Ni olvido, ni perdón, Memoria: la obra de Eugenio Talbot

La reconstrucción de la memoria del militante y educador de los derechos humanos, Eugenio Talbot, fue una co-producción de Enfant y El Resaltador para Wikimedia Argentina. Crónica de una obra a recuperar

Rodolfo Walsh logró marcar un antecedente en la historia: hizo hablar a un fusilado. Contó una primicia y fundó un género literario con la palabra de los sobrevivientes de una masacre.

El periodista tenía un amigo, “Juan” para los militantes, Eugenio para los cercanos. Sus padres formaron parte de la reforma universitaria de 1918. Estudió medicina en la Universidad Nacional de Córdoba y militó en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y luego en Montoneros, siendo parte de la inteligencia de la guerrilla. Con Rodolfo también compartió trabajo y militancia en la Agencia de Noticias Clandestinas (ANCLA).

Si el comunismo fue el fantasma que merodeó por Europa a fines de siglo XIX, en la Argentina de mediados del siglo XX, el peronismo y las organizaciones de izquierda fueron quienes buscaron propagar las ideas de soberanía política, independencia económica y justicia social. Causas que Héctor Eugenio defendió con su vida y que la última dictadura cívico-militar-eclesiástica de 1976 pretendió arrancar de raíz.

Eugenio muere el 16 de octubre de 1976 en una emboscada afuera de una iglesia. El oficial de la marina de apellido Perrén, disparó en plena vía pública hiriéndolo de muerte y matando a un niño de apellido Montero. Seis meses después, el 25 de marzo de 1977, Rodolfo Walsh tendría el mismo final. Lo asesinan y desaparecen para infundir el miedo y el terror. Si eran capaces de secuestrar y desaparecer militantes de renombre: ¿A cuántos más habrán desaparecido a un año del golpe? Su cuerpo sigue siendo una incógnita, sus palabras forman parte del inconsciente latinoamericano.

Eugenio junto a su padre Héctor. Cortesía de sus allegadxs

Las apariencias engañan: enemigo político

Eugenio -hijo-, tenía casi tres años cuando sospechó que algo no andaba bien. Su padre no aparecía y ante la insistencia de querer saber ‘por qué pasaba tanto tiempo en el trabajo y no era capaz de visitarlo’, su madre le cuenta que lo habían matado

Hijo de padre asesinado en dictadura, Eugenio nació en marzo del 73’ bajo el manto de enemigo político. Los militares genocidas realizaban redadas en la casa materna. Buscaban una niña, ya que en el DNI figuraba con el sexo asignado al nacer como ‘mujer’. Sin embargo, lo que encontraron fue un niño asustado cuidando a su tortuga.

Se dice que “lo que se hereda no se hurta” y Eugenio legó mucho más que el nombre de su padre, en un punto, ambos transicionaron. Uno para cuidar a su familia, el otro por deseo de ser otra cosa que lo asignado al nacer; ambos se comprometieron en la defensa de los derechos humanos y, particularmente, si algo demuestra la historia es que la persecución y la clandestinidad son moneda corriente para quienes desertan de las normas sociales.

No hay una fecha como tal de ‘cuando se dió cuenta’. Sin buscarlo, lo educaron para comportarse como varón y le gustó. Según cuentan sus allegados, él relató que su identidad nunca fue una problemática para sí mismo, pero si para los terceros que vieron cómo nunca “regresó” a ser la niña que esperaban.

A sus 11 años empezó a hormonarse, no toleró que su cuerpo producto de la pubertad reaccionara de una manera que no deseaba. La voz se le agudizó, sus tetas le crecieron y la menstruación estuvo ahí presente. Ante esto, Eugenio empezó a inyectarse Sustanon a escondidas, al ver que a su tía ‘Coca’ le crecían pelos en la cara.

