Hace un año se inauguraba en Jujuy una represión y un sistema político que hoy está extendido a todas las provincias argentinas. Compartimos una crónica situada en junio de 2023, cuando las comunidades originarias de Jujuy dijeron “basta”.
Desde San Salvador de Jujuy a Purmamarca hay 65 km de distancia, más de una hora en colectivo. Entre una y otra localidad, los paisajes contrastan tanto sus esencias y naturalezas, que se siente un recorrer por mundos diferentes. Afuera de la ventanilla del colectivo, aparecen exuberantes bosques de intensos verdes, que con el pasar de los kilómetros se convierten en coloridos y áridos cerros de escasa vegetación, con piedras de todos los tamaños. En el final del recorrido, la postal desértica confunde, hay vida en cada rincón de la Quebrada de Humahuaca. Sólo hay que detener la mirada.
Hace una semana atrás, los colectivos interurbanos recorrían toda la Quebrada, hoy solo llegan hasta unos kilómetros antes del ingreso a Purmamarca. Pasados los pueblos Volcán y Tumbaya, los choferes dan media vuelta y vuelven a San Salvador. Llegar hasta Maimará, Tilcara, Juella, El Perchel, Huacalera, Uquía, Humahuaca y La Quiaca, es ahora todo un desafío: hay 14 cortes de ruta.
La Quebrada está tomada por sus habitantes ancestrales: exigen la nulidad de la nueva constitución provincial, la titularidad de sus tierras y la defensa del agua por sobre la extracción de litio, entre otras demandas. Ahora son quienes deciden qué y quiénes pasan por las rutas que atraviesan sus territorios.
Foto: Juan Cristian Castro para Enfant Terrible
Cortar el dolor, revivir el espíritu
El sábado 17 de junio de 2023, más de 200 comunidades originarias decidieron tomar nuevamente las riendas de su destino. El momento del Tercer Malón de la Paz había llegado por urgencia, pero también por convicción. La nueva constitución provincial, impuesta por el gobernador Gerardo Morales (Unión Cívica Radical-Propuesta Republicana) en alianza con el Partido Justicialista local (PJ), vino a instalar -según expresaron las mismas comunidades- el marco legal para una “nueva colonización” sobre los territorios que habitan, hace no menos de un milenio, los 12 pueblos nación pre-existentes en el Norte de lo que hoy es denominado Jujuy y Argentina.
Con la “reforma” aprobada entre gallos y media noche, a espaldas del pueblo, las comunidades decidieron responder golpeando al poder económico local y extranjero en un punto clave del comercio internacional y del Mercosur: la intersección de la Ruta Nacional N°9 (con destino a Bolivia) y la Ruta Nacional N° 52 (con destino a Chile). Cortar el tráfico de minerales pesados, combustibles, litio, agua y hasta productos ilegales, no fue tarea sencilla pero tampoco un hecho inédito: en 1945 y en el 2006, en contextos diferentes pero con demandas específicas y similares, las mismas comunidades llevaron a cabo el Primer y Segundo Malón de la Paz, respectivamente. Este punto nodal tiene su historia de luchas a través de los siglos, es un territorio donde la memoria encarna cuerpos, asumiendo dolores que cuestan siglos y resistencias que atraviesan generaciones.
Las y los nietos de aquellos primeros maloneros que invirtieron el significado del “malón” (estrategia de ataque de los guerreros indígenas sobre territorios usurpados por los colonizadores), convirtiéndolo en un sujeto político de paz (la misma que les fue y es arrebatada), son ahora quienes comandan -a su decir- una de las “batallas más importantes de los últimos tiempos”.
La guerra a la paz
En medio de las rutas nacionales, una mujer de cuarenta años sostiene una mirada atenta sobre un cerro rocoso y rojizo de 150 metros de altura. “Listo, ya llegaron” expresa con alivio y regresa sus ojos hacia el valle andino. En la punta del cerro, aparecen dos personas que se visualizan con gran dificultad. “Son nuestros centinelas, ellos pueden ver si la Infantería viene desde la Quiaca o desde San Salvador, dándonos tiempo a organizarnos frente a una represión” confiesa Natalia Machaca, quien comparte su nombre y localidad a la que pertenece: Lozano.
El temor a una nueva represalia por parte del Estado jujeño está latente. Las amenazas y operaciones contra las comunidades son diarias, pero la defensa está organizada y cuenta con la ayuda de un ex combatiente de Malvinas que brindó su experiencia para coordinar la resistencia de la manera más efectiva posible. En el corte hay fortalezas de pircas sobre los pequeños cerros, al costado de la ruta, escudos que antes eran antenas de televisión, y códigos para evitar infiltraciones. Ante un Estado autoritario, defenderse es un derecho a ejercer.
