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A 106 años de la Semana Trágica, las viejas reivindicaciones que volverán
Un nuevo aniversario de una de las gestas más grandes del movimiento obrero argentino. Recordamos la "Semana Trágica" como lo que fue: una semana de huelgas, represión y derechos legitimados.
Una semana como esta pero de 1919, comenzó una de las huelgas más históricas que el movimiento obrero argentino tiene en su legajo. La que dio como fruto la jornada laboral de 8 horas. Y también, una de las más cruentas represiones del siglo XX y escenario del primer pogromo -represión y violencia dirigidas, en este caso a la población judía residente en el país- en tierra americana.
Bajo el primer gobierno del radical Hipólito Irigoyen, las masas que decía representar, le marcarían el primer límite a su gestión. El sur de la Ciudad de Buenos Aires se convirtió para fines de 1918 y principios de 1919 en un centro catalizador de una masa obrera hastiada de las paupérrimas condiciones de trabajo: salarios bajos, jornadas extensas de más de 12 horas, insalubridad laboral, trabajo a destajo, entre otras problemáticas.
El 2 de diciembre de 1918, 2500 trabajadores metalúrgicos de los talleres de Pedro Vasena e Hijos, ubicados en el barrio de San Cristóbal, se declararon en huelga. Jornadas de 8 horas, salubridad laboral y salarios justos, eran sus principales reivindicaciones.
Aquel fin de año, Pedro Vasena, de buenas relaciones con el radicalismo gobernante, vendió la fábrica a una marca inglesa, aunque la gestionó un tiempo más hasta concretar efectivamente el negocio.
Los trabajadores organizados en las banderas del anarcosindicalismo, en auge durante aquella época, tomaron las instalaciones y armaron un piquete en la entrada. La semilla de la insurgencia fue plantada y se expandió entre las barriadas populares de Buenos Aires capital y luego en el resto del país.
Los interlocutores gremiales estaban nucleados en dos centrales obreras escindidas de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA). En el V Congreso, en 1905, la FORA adhirió al anarquismo. Una década después, durante el IX Congreso de 1915 se determinó que la central no adhería a ninguna doctrina filosófica o política en particular. Los anarquistas abandonaron el cónclave y así quedaron delineados los dos grupos.
La FORA del V Congreso, de raigambre anarquista, pasó a ser el núcleo intransigente; mientras que el gobierno radical tendió puentes con los dirigentes de la FORA del IX Congreso, cuyos dirigentes tenían posturas más conciliadoras.
Enero rojinegro, entre el calor obrero y las balas radicales
La tensa calma que copó la ciudad durante el comienzo de año se cortó en el Barrio Nueva Pompeya donde se intercambiaron los primeros tiros entre los obreros en huelga y la policía. El enfrentamiento dejó los primeros heridos de una represión que fue el prólogo de fusilamientos posteriores como la "Patagonia rebelde" o la de los hacheros de La Forestal, según expresa el historiador Horacio Ricardo Silva en su libro "Días rojos, verano negro: enero de 1919, la Semana Trágica de Buenos Aires (Bs. As., Libros de Anarres, 2011)".
Esta primera represión, al contrario de sus objetivos, generó, según el diario "La Protesta", una "eficaz colaboración del vecindario en general del B. de Nueva Pompeya (...) No eran ya huelguistas, sino todos los habitantes en general, obreros en su mayoría los que ayudaron a defender a los atacados, de este bárbaro y criminal atropello, cometido con todo cinismo, contra los trabajadores de la Casa Vasena”.
El 4 de enero ocurrió otro enfrentamiento. En este se exhibió la capacidad organizativa en unidad de obreros industriales, mujeres, y vecinos de la zona, quienes levantaron el adoquinado, hicieron excavaciones y destruyeron los caños de agua corriente para anegar las calles con el objetivo de incomunicar a los Vasena e impedir el paso libre de las chatas de la empresa.
El 7 de enero, la escalada tendría sus primeros muertos. Mientras los huelguistas armaron piquetes para impedir la llegada de materia prima a la fábrica, un grupo de rompehuelgas comenzó a disparar sobre los trabajadores, a los que luego también reprimió la policía, dejando un saldo de cuatro obreros asesinados. Lo que profundizó la bronca y el hastio tanto de huelguistas como de importantes sectores obreros de la ciudad.
