Proyecto Migrar: una reflexión abierta sobre la migración
“Proyecto Migrar” es una obra de teatro que se introduce en la problemática de la migración a partir del uso de dos salas de teatro. Esta propuesta de Compañía Errante destaca tanto por su abundancia de recursos escénicos como por la alianza fascinante que genera entre Espacio Blick y Quinto Deva.
Lo primero que llama la atención es el uso de dos salas de teatro: la obra se divide en dos actos que suceden de forma simultánea en Quinto Deva y Espacio Blick. Los espectadores se distribuyen en dos grupos que enrocarán sus lugares una vez que haya terminado la primera pasada por ambos actos.
La propuesta en dos frentes no implica una mera duplicación del espacio físico, puesto que el tránsito de un lugar hacia el otro extiende la experiencia escénica al famoso pasaje Pérez, calle que materializa el ágora vital de nuestro querido teatro independiente. Esta extensión desdibuja las fronteras habituales de la expectación artística, ya que, al no existir un centro fijo que delimite contornos o periferias, siempre estamos bordeando una “periférica centralidad”.
Sin un territorio fijo desde el cual observar “lo que está afuera”, nos invade la realidad de nuestro mundo: no existe ningún lugar seguro y estable, nuestro hábitat cotidiano se encuentra imbuido en la diferencia, somos un punto ciego acumulado en la infinita extensión de un ecosistema en constante cambio. Esto nos recuerda que lo real se encuentra más cercano al “tránsito” que al “reposo” y la multiplicidad infinita de puntos de vista desbarata la falsa creencia de una mirada unidireccional del acontecer de las cosas.
Una experiencia integral
“Proyecto Migrar” desarticula al espectador y le ofrece una experiencia que desborda la mirada unívoca hacia una “otredad” que se presenta en el escenario. Si bien aquí lo visual es importante, esta obra genera impacto en la integralidad del cuerpo del espectador, es decir que interviene en distintos vectores sensitivos que exceden lo meramente óptico: se despierta el sentido del gusto en la ingesta de vino y choripán (que se encarga en la preventa), se incita al sentido del olfato con el penetrante aroma de un sahumerio o con el atrayente olor de la comida que se nos está preparando, se estimula los oídos con música pegadiza y sonidos contundentes de aviones o teléfonos, se afecta nuestro tacto al tener que habitar tres ecosistemas distintos (dos teatros y la calle que los comunica).
La migración en clave teatral
Aquella falta de un sitio fijo y quieto que siente el espectador es connatural a la temática de la obra: la migración, la fragilidad del hogar y la pertenencia territorial. Tanto en el acto que transcurre en Espacio Blick como el acto que transcurre en Quinto Deva, observamos personajes que atraviesan la incomodidad de la intersección, son pasajeros en tránsito permanente que no parecen encontrar un centro de apoyo desde el cual mirar el mundo, antes bien, el mundo se les adviene encima desdibujando las diferencias entre lo local y lo extranjero, el hogar y el exilio, lo propio y lo ajeno.
¿Qué significa ser ciudadano de un país? ¿Cuándo me siento habitante de un lugar lejano al cual nací? ¿Me avergüenzo o me enorgullezco de mi origen?
Dos actos en contraste
El diálogo de los dos actos —uno en cada sala— es sumamente interesante, ya que se presentan en oposición. Lo que vemos en un lugar contrasta adrede con lo que vemos en el otro, ofreciendo un cambio de perspectiva que facilita la reflexión hacia lo que recae en el borde, en el tránsito, en el contorno. En Espacio Blick los protagonistas son extranjeros que migraron a Córdoba, en Quinto Deva son cordobeses que migran al extranjero; en un teatro son dos actores, en el otro seis; en un caso vemos serenidad y acciones lentas, en el otro se impone la aceleración y el dinamismo; en una sala la caja negra se mantiene con colores apagados y neutros, en la otra invade el brillo y la construcción policromática; en la pareja de extranjeros se aprecia la intimidad y la preciosura de un vínculo cercano, en el sexteto de cordobeses prima la exuberancia y los planos coreográficos; un escenario propone una dramaturgia naturalista que atraviesa la realidad y la ficción, otro escenario se presenta en una lógica decididamente teatral que ronda lo caricaturesco.
