
Defensa del Consumidor recuperó más de mil millones a favor de los consumidores
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El entierro del Diablo, la quema de Momo, el inicio de la Cuaresma. Hoy es Miércoles de Ceniza y se termina la fiesta popular que llena de colores los barrios del país. También se cumplen 46 años de la emisión de los "Edictos de Carnaval", ideados por la Policía de Córdoba para vigilar y castigar los festejos, los disfraces y la alegría.
El festejo del Carnaval tiene orígenes inciertos que algunos estudiosos sitúan en las festividades grecorromanas, donde el sátiro Dios Momo gastaba bromas pesadas a los desdichados mortales. Los carnavales son en cualquier parte del mundo días de permisividad y disfraces, donde se desatan las bajas pasiones y una gran mascarada popular desplaza la rigidez de los días comunes. Las murgas y candombes retumban desde lo profundo de las barriadas populares de cada rincón de nuestra geografía, reconfigurando al son de tambores, el mestizaje plebeyo que nos atraviesa y nos constituye.
Sin embargo, el largo colonialismo político y cultural que sobrevino tras la llegada de las potencias católicas a latinoamérica durante el siglo XV, buscó ubicar el desenfreno carnavalesco dentro de la liturgia que antecede a la Cuaresma. La culpa cristiana por los placeres terrenales vividos en carnaval, se purgan con 46 días sin comer carne. Pobreza, obediencia y castidad.
Así fue que en los años de la última dictadura cívico-militar-eclesiásitca, en una recreación burda de la Cruz y la Espada, la Policía de Córdoba sugirió al Ejecutivo provincial la aprobación de los "Edictos de Carnaval". Según la ordenanza, quedaba prohibido "el uso de disfraces que atenten contra la moral y la decencia pública, uniformes militares, policiales, vestiduras sacerdotales y los que ridiculicen autoridades del Estado”.
El despliegue de violencia y persecución que trajo consigo el terrorismo de Estado en la década del 70, veía con peligro ese terreno disperso, profano y carnavalesco. Las expresiones de alegría popular donde la broma ridiculiza la seriedad castrense de un proyecto político cuyos objetivos iban de la destrucción de lo popular en materia política y económica a la uniformidad gris y castrense de todos los cuerpos en materia cultural.
La Córdoba de las campanas y las iglesias en cada esquina siempre estuvo a la vanguardia de la represión. Bordeando el ridículo, el Edicto Nº 19/2/77 rezaba:
Reglamentaba la tradicional guerra de agua ente vecinos:
Y amenazaba a sus infractores:
Han pasado 46º años de la emisión del los Edictos de Carnaval y se hace inevitable reflexionar sobre los alcances que aquella ordenanza tuvo sobre la sociedad cordobesa. Esa normativa que se se perfilaban como "la posibilidad de incorporar con carácter permanente (y no anual) al Código de Faltas de la provincia, el régimen que regule las celebraciones o festejos de carnaval”, que pretendía y pretende regimentar, ordenar, vigilar y castigar el goce, la alegría y el carnaval, que son contra toda dictadura una trinchera de colores para la resistencia popular.
Este artículo está basado en el ensayo "Tiempos de Carnaval" publicado por el Archivo Porvincial de la Memoria de Córdoba.
http://www.apm.gov.ar/sites/default/files/carnavall%20%281%29.pdf
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