Tras pasar algunos años como daguerrotipista y retratista por encargo Cándido López se alistó para ir a luchar a la Guerra del Paraguay. Tras quedar manco en la batalla de Curupaytí, López aprendió a pintar con la mano izquierda y construyó en amplios y apaisados cuadros, el relato pictórico más importante de la época sobre aquella infame guerra.
Comenzó como fotógrafo de provincias. Con su daguerrotipo y su báscula fotográfica, Cándido López recorrió Buenos Aires haciendo retratos costumbristas de las clases medias y altas de finales del XIX. Influenciado por el impresionismo tardío y el pictorialismo fotográfico, plasmó en sus primeros cuadros una búsqueda novedosa de colores y contrastes, que terminó por inclinar la balanza de su técnica a favor de la paleta y el pincel, en lugar del obturador y las placas de colodión.
La sombra de la Guerra del Paraguay planeaba en el Cono Sur cuando López cumplía 24 años. Al contrario que el gauchaje de las provincias, que veía en aquel conflicto un enfrentamiento entre hermanos y una absurda contienda asociada a los intereses de la oligarquía porteña, López se alistó voluntario para ir a combatir. Con rango de teniente, a las órdenes del coronel uruguayo Wenceslao Paunero, el joven pintor partió al Paraguay. Como soldado participó de los combates de Estero Bellaco, Boquerón y Yatatí Corá, aprovechando los ratos libres para pintar los primeros cuadros que retratan la vida en el frente.
La batalla de Curupaytí fue la última gran victoria de las tropas comandadas por Solano López en aquella desastrosa guerra, donde fue asesinada el 80% de la población masculina del Paraguay. El 22 de septiembre de 1866 quedó para siempre en aquel campo de batalla, junto a los cuerpos de más de 5000 soldados argentinos, brasileños y uruguayos, la mano derecha de Cándido López. En adelante sería conocido como "El Manco de Curupaytí".
Tras quedar mutilado, López regresó a Buenos Aires donde comenzó a practicar dibujo con la mano izquierda. Arruinado económicamente, solicitó el padrinazgo de Mitre, quien intercedió para que le fuera concedido un subsidio. Hacia 1889 comienza a producir una larga serie de pinturas, inspiradas en las batallas que vivió como soldado y que constituyen uno de los más valiosos registros pictóricos de aquel conflicto “Cándido López es un artista fundamental para la historia del arte argentino y también para documentar la Guerra de la Triple Alianza”, declaró Gabriel Di Meglio, director del Museo Histórico Nacional, en el marco de la inauguración de una muestra de las obras más destacadas del pintor.
La pintura de López, de formatos apaisados y milimétricas figuras en miniatura, busca en los recuerdos del autor la materia de su obra. Una expresión sin ambages de la crudeza del conflicto pero también narra la vida cotidiana en los campamentos militares. Hacia su etapa final, tras abandonar definitivamente los bodegones y retratos costumbristas que realizó por encargo para evitar caer en la miseria, abundan los contrastes conceptuales y hasta pictóricos: las batallas sangrientas se enmarcan en campos de incontestable belleza territorial o en atardeceres hipnóticos.
Cándido López murió en 1902 de un infarto fulminante en su casa, actualmente ubicada en la calle GÑuemes 3838 de la Ciudad de Buenos Aires. Dejó 11 hijos y una obra que no sería rescatada sino hasta muchos años después de su fallecimiento. Algunos celadores del Museo Nacional, donde están expuestas sus principales obras, cuentan que en las noches de verano se pueden oír, salidos de sus cuadros, los gritos de los muertos de la Guerra del Paraguay.
Tras el estreno de “La Zurda”, un filme que aborda los avatares de dos amigos en la noche cuartetera, Enfant Terrible dialogó con su director, Rosendo Ruíz, sobre la decisión de llevar un relato realista de las juventudes empobrecidas de Córdoba al cine nacional
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