A los 16 años y ya con un cuerpo intervenido por las hormonas, sumado a los conflictos de ser un varón travesti adolescente en los años 80', Eugenio eyecta de la institución escolar por las violencias que recibía, tanto verbales como físicas, por parte de compañeros y docentes. Entre requisas y judicialización, las travestis lo adoptan y le permiten construir su propio sentido de pertenencia.

Siendo un joven adolescente arranca a militar en la agrupación H.I.J.O.S (hijos por la identidad, la justicia, el olvido y el silencio), con el propósito de rescatar esos 400 cuerpos olvidados en dictadura y que continuaron desapareciendo en democracia. Para él, estas vidas eran igual de importantes que los 30.000 que la CONADEP había estipulado.

Eugenio de niño. Cortesía de sus allegadxs

‘Ustedes no nos matan, nosotros elegimos cuándo morir’

Los espacios de militancia para la población LGBTIQ+ fueron los calabozos y los boliches. La Agrupación en Contra de la Discriminación Homosexual (ACODHO) surge en un boliche ubicado en la Costanera, cerca de la zona del Abasto, luego de una emboscada realizada por la policía. El mismo era administrado por Juan Sésamo y su pareja, siendo uno de los pocos donde dejaban pasar a los y las travestis. 

La organización conformada por Eugenio, Ivana Aguilera, Vanesa Piedrabuena, entre otros, lograron a mediados de los 90' en Córdoba, la recuperación y reconocimiento de sus derechos. Primero puertas adentro, organizándose y formándose en derechos humanos, para luego salir a reclamar por la persecución y desaparición de sus compañeros.

A fines de los años 90’ y principios de los 00’ consiguen erradicar los edictos policiales y en el 2009 organizan la primera marcha del orgullo en la provincia, en el marco de un apoyo federal para la votación a favor del matrimonio igualitario. En el 2012 las organizaciones aúnan fuerzas para la aprobación de la Ley de Identidad de Género (26.743).

Aunque parecía que todo viento venía a favor de los derechos de la población travesti-trans, Eugenio continuó precarizado. Mientras otros ex compañeros -heterocis- de H.I.J.O.S ocuparon cargos en la legislatura y tantos otros tenían mejores salarios en el gremio que supo representar (ATE), recién llegado a los 45 años (edad promedio de vida de una persona trans) fue contratado en la informalidad, en un cargo administrativo.

No es fácil rememorar a Eugenio sin la frustración mediante la cuál un cuerpo precarizado como el suyo aguantó hasta implosionar, debido al desgaste de una vida de militancia y reclamos por el reconocimiento de los DDHH. Su vida resistió cuanto pudo y hasta donde pudo. Sobrepasó la mayoría de edad para una persona travesti-trans -48 años- pero no superó los 50 años, cuando decidió quitarse la vida en marzo del 2022.

Eugenio y María Victoria Walsh no se conocieron en persona, aunque sí lo hicieron en la memoria y en la convicción de no reprimir la historia, "ustedes no nos matan, nosotros elegimos cuando morir", sentenció la militante de Montoneros al borde la terraza, frente un pelotón de militares.

"¿Qué pasó con nuestra memoria?", fue una de las últimas preguntas que se hizo Eugenio al recordar que la vida de los y las travestis no perduran lo suficiente para dejar escrita su memoria. No fue sólo una denuncia, sino también un rescate del olvido. Por lo tanto, la recolección que hizo -para preservar la historia de una población que espera a ser escrita-, fue con el propósito de ligar un acontecimiento que parece "tema saldado", y es que a los derechos no los asegura el Estado, solo los administra.

Eugenio adulto. Cortesía de sus allegadxs

*Por derecho de confidencialidad reservamos los nombres de quienes dieron sus testimonios para la reconstrucción de quién fue Eugenio Talbot y que sirvieron como referencia para la reconstrucción de su vida.

Las fotografías fueron una ofrenda por parte de las personas entrevistadas.

Agustina, me dicen Chora. Profesora y licenciada en psicología (UNC). Escribo y después veo que onda.

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