Autónoma, colectiva y combativa: La fuerza del Cordobazo 

Se cumple otro aniversario del Cordobazo, hecho histórico que marcó el principio del fin de la dictadura de Onganía en el año 1969 y Laura Segura, becaria doctoral del CONICET, analiza el pensamiento y conformación de la identidad obrera industrial cordobesa que impulsó la resistencia.

Por Cecilia Agonal - Conicet UNC

“La pregunta es ¿por qué Córdoba? Porque podría haber sido cualquier lugar, en realidad, pero confluyen varios elementos en ese momento ¿Por qué rostro anticipado del país? y es porque en Córdoba se dieron en ese momento histórico características y situaciones que conformaron a un obrero diferente”, empieza Laura Segura, becaria doctoral del CONICET en el Instituto de Estudios sobre Derecho Justicia y Sociedad (IDEJUS, CONICET-UNC). 

Para entender la conformación de esta trama social que pone a la provincia como centro de la escena nacional, es importante destacar los procesos de modernización económica, cultural y social que se dieron durante el primer gobierno peronista y se consolidaron en los ´60. A mediados de siglo, se produce en Córdoba un gran crecimiento de la industria automotriz y metalmecánica con la instalación de importantes fábricas como, por ejemplo, Fiat en 1945 e industrias Kaiser Argentina en 1955. Para 1960, más del 60% de las y los trabajadores pertenecían a la industria metalmecánica y se les requería mayor cualificación.

Además, en esos años, se registró un fuerte aumento de la matrícula universitaria, lo que duplicó el número de estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba. La mayoría de las  y los trabajadores comenzaban carreras de ingeniería en la Universidad Tecnológica Nacional, lugar donde se integraban la mayor parte de obreros y obreras industriales y empresas como IKA- Renault vieron el potencial de formar a sus operarios y operarias,  instalando sus propias escuelas primarias y secundarias para garantizar una continuidad universitaria.  “Esto provocó un proceso inmigratorio importante, principalmente desde las zonas aledañas, y comenzó una circulación muy dinámica de personas que venían a trabajar a esas empresas automotrices. Así se fue conformando un sujeto colectivo único, con características muy particulares de organización y que cambió toda la fisonomía de la ciudad. Venían obreros a trabajar, estudiantes sólo a estudiar, y también se daba ese intercambio entre el obrero que era estudiante y el estudiante que era obrero, lo que termina siendo el preámbulo de un proceso identitario que se confirma en el ´69 con el Cordobazo, siendo los protagonistas principales”, explica Segura. 

“Con el proceso de modernización, se configura un nuevo tipo de obrero industrial que propone una modificación de los obreros con la educación. Un trabajador podía estar en la fábrica y a la vez estudiar. Eso iba a implicar el acceso a otros espacios y entramados sociales. Les daba otra visión, otra visión de la lucha y de sus pares, otra empatía, conocimiento y acceso a la realidad”, asegura la becaria doctoral. En ese contexto, tenían lugar intercambios de conocimiento, de experiencias y una nueva configuración de los espacios, porque los hechos sucedían, no sólo en barrios alrededor de las fábricas, sino que surgen nuevas comunicaciones desde y hacia el centro de la ciudad. 

Surge así una alianza obrero-estudiantil “desde la solidaridad, que no sólo se daba en lo ideológico o lo político, sino también en lo espacial, porque compartían pensiones, compartían una rutina, compartían charlas, eventos, festejos, barriadas y demás. Las barriadas se constituían  alrededor de las fábricas porque se conformaron barrios muy grandes, tradicionales, muy fuertes y cuando los obreros salían de la fábrica a estudiar y venían para el centro, se daba ese contraste que estaba lleno de información. Eso también los fue uniendo y fue generando una cadena solidaria, frente a un gobierno dictatorial que oprimía cada vez más. Entonces existió ese ejercicio de solidaridad y de empatía con el otro y hacia la tarea del otro”, relata Segura. 

Autonomía como eje identitario de la resistencia obrera

El golpe de 1966, denominado Revolución Argentina y liderado por Onganía, intentó establecer un orden político, económico y social eliminando el poder del movimiento obrero y el movimiento estudiantil. A través de su Ministro de Economía, Krieger Vasena, se impulsaron políticas económicas muy restrictivas, de flexibilidad y quita de derechos laborales, como por ejemplo el congelamiento de sueldos, aumento de edad jubilatoria, paralización de la comisión del salario vital y móvil, indemnización por despido a favor de la patronal, entre otras. Para poder efectivizar estas medidas, era necesario disciplinar al movimiento obrero a través de la intervención de los sindicatos, la suspensión de personerías gremiales, la legalización de la represión y arbitrajes obligatorios en los conflictos laborales. En el ámbito universitario se ordenó, mediante la Ley 16912, la intervención de las universidades nacionales y la eliminación del gobierno tripartito, conquista de la Reforma del ´18. 