Foto: Juan Cristian Castro/Enfant Terrible
Natalia, nos relata la resistencia a la represión que tuvo lugar el pasado sábado 17 cuando se tomó la ruta: “Sufrimos cinco represiones, comenzaron por la mañana bien temprano y la última fue pasada las 22, en todas nos tiraron balazos de goma a la cara”.
En su rostro y en el de la mayoría de las personas presentes se identifican las huellas de la represión, los balazos de goma cicatrizando. No hay quien no tenga una herida, quien no haya sido marcado a fuego. Niños, abuelas, jóvenes, en todos las caras, en todos los cuerpos, la reforma de Morales muestra su forma y su contenido.
Tres perdieron un ojo, aquel día donde cientos de uniformados bajaban de camionetas blancas de empresas privadas con la intención de vencer al Malón, inclusive robándose toda la comida y sembrando el terror cual dictadura.
A entender de la comunera: “a los poderosos les duele que nosotros estemos en un lugar tan estratégico y no les permitamos avanzar, seguir con sus negocios. Nosotros sabemos muy bien que somos ricos, pero que estamos empobrecidos por los que nos gobiernan. Si gobernara un originario seríamos potencia mundial” expresa. Y continúa con su narrar de voz suave, pero no por ello menos convincente: “eso queremos, que nos gobierne un originario, que represente nuestra cosmovisión de no robar, no ser flojo, no vender la Pacha. Ellos gobiernan un territorio que nunca comprendieron. Pero esta vuelta, no nos van a engañar como en el primer y segundo malón, hemos crecido como pueblos naciones y no los dejaremos pasar”.
Foto: Juan Cristian Castro/Enfant Terrible
Las denuncias de disparos a la cara son una novedad, ahora manifestarse significa estar en riesgo de perder la vista y así también lo comprobaron más adelante otras 3 víctimas del mismo accionar: Ernesto Aguirre, Jorge Rodríguez y Joel Paredes. Un modus operandi cuyo antecedente había sido visto en Chile, donde más de 500 manifestantes fueron mutilados por los Carabineros. Un nuevo logro represivo en el laboratorio de la criminalización de la protesta, en la provincia de las prisiones políticas.
Esta represión exhibió una muestra de la crudeza con la que el Gobierno de Gerardo Morales actuaría en adelante, con la reforma ya hecha.
Al costado de la Ruta Nº 9, algunas personas se reúnen del sol en una gran carpa blanca, donde cientos comparten guiso de fideos y estofado de pollo, bajo un fuerte sol que obliga a recostarse bajo la sombra de los pocos árboles que hay al costado del cemento. Nadie se queda sin almorzar. Las doñas invitan varias veces a repetir: “hay que alimentarse para la resistencia” arenga Beatriz de sombrero y vestimenta violeta, quien revuelve una olla que parece no tener fin. A unos cien metros a la derecha, una infinita fila de camioneros y automovilistas esperan ansiosos la apertura del paso cortado, acción que se repite cada tres horas.
Foto: Juan Cristian Castro/Enfant Terrible
Sentado frente a otras autoridades originarias, un hombre disfruta el plato de guiso. Su mirada denota cansancio pero a la vez firmeza, parece que hace días que no duerme tranquilo. Néstor Jeréz es cacique del Pueblo Ocloya, una comunidad ubicada en Las Capillas, a 22 kilómetros hacia el este de San Salvador de Jujuy. Son al menos 15 familias agricultoras que viven del trabajo de su tierra. Hace años vienen resistiendo intentos de desalojos ordenados por el Poder Judicial provincial a favor de la minera Piuquenes S.A., que intenta explotar uranio en dicha localidad, realidad que comparten -con sus matices extractivistas- la mayoría de las comunidades de Jujuy.
Cuando se le pregunta cómo está, Néstor responde con una mueca pícara que provoca la tímida risa de quienes llegan a escucharlo: “Bien... bien perseguido se puede decir”. El humor es resistencia ante la crueldad imperante, un atisbo de la libertad para descontracturar la tensa situación. “Todos acá estamos amenazados. Desde el día de la represión tenemos comuneras que están escondidas en los cerros, con mucho miedo, y bueno, no quieren salir porque nos están buscando a todos, mucho más a quienes somos autoridades. Desde que se juró la nueva constitución, comenzó la caza de comuneros”, dice Néstor.
