Sean eternos los laureles

Suenan bombos y estallan cohetes y bengalas en todo el país; Argetina ganó la copa del mundo. En todo el país se festeja a Messi, al Dibu, a la Scaloneta en esta fiesta que ya no es solo fútbol, sino catarsis colectiva de los dolores y tristezas propias y ajenas.

La selección argentina se consagró campeona del mundo por tercera vez en la historia y la alegría es total. Tras 120 minutos de sufrimiento cardíaco, la definición por penales nos catapultó a la victoria. Argentina recibirá a la scaloneta en la madrugada del martes y se prevé una convocatoria en el obelisco porteño para festejar junto a los campeones.


Treinta y seis años después de aquel mítico México ‘86 volvimos regar de gloria nuestro suelo. Las calles de todo el país son un caudal de alegría y pasión, porque íntimamente sabemos que es mucho más que “solo fútbol”. 

Nuestro festejo es una catarsis colectiva hecha pelota y gambeta, una revancha histórica con las potencias del norte político. Una alegría plebeya y popular alejada del negocio grosero del fútbol moderno. Una felicidad merecida, que alivia la terrible carga de las desigualdades y las injusticias de la patria. Un canto deliberadamente vulgar, decididamente maradoneano que no busca la aprobación moral ni estética de nadie y que invita a sentir. Pura pulsión emocional y desenfreno. 

Somos el equipo de redacción de Enfant Terrible: el resultado de millones de años de evolución aglutinados en este irreverente existir.

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