Gauchito Gil: el aniversario de una liturgia popular

Foto: Germán Romero Pena para AnRed

Antonio Plutarco Cruz Mamerto Gil Núñez era gaucho, correntino y miembro del Partido Autonomista. Poco se sabe sobre su vida más allá de estos datos, aunque sí hay certezas sobre su muerte. Gil fue reclutado a la fuerza para combatir en la Guerra de la Triple Alianza encabezada por Bartolomé Mitre en 1864. Aquella terrible y larga contienda, también conocida como Guerra del Paraguay motivó el descontento de los peones rurales y soldados por leva forzosa que debían cruzar el Chaco Boreal para matarse con guaraníes y paraguayos a quienes consideraban hermanos. Gil posiblemente se sumó a las protestas, reacio a matarse a punta de facón a cuenta de intereses extranjeros y entonces desertó. La pena por la deserción en combate era la muerte.

Mitre junto al generalato argentino en la Guerra del Paraguay

Así se convirtió en gaucho matrero. Volvió al pago como el Martín Fierro, perseguido por la larga mano del liberalismo mitrista y sarmentino que venía exterminando autonomistas, indios e insubordinados para fundar la blanca y prístina República Argentina. En Pay Ubre, una misérrima población a pocos kilómetros de la ciudad de Mercedes, en la província de Corrientes fue encontrado por la "justicia" y condenado a muerte.

Según la leyenda popular antes de ser ajusticiado Antonio Gil advirtió al comisario encargado de acabar con su vida que su hijo estaba gravemente enfermo, y que debería rezarle a él para que se cure. El comisario cumplió con su deber de matar al gaucho díscolo y al regresar a su casa encontró a su hijo agonizante, tras elevar plegarias al Gauchito Gil el niño se recuperó milagrosamente. Entonces regresó al árbol donde todavía colgaba inerte el cuerpo del gaucho ajusticiado y le dio una digna sepultura que hoy es lugar de peregrinación.

Desde entonces, al costado de cada ruta, en las orillas de cada camino, entre las grutas de cada montaña, en los límitas de cada provincia de argentina se levantan capillas rojas punzó para pedir al Gauchito que obre sus milagros. La liturgia popular no necesita del beneplácito romano para encumbrar sus santos, tan muertos, tan nuestros, tan teñidos de sangre como nuestra propia historia.

Periodista y fotógrafo. Edito, escribo y leo. No siempre en ese orden.

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