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¿A qué le teme Javier Milei? La reacción de las nuevas derechas a los feminismos
El discurso del presidente recupera los lugares más burdos y falaces del sentido común prometiendo el retorno a una era dorada, sin la amenaza de los feminismos. ¿A qué le teme Milei? La opinión de Coti San Pedro
Hace una semana, nuestro presidente redobló su apuesta en el foro de Davos. Javier Milei, hoy una de las figuras que encabeza la nueva derecha global, se presentó en la Reunión Anual de Economía Mundial con un discurso lleno de imprecisiones y falsedades. Sin embargo, se arrogó estar del lado de la ciencia y los datos, posición desde la que afirmó que “soplan vientos de cambio”, unos que permitirán, si se rompen ciertas cadenas ideológicas, dar paso a una “nueva era dorada”. El foco de su intervención estuvo en lo que reconoce como la ideología “woke”, un monolito aterrador de fuerza destructiva que nuclea todas las luchas contra la opresión, y la razón de todos los males de este mundo.
Para llegar a esta “era dorada” que profetiza el mandatario, lo otro, las otras, lxs otrxs son una infección, una epidemia, un cáncer que hay que extirpar. La alteridad se constituye en una amenaza que pone en riesgo el “nosotros” de Occidente, una identidad que se construye a partir de la exclusión discursiva —y material— de amplios sectores de la sociedad. El discurso de Milei ataca cualquier expresión que ponga en cuestión el modelo saqueador, extractivista y opresor de esta nueva fase del capitalismo. Su apelación a tácticas fascistas construye al “otro” como enemigo. Vocifera con odio, como único afecto posible hacia lo diferente. Un odio que tiene claros efectos de sentidos, que habilita expresiones que ponen en riesgo la vida de esos sectores sociales. Lo que nos lleva a afirmar que el discurso del presidente no es ajeno a su estrategia de administración del Estado. Aquella que, bajo el argumento de la eliminación de la casta política, erige un gobierno signado por la intolerancia, la persecución y el ajuste al pueblo.
Su narrativa mesiánica habla del renacimiento de la esperanza en la libertad, promete reconstruir una “catedral histórica”, lo que no es más que la expresión ideológica de la férrea defensa de la desregulación, el individualismo y la propiedad privada. Habla de la riqueza “creada” por el capitalismo, como si no fueran las personas quienes realmente la producen. Aduce que la idea de justicia social es “siniestra”, “injusta” y “aberrante”, desde su perspectiva “alguien debe pagar los derechos”. Se impone así la lógica absoluta y universal del mercado: allí dónde hay una necesidad surge un nuevo bien o servicio y un consumidor. Sentidos que obturan las luchas históricas orientadas a visibilizar y transformar las formas de opresión, que desconocen los derechos conquistados por el pueblo organizado.
Este discurso, que se presenta como el único posible, ocluye que las relaciones de explotación y opresión son estructurales e históricas y se encarnan en sujetxs. Es una narrativa que recupera los lugares más burdos y falaces del sentido común, para reproducir barbaridades sobre las violencias de género, el feminismo y el abuso infantil, con el fin de volver legítimas y deseables políticas de Estado como la eliminación del Ministerio de Géneros y sus programas, los programas de VIH, la ESI y cualquier acción destinada a combatir las violencias.
#25N en Córdoba, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres 2024. Foto: Julio Pereyra / Enfant Terrible
Pues Javier Milei, como una ejemplar expresión de la derecha, le teme a la equidad, a la diversidad, a la multiplicidad. De allí el afán de ocultar la diferencia bajo una vaga idea de libertad que no hace más que camuflar la opresión y colocar al varón blanco, heterosexual y propietario como unidad de medida.
Milei le teme a todo lo que no se ajusta a los estrechos límites que moldea el binarismo. Reacciona con odio a todxs quienes muestran las fisuras de ese guión cisheteronormativo, a esas irrupciones que marcan sus fallas, que cuestionan y subvierten esas normas que nos quitan lo humanxs, que reproducen la desigualdad. En fin, Milei le teme a lo que amenaza un modo de organización social ya vetusto. La “nueva era dorada” no es más que la exacerbación de un orden que ya era opresivo y desigual.
Frente a estos discursos, es necesario retomar una discusión política que no sea moral, es decir, que no reduzca las posibilidades de organización social a la dicotomía buenos y malos. Somos muchxs lxs que, desde hace tiempo, apostamos a la construcción de nuevos horizontes que nos reconozcan en nuestra diferencia, que nos igualen como seres que necesitamos de otrxs para vivir. Sujetos que apostamos al encuentro con otrxs, al amor, a la pedagogía feminista como herramienta de transformación frente a la deshumanización y los discursos de odio. Nosotras defendemos la vida, defendemos a todas las vidas, porque creemos que las vidas de las mujeres, las travas, los putos, lxs no binaries, las infancias trans valen. Sabemos que tenemos la responsabilidad de cuidar y acoger a cada unx de ellxs, porque este sistema ya se encargó de hacerles la vida muy difícil. Por eso defendemos y cuidamos a la humanidad en lo que tiene de diverso, frágil y vulnerable. Defendemos personas, historias, rostros, no datos y números. Afirmamos, deseamos y celebramos otras existencias. Por eso el presidente, la nueva derecha, nos tiene miedo.
El miedo, a decir de Butler, es lo que convierte a nuestras luchas en una amenaza para la vida, la civilización, la sociedad, y el pensamiento. Es un enemigo claro para distraer de aquello a lo que hay que temer realmente. El problema es normalizar la miseria, la deshumanización, el dios dinero, y el saqueo y la explotación de todo lo común. Y hoy, nos preocupa que ese miedo se vuelve y transforma en lo que sienten aquellas personas que van a ser despojadas de derechos, que reconocen sus vidas precarizando aún mas sus existencias.
Por eso, las políticas de la calle, que históricamente desbordan los marcos de representación de la democracia republicana, fueron y son la esperanza en la construcción de un horizonte otro. Uno que reconozca los derechos conquistados, uno que no se conforme con un pasado que también queríamos —y militamos para— transformar. Al odio, respondemos —no sin enojo— con amor, un amor que el sábado va a desbordar las calles. Porque nadie va a destruir nuestro deseo de vivir, de amar, de desear, de habitar este mundo. Las nuevas ofensivas de las derechas nos obligan a redoblar la apuesta por un mundo —que está por venir— más diverso, más justo y más humano. Al odio, amor. A la crueldad, ternura. Al fascismo, más feminismo.
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