En su libro "Los mitos de la historia argentina III (Editorial Planeta, 2006)", Felipe Pigna recupera el nombre de los primeros caídos de la histórica huelga:
“Juan Fiorini, argentino, 18 años, soltero, jornalero de la fábrica Bozzalla Hnos., que fue muerto mientras estaba tomando mate en su domicilio de un balazo en la región pectoral; Toribio Barrios, español, 42 años, casado, recolector de basura, muerto en la avenida Alcorta frente al número 3189, de varios sablazos en el cráneo; Santiago Gómez Metrolles, argentino, 32 años, soltero, recolector de basura, de un balazo en el temporal derecho mientras se hallaba en la fonda de avenida Alcorta 3521, de Lázaro Alberti; Miguel Britos, casado, jornalero, muerto a consecuencia también de heridas de bala”.
Luego de estos hechos, Vasena accedió a reunirse con los huelguistas y propuso jornada laboral de 9 horas, 12 % de aumento y admisión de cuantos quisieran trabajar. La asamblea se extendió más de lo pautado y se pasó para el otro día. El patrón no asistió.
Al otro día, una nueva delegación obrera presentó su pliego de condiciones: jornada de 8 horas, aumentos de jornales comprendidos entre el 20 y el 40 %, pago de trabajos y horas extraordinarias, readmisión de los obreros despedidos por causas sindicales y abolición del trabajo a destajo.
El 9 de enero de 1919, según Pigna, “Buenos Aires era una ciudad paralizada. Los negocios habían cerrado, no había espectáculos, ni transporte público, la basura se acumulaba en las esquinas por la huelga de los recolectores, los canillitas habían resuelto vender solamente La Vanguardia y La Protesta, que aquel día titulaba: 'El crimen de las fuerzas policiales, embriagadas por el gobierno y Vasena, clama una explosión revolucionaria'”.
La bronca se organizó a tal punto que la clase trabajadora de la provincia más poblada de Argentina concretó una enorme huelga general que no distinguía entre centrales obreras. Con los mártires en andas, las masas se dirigieron a enterrar a sus muertos en el Cementerio de La Chacarita, escenario de otra cruenta represión que sumó más bajas entre los huelguistas.
Ese mismo día, el Jefe de la Policía, Elpidio González, solicitó y obtuvo del Presidente Yrigoyen un decreto que dictamino un aumento del 20% para los policías. Según los diarios de la élite hubo 12 muertos y casi 200 heridos. Sin embargo, la prensa obrera registró más de 100 muertos y alrededor de 400 heridos.
Mientras sucedía la masacre de Chacarita, un grupo de obreros se llegó a la fábrica Vasena con intenciones de prenderla fuego. Adentro, se encontraba la patronal reunida con Joaquín Anchorena de la Asociación Nacional del Trabajo (ANT) y el empresario británico comprador que, asustado, pidió protección a la embajada que se comunicó con Elpidio González. El futuro vicepresidente de Alvear partió a la fábrica donde fue recibido a los tiros por los huelguistas. Esto provocó otra dura represión y según el parte policial, otros 24 muertos.
Triunfo huelguista e institucionalización del fascismo
El 11 de enero, Yrigoyen llegó a un acuerdo con la FORA del IX Congreso. Allí se pactó la liberación de los 2 mil obreros presos, un aumento salarial de un 20 y un 40 % según las categorías, el establecimiento de la jornada laboral de nueve horas y la reincorporación de todos los huelguistas despedidos. Sin embargo, la FORA del V Congreso, al igual que los metalúrgicos, recusaron el acuerdo y denunciaron el no ser llamados a la negociación.
La rebelión social duró una semana, del 7 hasta el 14 de enero de 1919, cuando los metalúrgicos levantaron la medida y cesó el paro general. La huelga había triunfado a un costo humano enorme. Diez años más tarde, en 1929, la jornada laboral de 8h se haría norma con la promulgación de la ley 11.544.
Al 14 de enero, el periódico La Vanguardia aseguraba unos 700 muertos y 2 mil heridos, aunque se estima que fue el doble.
"Si Buenos Aires había sido epicentro de una violencia que los radicales aún hoy relativizan, con los militares como mano de obra, se podía replicar esa lógica en un conflicto similar a cientos de kilómetros. Fue lo que ocurrió en Santa Cruz en 1921. El Ejército asumía funciones que antes eran de la policía en cuanto al control social y la represión. La fuerza se politizó y se crearon logias militares durante los años 20. El camino quedaba tapizado hacia el primer golpe de Estado", concluye sobre la Semana Trágica el periodista Juan Pablo Csipka.
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