“Onganía restringió mucho, intentó precarizar, tomó medidas muy arbitrarias en lo laboral, en lo económico, muy restrictivas y, principalmente, lo que buscaba era que este movimiento obrero tan identificado con el peronismo dejara de tener importancia y fuerza y se lo busca debilitar . Pero no pudo, porque cuando arriba al gobierno, algo ya se estaba gestando, había ya una identidad obrera que tenía mucho que ver con la autonomía obrera, lo que implicaba no tener ataduras partidarias o estatales”, afirma Segura. Y añade: “Cuando se habla de autonomía, se está hablando de una cultura en sí misma, diferente, no heredada, formada, transformadora, revolucionaria, que se va formando en base a la resistencia. Las condiciones de producción de este proceso involucra una clase obrera que se fue formando desde otro lugar, desde la experiencia con este tipo de gobiernos, primero con un gobierno que los abrazó, y después gobiernos militares que pretendían quitarles su identidad, su fuente laboral, sus derechos”.

Se conforma así una identidad obrera industrial con conciencia colectiva, que buscaba una unidad más allá de las diferencias ideológicas y partidarias, con la necesidad de sindicatos fuertes pero descentralizados. Con un movimiento obrero que, a partir del desarrollo de prácticas combativas, iba en contra de la burocratización sindical porque atentaba contra su identidad revolucionaria y les ataba a condiciones partidarias o del Estado. Esto genera una cultura contestataria y de resistencia.

El ejemplo más claro de autonomía obrera e independencia sindical fue la que sostuvo Agustín Tosco, dirigente del sindicato de Luz y Fuerza, quien defendía la estructura de los sindicatos pero a partir de políticas obreras independientes y en alianza con otros sectores sociales. Tosco y sus ideas se convertirían así en uno de los principales referentes del Cordobazo. 

En ese sentido, Segura aclara: “La autonomía, como eje identitario y de conformación de todo lo que viene después, era algo sobre lo cual se discutía seriamente y ahí no cabían las diferencias ideológicas. El peronista se sentaba a hablar de autonomía junto con un marxista, trotskista, etcétera. Esto se materializa post Cordobazo, con el clasismo”. 

El reconocimiento colectivo y la memoria de la resistencia

En una provincia de asentamiento y expansión automotriz, de primeras generaciones de universitarios y universitarias, de convergencia sindicalista, intelectuales con compromiso social y obreras y obreros proletarios politizados, “el Cordobazo fue una fiesta”, como escribiera Schmucler en 1994.

“Desde el ´55 fue una seguidilla de gobiernos que iban con todo y no podían, la resistencia siempre fue muy fuerte. Esto también se daba en otras provincias, la resistencia era más bien general o uniforme. En Córdoba lo diferencial es la comunión que se da entre la experiencia obrera, la experiencia estudiantil y el entrecruzamiento de los espacios, la comunión entre lo que empezaban a compartir, la disposición de ese nexo entre barrio y centro, la familia, la universidad siempre muy politizada. La convivencia entre estos peronistas tradicionales, los que viraban a la izquierda, el encuentro con la izquierda… porque en ese encuentro del peronismo con la izquierda, que se da tanto en el ámbito de la fábrica como en el ámbito estudiantil, se genera una necesidad de reconfiguración y se empieza a repensar qué es la clase obrera y qué sentido se empieza a dar. Esas discusiones calaron hondo en el mundo intelectual”, reflexiona la cientista social.

¿Y por qué una fiesta? Como explica Segura en su escrito Cuando pasado y presente se imaginó al Cordobazo. Teoría y práctica política en Córdoba, “se reconoce que los pueblos recuerdan como actos fundantes aquellos que pueden explicarse en la alegría desbordante de la fiesta, de ‘reconocimiento colectivo’, de ‘esperanza realizada’. Y como toda fiesta, decía Schmucler, fue fugaz, y será la memoria la encargada de renovar su fuego, el olvido vuelve lúgubre al pasado y prepara el presente para nuevos olvidos, para nuevas tristezas”.

-¿Qué quedó de la Córdoba que marcó un nuevo pensamiento en el quehacer político?

“El Cordobazo se comió a un presidente, no solo a un gobernador, y después, con el Viborazo descabezó al gobernador Uriburu. Seguidamente cae un presidente más, que es Levingston, y eso provoca que el que viene quiera poner paños fríos con el Gran Acuerdo Nacional. Esto estratégicamente intentó ser una acción para calmar el movimiento obrero que estaba en pleno auge combativo; pero así y todo no pudo, porque en el país la izquierda peronista ya tenía mucho peso. A nivel social, acá fueron al eje del movimiento y fueron a imponer miedo, terror. La Reforma del ´18 y lo que pasó en el ´69 no tiene mucha explicación hoy, la única explicación válida es que el terrorismo de Estado del ´76 hizo su trabajo y lo hizo bien. Hoy, estamos las y los hijos de esa generación diezmada, con la añoranza y la ilusión de aquella Córdoba revolucionaria y esperanzadora”, concluye Segura.

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