Al contrario de lo que el brutal operativo policial buscaba -disciplinar, desmovilizar y criminalizar- el Malón salió más fortalecido y sus repercusiones recorrieron el mundo. Al decir de Néstor: “Cuando el Gobernador en nombre de la paz social nos recibe con plomo y balas de goma, al mismo tiempo que infiltra policías con la tarea de quemar autos, saquear negocios, como nos indican nuestros registros y pruebas, con el objetivo de inculpar a los pueblos originarios, al pueblo jujeño, estigmatizándonos como los violentos, para luego justificar la supuesta necesidad de una reforma inconstitucional y también la brutal represión, pero como resultado tenés a gran parte de la población dándose cuenta de todo ese nefasto montaje y herida por la extrema violencia aplicada, a la ONU, CIDH y al mismo Presidente llamándote la atención, creo que es un objetivo no deseado para sus planes de poder. Morales logró -sin querer- la unidad plurinacional de las naciones indígenas”.
Néstor Jeréz. Foto: Juan Cristian Castro/Enfant Terrible
El Malón tiene rostro de mujer
Las comuneras originarias copan el corte. Son quienes alzan la voz, organizan la logística, la comida, la lucha. Mujeres jóvenes, adultas, abuelas. Son las protagonistas del Tercer Malón de la Paz, le imponen su rostro, su espíritu y su cuerpo.
Sentada sobre un círculo de pircas, al lado de un fuego que crepita, una mujer sostiene una bandera argentina que en la punta tiene una Wiphala. No se separará de ella en ningún momento. En su sombrero de cuero también asoman los diversos colores que representan la interculturalidad de los pueblos originarios. Mientras masca coca, disfruta de la música de los sikuris que alientan el bocinazo de los turistas que ahora pasan por el medio de la ruta.
Salustriana Gerónimo es de la comunidad de Valle de los Manantiales, departamento de Yavi, es coplera y una de las voces más activas en el corte. Sobre el liderazgo de las mujeres en los cortes, expresa sin medias tintas: “Nuestra Pachamama nos representa a nosotras y entonces ella está primero, delante de nosotros y nos está guiando porque también siempre detrás de cada una de las mujeres, tenemos las abuelas, las madres, Ellas nos dejaron esa enseñanza de hacernos respetar, como en la casa misma nosotras tenemos que tomar posición”.
Para la comunera, el Tercer Malón también implica encontrarse con las demás comuneras con las cuales compartieron también el Segundo Malón. El abrazo del reencuentro se da luego de casi dos décadas.
Enfant Terrible (ET): Usted me decía que en el segundo malón se pudieron cumplir algunos objetivos de la lucha. ¿Tiene esperanza para este tercer malón?
Salustriana Gerónimo (SG): Sí porque creo en la Pachamama, en nuestro cerro, agua, plantas, árboles. Morales tendrá que convertir esto en un verdadero cementerio para que nosotros nos vayamos. Estamos cansados de él, nosotros más bien queremos que él se vaya porque siempre está haciendo negocio con todo los que nos pertenecen a nosotros. Y acá está la vista, tiene un montón aquí, ha lastimado los cerros, ha lastimado las plantas en beneficio de él y de su familia.
Foto: Juan Cristian Castro/Enfant Terrible
ET: ¿En este encuentro entre comunidades de distintas localidades hay una recuperación de prácticas comunitarias que en la actualidad ya no se ven con cotidianidad?
SG: Así es, estamos recuperando las prácticas de nuestros antepasados. Siempre ellos, si tenían que ir a sembrar, se organizaban colectivamente, si tenían que ir a hacer un trabajo lo hacían de forma organizada. Todos trabajaban. Hoy trabajaban aquí, mañana trabajaban para otra comunidad, y al otro día en otra comunidad, siempre eran organizados. Eso un poco nosotros lo fuimos perdiendo.
Ahora que nos está pasando todas estas cosas, nosotras tenemos que volver a hacer lo que hacían nuestros antepasados. Antes la vida era otra también. Si te hacías falta carne tenías los animales, si te hacían falta las verduras, tenías las plantas, tu huerta, tus plantas medicinales.
ET: Esta lucha la están viviendo las nuevas generaciones, ¿qué enseñanza se intenta pasarles?
S.G: Esta es una lucha de sangre. Porque yo sé que si no lucho hoy contra esta reforma, mis hijas van a ser rehenes, no van a tener cómo vivir, ¿de qué y dónde van a vivir si la tierra va a ser del gobierno y de las empresas?
¿Hasta dónde las élites revolucionarias estuvieron dispuestas, exigidas por las circunstancias, a modificar las jerarquías sociales y plasmar un igualitarismo difundido a partir de la retórica revolucionaria?
¿Qué se discute cuando se habla de una EPEC como posible Sociedad Anónima? ¿En dónde se pone el foco del tema energético frente a la actual coyuntura? ¿Qué nos dicen la historia y la experiencia de otras SA?