Era tan pobre que ni nombre le pusieron los dueños de los grandes medios hegemónicos. Dormía con su barriga hinchada de hambre y de embarazo en las galerías del viejo Cabildo de la Ciudad de Córdoba. Murió de frío y de pena, de desidia, de abandono y de pobreza durante la mañana de ayer en plena Plaza San Martín. Los defensores de las dos vidas no anunciaron marchas, ni campañas, ni nada en su memoria
Foto de Diego Bernardez
Tenía 26 años y su casa era un colchón mugriento tirado sobre el adoquinado congelado que recubre la Plaza San Martín. De noche se acurrucaba con él y con su hijo menor de edad para darse calor. Entre ellos, una panza abultaba su quinto mes de embarazo.
- La noche anterior ella ya se sentía mal
Cabizbajo y con la mirada resignada, su compañero hablaba con los medios en la fría mañana gris. En los días previos nadie se acercó a preguntar como estaban o si necesitaban algo. A 200 metros del colchón ennegrecido y las mantas mordidas por el frío que son toda la fortuna que supieron conseguir, hay dos iglesias y una catedral. Ningún sacerdote, ni monja, ni feligrés bajó de su torre de piedra y oropeles para lavar los pies sucios de la mujer que agonizaba a las puertas de la casa de Cristo, en la ciudad de los jesuitas.
- Era usuaria del neuropsiquiátrico provincial y estaba bajo tratamiento
Declaró ante los micrófonos una funcionaria provincial, como atajando su incompetencia supina, su desidia estructural, su particular cuota de culpa.
- Estaba loca es lo que interpretan los espectadores, que comen su fast food en horario pico.
Los titulares insisten que de los 500 indigentes que vagan por la ciudad vacía y helada, a merced del virus que todo lo invade y todo lo mata, "el 70% han sido reubicados en albergues o devueltos a sus lugares de origen". Las buenas gestiones de la gobernación. Las buenas intenciones del poder.
Pero ella no. No quiso ser trasladada, no hubo caso. Quien sabe a qué tormentos domiciliarios la obligaba este encierro aséptico y brutal, a qué otros virus se exponía su cuerpo y mente en pos de evitar el contagio de coronavirus. Nadie preguntó si el abuso y la violencia física eran su escaso pan de cada día, si los programas de atención a las personas en situación de calle contemplan la violencia estructural en que están inmersos quienes viven bajo los puentes, en los callejones profundos o frente a las iglesias de piedra centenaria.
- Una hora estuvo el equipo médico intentando reanimarla, pero no lo lograron
foto: Leonardo Guevara
Un comisario de la Policía habla detrás de su barbijo para las cámaras. De noche custodia los alrededores de la Plaza. Camina marcial desde el monumento al Libertador hasta las puertas del Cabildo, hace la señal de la cruz al pasar frente a la Catedral. "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", se hace inevitable preguntarse si esa frase de la litúrgia católica de la que es tan devoto resonará esta noche en su conciencia, cuando llegue a su casa y se dé un baño, y bese a sus hijos y se acueste en la cama caliente, lejos del frío y de la miseria que llena las esquinas de la Plaza San Martín.
- Estaba embarazada de cinco meses
Comenta impávida y morbosa una vieja diminuta embutida en un abrigo de piel de visón. "No Pasar" dice la cinta policial. Un nido de viejas cotorras ruidosas pulula por la zona acordonada. Quizás van a misa, a rezarle a los Clavos de Cristo por las dos vidas que en su infinita sabiduría el Señor decidió llevarse. Era tan pobre que los medios, la policía, la Córdoba de las campanas y las iglesias y su chusma conservadora le quitaron hasta el nombre.
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