Ni vanguardista ni clasicista
El contraste entre dos modos de hacer y espectar teatro parece defender la indefinición, se sostiene la apertura de estilos. Las formas contradictorias, laxas y abiertas remiten al mismo contenido de la obra, ya que la temática de la “migración” no parece adecuarse a un tratamiento estructural y cerrado, esto es, un conjunto sistemático que invalide de suyo cualquier fuga o desvío que lo contradiga. Esto no quiere decir que Proyecto Migrar siga las concepciones de Peter Bürguer sobre la historia del arte y pretenda, bajo su signo, constituirse en tanto obra de arte vanguardista, lo cual implicaría el intento de provocar extrañeza y desconexión a partir de la superposición de elementos absolutamente disimiles.
Aquí no se trata de una obra de arte de vanguardia, debido a que la diferencia es incluida en la totalidad y las partes divergentes se conectan a un todo que guarda una clara orientación estética; sin embargo, tampoco se defiende la organicidad clásica característica de la obra de arte tradicional, que como tal imponía una subordinación de los elementos a una totalidad cerrada. Frente a dichas formas de entender la obra de arte “Proyecto Migrar” propone una organicidad abierta en la cual se percibe un orden, pero a la vez no se es capaz de anclar un punto de corte que subordine a los demás; se valida una estructura porosa, pero se sostiene una estructura al fin; se desarrollan conceptos claros, pero dichos conceptos se muestran flexibles; se transitan diferentes discursos, pero nunca queda definido qué discursividad es la protagónica.
Vemos que en su misma concepción de obra de arte “Proyecto Migrar” se sitúa en un “no lugar”: no es una obra vanguardista ni clásica, no es orgánica ni disgregada; es estructural, pero también es abierta, resulta ilimitada, pero ostenta orden. Esta premisa nos indica que no podemos anticipar lo que ocurre en escena, aunque sí podemos entender lo que vemos luego de que “ha sido”. No existe absoluta extrañeza ni absoluta comodidad, estamos en el corazón mismo del tránsito, en la carne propia de la migración, nos situamos en una adaptación constante y nuestra posición de espectadores hacia lo distinto no radica ni en la cómoda domesticación, ni en la incomodidad de la extrañeza. Simplemente nos encontramos allí enfrentándonos a lo que acontece.
El despliegue de los problemas sin respuestas cerradas
Bajo esta distintiva composición artística, “Proyecto Migrar” escapa a los lugares comunes y se anima a mostrar la temática de la migración sin imponer una mirada unívoca. Lo que interesa no es la contundencia de las respuestas, sino el hábil despliegue de los problemas planteados. Nunca tendremos la certeza de si lo que observamos implica una defensa o un cuestionamiento al exilio, tampoco entenderemos si el retrato de nuestra Argentina implica una caracterización decadente o esperanzadora, mucho menos sabremos si finalmente el cuerpo migrante se enriquece o languidece. Lo cierto es que “Proyecto Migrar” asume la integralidad problemática, esto es, se lanza a desplegar un tema complejo con la condición de no agotarlo en definiciones contundentes que detengan su intrínseco devenir. ¿No es acaso eso mismo el arte? ¿No se trata justamente de evadir la clausura de la determinación sin caer en la arbitrariedad de lo contingente?
Esta obra de teatro deja claro que los conceptos artísticos no son herramientas que se aplican a una realidad subordinada, antes bien, los conceptos en el arte son estructuras abiertas y descentradas, los conceptos en el arte se derraman en el continuum de su aparición, son propuestas lanzadas al movimiento, son prescripciones en tránsito, son proyecciones destinadas a migrar.
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