Crisis climática y ola de calor, dos caras de la misma moneda
Enfant entrevistó al abogado ambientalista, Enrique Viale, para conversar acerca de cómo los fenómenos climáticos como "La Niña", "El Domo", "Dana", son nombres propios de una crisis climática aguda que acrecienta la desigualdad social.
El servicio meteorológico registró que hasta fines de enero, el clima oscilará entre 30°C de mínima a 38°C de máxima tanto en Córdoba como en el resto de provincias del NOA, NEA y partes de la región de la Pampa húmeda. Dándose así el fenómeno conocido por “domo de calor”. El mismo se genera por un bloqueo atmosférico que atrapa aire caliente sobre la región y provoca un aumento drástico de las temperaturas, lo que acrecienta las probabilidades de sequías afectando a la actividad agricola.
Este tipo de fenómenos como lo puede ser también el de la Niña o Dana en Valencia, España, son precipitaciones climáticas que produce la tierra de manera natural. Aunque por los efectos de gases de invernadero provocados por la deforestación, la contaminación aérea y los derrames petrolíferos, ocurren cada vez con mayor frecuencia.
La ola de calor, por ejemplo, es la sucesión constante de días calurosos con una media de 33°C. Si se considera que el uso del cambio de suelo provoca que la tierra sea cada vez menos fértil, no solo agrava la situación de extender una temperatura elevada, sino que además la falta de humedales termina por ocasionar que la tierra alcance tal nivel de calentamiento que termina quemando la vegetación expuesta al intenso calor.
Asimismo si la flora se ve afectada, también perjudica la fauna de los territorios como a las personas que lo habitan. En el caso de la salud de las personas, la exposición directa e indirecta al calor ocasiona: dolor de cabeza, deshidratación, agotamiento, mareos y náuseas, presión baja y elevada temperatura corporal, siendo las personas mayores y niños los grupos etarios de mayor riesgo.
Un acuerdo a medias
Según el análisis de atribución realizado por la World Weather Attribution (WWA), registró que el cambio climático hizo que la ola de calor que sufrió el país en diciembre de 2022 fuera 60 veces más probable y 1.4 °C más caliente. En 2015 el acuerdo de París previó que lo recomendado para mantener constante las consecuencias de la emergencia climática era lograr una precipitación general de 1.5°C.
No solo no se estaría cumpliendo el acuerdo entre los sectores industrializados que concentran la mayor parte del capital, sino que profundizaron la explotación de la tierra, lo que aceleró el proceso de descomposición y recalentamiento de la capa terrestre. Por lo tanto si se consideran los veranos registrados entre 1981 y 2010 como referencia, el valor de anomalía actual es de 1.3 grados y, en efecto, ese valor se ubicó por encima del promedio.
“Cada verano es peor que el anterior y nos van normalizando esta situación. Es decir que este es el verano más fresco del resto de nuestras vidas. Es realmente preocupante las imágenes distópicas que vemos ahora en Malibú California. Lo hemos visto también en la Amazonia, en nuestro propio territorio en Corrientes, en la Patagonia y en Australia”, comenta el abogado ambientalista, Enrique Viale.
Un calor que quema
La sequía producto del intenso calor por la falta de humedales ocasiona que los ciclos de lluvia sean más cortos y más intensos. El suelo al no poder absorber el agua por las capas de tierra agrietadas termina por generar inundaciones, afectando aún más la flora y la fauna del lugar. No es casual que los fenómenos meteorológicos sucedan uno detrás del otro. Mientras que en una provincia del sur hay inundaciones, al norte las sequías provocan escasez de cultivo. Al mismo tiempo en el centro del país se queman miles de hectáreas.
Todo esto no representa más que pérdidas de miles de millones de dólares en cultivos; la dificultad de que pueda crecer de nuevo vegetación en la tierra arrasada; los animales que mueren por la catástrofe y las familias que deben evacuar de sus residencias sin recibir un resarcimiento por los bienes perdidos.
“A pesar de que vamos batiendo récords, parece que no hay una reacción en los sectores de poder que siguen en la lógica del crecimiento desmesurado, ampliando la frontera hidrocarburifera o la frontera del agronegocio sobre bosques nativos. Uno tendría que poder prepararse mejor pero vienen haciendo lo mismo sin ningún tipo de miramiento”, reflexiona Enrique.
