México: un freno a la colonización transgénica

México prohíbe el maíz transgénico y busca eliminar el uso del glifosato, poniéndose como meta el 2024. Las medidas implican un avance hacia una reestructuración de la alimentación y la economía rural productiva del país, con los sectores campesinos indígenas como protagonistas, mientras se golpea el bolsillo las multinacionales.
foto: La vaca

A principios de año, el presidente de México emitió un decreto donde prohíbe el maíz transgénico y a su vez, busca eliminar al agrotóxico más utilizado en el mundo poniéndose como fecha límite el año 2024. El plan consiste en suplantar progresivamente el glifosato por otros herbicidas menos peligrosos para la vida humana y no humana. El Subsecretario de Agricultura, Victor Suárez, habló sobre la importancia de llevar a cabo trabajos de índole tecno-científico para elaborar otros fitosanitarios menos dañinos, y a la vez, buscar una reestructuración de la producción rural.

La conquista transgénica

El territorio mexicano es la cuna de la mazorca de maíz con sus más de 50 variedades, y es el cuarto país productor de alimentos orgánicos en el mundo. La "Conquista transgénica" ha ido en expansión desde que Estados Unidos, el país que más utilidad le da al Roundup -producto originalmente fabricado y comercializado por Monsanto-, fortaleció la importación de maíz amarillo a México (conocido como "maíz industrial") imponiéndose con sus términos y precios sobre el sector campesino-indígena del país. Cada vez más, los alimentos como el maíz, la papa, la soja o el azúcar con semillas modificadas biogenéticamente, se vuelven más dependientes de los insumos que se les aplica, habiendo una aplicación desmedida de los químicos sobre las plantas y frutos que luego consumimos.

La conquista se impone tanto sobre plantas, como insectos o animales acuáticos que son parte fundamental de los ecosistemas y perecen ante la exposición constante de estos fitosanitarios. Por ejemplo, en el Municipio de Campeche al sur de méxico, entre 2011 y 2012, más del 70% de las abejas de los apicultores mayas de Hopelchén murieron.

Esta problemática inició cuando Monsanto llegó a su territorio: en 2012 los cultivos de soja transgénica en la península de Yucatán superaban las 60.000 hectáreas. De esta forma se comprobaba que la evidencia científica que avalaba como "no tóxico" al glifosato para otros seres vivos que no fueran malezas, era falsa.

En Argentina tenemos nuestra propia evidencia: la cuenca del Río Paraná, con desembocadura en el Río de La Plata y considerada la segunda más importante de América Latina se encuentra altamente contaminada por glifosato o ácido amino metil fosfónico (AMPA), metabolito derivado de su degradación. Esto fue comprobado por investigadores del CONICET y la Universidad Nacional de La Plata, en un estudio publicado en 2016 por la revista Environmental Monitoring and Assessment. En el estudio realizado entre 2011 y 2012, se pudo comprobar que la combinación entre sulfuro de la tierra y el glifosato, hace que éste último sea más difícil de degradarse. Con la llegada de las lluvias, los herbicidas se escurren desde las zonas cultivadas hasta el Río Paraná, concentrándose en el barro del fondo.

Las conocidas "semillas resistentes al glifosato" generan una cadena donde los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) dependen cada vez más del paquete tecnológico para subsistir. Otro impacto va hacia los suelos que se desgastan con la absorción de los químicos, volviéndose más infértiles y haciendo imposible iniciar un nuevo período de cosecha hasta que la tierra recupere sus nutrientes.

Golpear al agronegocio

Por supuesto que la noticia de la prohibición por parte del Gobierno de AMLO no fue visto con buenos ojos por los empresarios que hacen sus fortunas con la comercialización de los fitosanitarios. Según Fernando Bejarano, director de la Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México (RAPAM), entre diciembre de 2019 y agosto de 2020, la Secretaría de Medio Ambiente impidió la importación de 67.000 toneladas de glifosato.

Según la organización periodística Unearthed, en 2018 las ventas de pesticidas como el glifosato, generaron alrededor de US$4.800 millones para las cinco empresas líderes en su comercialización: BASF, Bayer, Corteva, FMC y Syngenta. Si bien en México no hay cifras exactas sobre la cantidad de toneladas que se destinan por año a los cultivos, ese mismo año este país gastó US$115 millones en agroquímicos provenientes de estas empresas.

En simples palabras, la prohibición de los OGM y los venenos necesarios para su crecimiento, no implica solamente una medida que protege la salud de los deteriorados ecosistemas y las vidas humanas, sino que también permite recuperar la economía regional que en México depende en su gran mayoría de los sectores campesino-indígenas que resisten al paso de los años y la globalización. Es una batalla contra los negociados de un grupo de empresas que envenenan la comida y destruyen los territorios sin remordimientos.

Fuentes:
Libro: Monsanto en Latinoamérica - Marie-Monique Robin
Libro: Agrotóxicos: Argentina como laboratorio a cielo abierto para el control de la alimentación mundial - Patricio Eleisegui
DW
El País

Licenciado en Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba. Catamarqueño como Walter Olmos y Felipe Varela.

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