Aquel verano del 36

Un día como hoy hace 83 años daba comienzo el levantamiento militar que hizo estallar la Guerra Civil Española. A las 05.00hs del 18 de julio de 1936 un comandante africanista, resentido contra el gobierno republicano inició un baño de sangre que marcaría para siempre la cultura política española. ¿Cómo fueron las 24 horas previas al estallido de la guerra? Acá un resumen

Era la madrugada de un sábado de verano. El por entonces comandante Franco fue enviado a las Islas Canarias, muy lejos de la península, como castigo por su pésimo desempeño como responsable militar durante la Guerra del Rif y su enemistad reconocida con el gobierno de la República Española.

En Las Palmas de Gran Canaria asistió vestido de civil y con el bigote afeitado, al entierro del general Amado Balmes. Aquel militar de origen aragonés había muerto días atrás en misteriosas circunstancias mientras limpiaba su pistola, tras oponerse tajantemente a alzarse en armas contra el gobierno -caótico pero legítimo- de la República. Con Balmes fuera de escena, Franco tenía vía libre para encabezar el alzamiento.

A las 05.00 am del 18 de julio Franco aborda el avión Dragon Rapide que lo llevaría directo a Melilla donde espera poder reunir a los llamados africanistas, el sector del generalato español que venía de ser derrotado militar y políticamente en su intento de sostener el protectorado marroquí bajo dominio español. Con el resentimiento contra la república y todas sus facciones como bandera, los africanistas como Yagüe, Mola o el mismo Franco esperan poder invadir la península desde el sur aunque el objetivo no es restablecer la monarquía de inmediato sino establecer un régimen cuya matriz ideológica es un amalgama vetusto de concepciones religiosas de la política, delirios místicos medievales sobre la cristiandad y un ferviente anticomunismo corporativo y oligarca.

Atardece en Sevilla. Junto al Río Guadalquivir se van formando los V° y VI° Regimientos de Carabineros al mando del infausto general Gonzalo Queipo Llano, que llama al levantamiento de los españoles de bien y reúne voluntarios en el centro de la ciudad. Apenas un puñado de falangistas locales acuden al llamado y que se adueñan de las radios locales para retransmitir una y otra vez - Queipo de Llano será famoso por utilizar la radiodifusión como arma de presión psicológica durante la guerra- el bando de declaración de guerra.

El gobierno de la República, lento, caótico, es incapaz de responder con decisión y rapidez al levantamiento. El Frente Popular aqueja más divisiones de lo conveniente y la grieta entre fracciones está escrita con sangre: la masacre de los obreros asturianos de 1934, la matanza de cientos de jornaleros anarquistas en Casas Viejas, y las numerosas huelgas obreras de Catalunya y País Vasco hacen crujir la alianza. Republicanos liberales y conservadores, anarquistas, socialistas y comunistas cada uno por su lado, dibujan el panorama de la izquierda de aquella España estaba a punto de sucumbir a la vorágine de la violencia fratricida.

Es de noche en el palacio de gobierno, el presidente el Consejo de Ministros Santiago Casares Quiroga se muestra vacilante y termina por dimitir. Las fichas rojas y azules se van decantando en función de las lealtades, las conveniencas, los intereses mezquinos o la simple facilidad de la grieta binaria. Reina el caos en el gobierno mientras los obreros se autoorganizan para defender el efímero gobierno que por primera vez en siglos, los tuvo en cuenta. A la madrugada, el levantamiento se extiende por Valladolid y Burgos donde el General Yagüe, el carnicero de Badajoz, se relame ante la inminente masacre de rojos y marxistas de la ciudad.

En menos de 24 horas aquella asonada militar hizo crecer la sombra de la guerra, que arrojó a España al fondo del capítulo más sangriento y de mayor importancia en términos políticos globales de su historia moderna. Una guerra que duraría 3 años pero cuya herencia política puede leerse como una marca indeleble en la cultura política actual, con sorprendente facilidad.

El proyecto de una España republicana, liberal, ilustrada y con cierto grado de justicia social fue un fracaso cuya responsabilidad no puede entenderse solamente por la audacia de un general poco respetado como militar y con fama de intrigador palaciego, sino, quizás también en la eterna vocación balcánica y atomizada de la izquierda. Pero esa es otra historia.

Periodista y fotógrafo. Edito, escribo y leo. No siempre en ese orden.

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