la portada de los medios hegemónicos y el mecanismo de impunidad y muerte comienza a crujir. Tras el fusilamiento de Valentino Blas Correa, el gobierno de la provincia dispuso el desplazamiento de la cúpula provincial. Los comisarios Gustavo Piva, Rubén Turri y Gonzalo Cumplido pasaron a retiro y en su lugar asumió Liliana Rita Zárate Belletti que lleva 31 años de servicio.

Resulta inevitable preguntarse porqué no sucedió lo mismo con Lautaro Torres, con Ezequiel Barraza, con Ismael Sosa o con cualquier otra víctima de las balas policiales de los últimos años. En su libro Marcos de Guerra, la filósofa feminista Judith Butler habla de los modos en que la cultura regula las disposiciones afectivas "a través de un encuadre selectivo y diferencial". Según este enfoque "la comprensión y aprehensión de la precariedad de una vida conduce a una potenciación de la violencia. La percepción de la vulnerabilidad física de cierto conjunto de personas provoca el deseo de destruirlas".

Así las cosas, la nueva conducción de la Policía de Córdoba pretende ser garantía de un nuevo paradigma protocolar de las fuerzas de seguridad, que sólo en los meses que llevamos de aislamiento social obligatorio se han cobrado 5 víctimas además de Blas Correas, todas ellas en barriadas populares del extrarradio capitalino. "Si hay que cambiar algún protocolo o alguna cuestión que tenga que ver con la formación, seguramente se cambiará" destacó la nueva Comisaria Mayor.

Una mujer a cargo de una de los cuerpos de policía más cuestionados e impunes del país no parece ser una decisión azarosa. El ministro de seguridad Alfonso Mosquera acusó recibo del costo político que podía tener el fusilamiento de Blas y promocionó el ascenso de Liliana Zárate. Ciertas perspectivas -obtusas- fruto de un feminismo conservador e institucionalizado aplaude la medida que, no obstante, viene a blindar políticamente al gobierno de Schiaretti, cambiando todo para que no cambie nada.

Periodista y fotógrafo. Edito, escribo y leo. No siempre en ese orden.

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