Autoría a quien corresponda
Vivir con calor
Las olas de calor se encuentran entre los peligros naturales más mortíferos. Cada vez es más frecuente que las personas mueran por causas relacionadas con el calor. Los datos recolectados demuestran que los eventos inusualmente cálidos de principios de temporada son particularmente los más riesgosos. Sin embargo, el impacto total de una ola de calor a menudo no se conoce hasta semanas o meses después.
Son pocos los países que tienen un seguimiento de los efectos colaterales de la exposición al calor. En Europa, por ejemplo, la tasa de muertes relacionadas a las olas de calor según la ONU es de unas 175.000 personas, lo que representa un 36% del total a nivel mundial que es alrededor de 489.000 decesos.
Sobre las consecuencias que tiene esto en la salud de las personas, la organización explicó: "Las temperaturas extremas exacerban las enfermedades crónicas, incluidas las cardiovasculares, respiratorias y cerebrovasculares, la salud mental y las afecciones relacionadas con la diabetes".
Si bien es una problemática mundial, no todos los países están en igualdad de condiciones para amortiguar problemáticas como el riesgo hídrico, la precarización de la vida cotidiana por la restricción de derechos y los altos niveles de pobreza e indigencia. Al mismo tiempo, un reducido número continúa acumulando y capitalizando más y más recursos finitos.
“El cambio climático tiene consecuencias concretas tanto en la población humana como en la no humana. Mata flora, fauna y ecosistemas cuando las olas de calor son persistentes. El sector que más lo sufre son los más vulnerables como gente que vive en casas muy precarias de chapa o en situación de calle. El cambio climático profundiza las injusticias en una sociedad”, argumenta el abogado.
Foto: gentileza de Nicolás González
¿Quiénes son los responsables?
Enel informe “Dónde hubo fuego negocios quedan” elaborado por el geógrafo, Joaquín Deón, advierte que detrás de los incendios (95% son intencionales) están el agronegocio, la minería a cielo abierto, el sector inmobiliario y los deportes de élite como el golf, las carreras de enduro y motocross. Asimismo, también acusa que los negociados detrás de cada deforestación para el cambio del uso de suelo, pocas veces llegan a juicio porque ralentizan el proceso al punto de ser cajoneado.
Ante esto el geógrafo argumenta que la Ley de Bosques establece la prohibición de eliminar bosque nativo para cambiar el uso del suelo después de los incendios, pero se pregunta quién y cuánto se controla eso: “los controles no se hacen o se hacen y no se continúan cuando se clausura una propiedad donde se cometió una infracción por tala o desmonte”.
En el mismo informe relata que recuperar el suelo del bosque nativo tardaría alrededor de 30 años, cuando las denuncias por justicia ambiental llevadas a juicio pueden tardar hasta 12 años en ser elevadas. Es decir que es más probable que la tierra sea fértil de nuevo a que los responsables sean enjuiciados.
Todo esto sin mencionar que el Gobierno Nacional y también el provincial abogan por ignorar los estudios de impacto ambiental que la Ley de Bosques exige al haber votado a favor del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI). Si bien ni allí, ni en la Ley Bases quedó la propuesta de vetar la ley, las mismas establecen ciertos acuerdos de exploración de suelo para la extracción de minerales como el litio o la construcción inmobiliaria en bosques nativos a muy bajo costo.
“El plan de manejo del fuego no se usa para controlar los incendios, sino para que las cenizas se conviertan en negocios”, comenta Deón.
Foto: gentileza de Nicolás González
Negadores del cambio climático
El calentamiento global y la crisis climática trae aparejado consigo que cada vez son más los líderes mundiales que niegan los efectos producidos por el extractivismo. Algunos con el pretexto de la transición energética, otros negando de raíz las consecuencias que se palpan en la piel año tras año y las recomendaciones de cuidado son las mismas: hidratarse bien, no exponerse al sol y usar protector solar.
“Los grandes medios de comunicación y sectores de poder tratan el cambio climático de manera abstracta como método de absolución: “todos somos culpables”. Ellos son los grandes responsables. Por eso algunos hablan de que estamos en la era del capital obsceno, un capitalismo salvaje, desconectado con los territorios y la naturaleza. Es necesario entender que esa absolución tiene nombres y apellidos”, concluye Viale.
¿Hasta dónde las élites revolucionarias estuvieron dispuestas, exigidas por las circunstancias, a modificar las jerarquías sociales y plasmar un igualitarismo difundido a partir de la retórica revolucionaria?
¿Qué se discute cuando se habla de una EPEC como posible Sociedad Anónima? ¿En dónde se pone el foco del tema energético frente a la actual coyuntura? ¿Qué nos dicen la historia y la experiencia de otras SA?