8M: el feminismo y la necesidad de un nuevo mundo

Desde el 8 de marzo de 1909, luego del trágico evento en Nueva York que terminó con 129 mujeres quemadas por una huelga laboral, los movimientos feministas de todo el mundo se movilizan en memoria, pero fundamentalmente en presente, para continuar ese legado: luchar. Denominado originalmente como Día Internacional de la Mujer, atravesó- al menos en nuestro país- una reformulación importante: es también el día de las mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries. La fecha mantiene, ¡con todo el paso- y el peso- de la historia! algunos de sus ejes principales: es internacional y está íntimamente ligado a la lucha de la clase trabajadora.

La enorme convocatoria que tienen las movilizaciones feministas en nuestro país no es una novedad. Esta realidad no ha cesado durante la pandemia, que hace un año debemos convivir con ella. Con la fuerza vital que convoca y une demandas y cuerpos, que cuenta con la reciente victoria histórica de la aprobación del aborto en Argentina. Hoy, como desde aquel octubre de 2016 se convoca a un Paro Internacional, de mujeres, lesbianas, travestis y trans, con la creciente reivindicación de saber que las tareas desempeñadas principalmente por las personas feminizadas en el capitalismo, son las patas fundamentales para sostenerlo. Esta realidad fue brutalmente agravada por la pandemia, no sólo por la caída de los puestos de trabajo y la oferta laboral, sino también por cómo recayeron las tareas de cuidado sobre las mujeres y las disidencias sexuales en la vida doméstica. Y así también, se agravó la violencia de género.

Gran parte de las demandas que manifiesta la marcha están centradas en la exigencia de mejoras laborales: cupo laboral trans y travesti; reconocimiento del trabajo sexual; reconocimiento salarial de promotoras territoriales y de género; la exigencia de salarios, subsidios y jubilaciones que le ganen a la inflación; el reclamo de una política integral de cuidados; regularización y salarios dignos para trabajadoras de casas particulares. Entre otras.  Para aportar algunos datos de la realidad detrás de estas exigencias, la periodista Florencia Halfon compartió en su cuenta de Twitter las siguientes estadísticas: por cada $100 que gana en promedio un varón, una mujer gana $79; entre los 30 y los 64 años, 8 de cada 10 varones participan del mercado laboral, contra 5 de cada 10 mujeres.

Foto: La tinta.

VIVIENDA

Relacionado con lo anterior, no podríamos obviar una problemática fundamental: el acceso a la tierra y a la vivienda. La situación habitacional también empeoró a partir de la pandemia, ante lo cual se aplicaron herramientas legales para evitar los desalojos, extender los contratos y además garantizar la nueva Ley de Alquileres, pero sabemos que son mecanismos ampliamente evadidos por los propietarios. En este sentido, hace algunos días- 2 de marzo- desalojaron a Norma Castillo, una lesbiana adulta de 79 años, quien es conocida por su histórica militancia por los derechos humanos y LGTTTBIQ+, y parte de la primera pareja de lesbianas en casarse al concretarse la ley de matrimonio igualitario. Este es un caso clave que habla de la precariedad que muchas veces implica envejecer perteneciendo al colectivo de disidencias sexuales. Es una situación por la que atraviesan cotidianamente las personas travestis y trans en nuestro país, en los que muchas veces se ve agravada también por ser migrantes. Asimismo, el problema de acceso a la vivienda afecta a las mujeres que viven en las villas, y que en la pandemia fueron primera línea para sostener sus barrios. Recordemos de una de las víctimas fatales del covid: Ramona Medina, miembro de La Garganta Poderosa. "Exigimos urbanización de las villas y barrios populares con perspectiva de género porque exigimos NiUnaMenosSinVivienda"

REFORMA JUDICIAL FEMINISTA

La reforma judicial feminista presenta una de las exigencias centrales de este 8 de marzo. En los dos meses que lleva el 2021 se produjeron 69 muertes violentas de mujeres, trans y travestis en Argentina. Un caso cada menos de 24 horas. El femicidio de Úrsula Brahillo a principios de febrero, fue un caso que desencadenó la urgencia de la reforma judicial feminista. El femicida, Matías Martínez, quien era miembro de la policía bonaerense, cargaba con 18 denuncias por parte de Ursula. 18 denuncias que fueron ignoradas, y terminaron con el femicidio de Úrsula. 18 formas en la que el Estado ignoró una situación de vulnerabilidad, en la que la víctima fue consciente, en todo momento, del peligro que corría. A este brutal caso se le sumó otro más: el femicidio de Guadalupe Curual, en plena vía pública de Villa La Angostura, en el que nuevamente la justicia no hizo nada ante las denuncias que pesaban sobre el agresor, Bautista Quintriqueo.

En este sentido, reformular la justicia llevaría a pensar los límites de que las medidas respondan únicamente de manera punitiva.  La justicia cuenta con sanciones altas en los casos de violencia de género— la condena por femicidio es perpetua, por ejemplo.— sino de pensar una justicia que actúe en tiempo y forma para evitar y reparar casos de violencia, no para llegar tarde y no hacer otra cosa que condenar y mandar a la cárcel a los agresores. Este es el punto clave para transformar la justicia.  Los ejes que se proponen para tener en cuenta cuando se habla de reforma judicial feminista están orientados a poner atención "en la escucha y los abordajes situados en la prevención, reparación y acompañamiento; no en meros mecanismos punitivistas cuando los daños ya están hechos y nuestras vidas y las de nuestres compañeres ya fueron vulneradas". Otro punto insoslayable sería que las denuncias estén centralizadas y en coordinación entre los organismos públicos y las instituciones judiciales, que permita una forma de intervención que no sea revictimizante. Se plantea también la necesidad de que el presupuesto destinado a las políticas públicas en esta área tenga prioridad. Por otro lado, un punto fundamental es la aplicación de la existente Ley Micaela para lograr la incorporación de la perspectiva de género en los tres poderes del Estado: Judicial, Ejecutivo y Legislativo, y en las fuerzas de seguridad.

TRABAJO SEXUAL: UNA DEUDA DE LOS FEMINISMOS

Sin embargo, y a pesar de que el 8 de marzo, el trabajo ocupa un lugar central, hay un colectivo que aún es desconocido como tal, incluso por buena parte del feminismo: las trabajadoras sexuales. Se dice que la prostitución es el trabajo más antiguo del mundo. Se dice que, en realidad, todo trabajo es prostituyente, ya que en un sistema capitalista lxs trabajadorxs venden su fuerza de trabajo, básicamente para sustentar sus vidas. Quienes ejercen el trabajo sexual y luchan por sus derechos, ven a éste como una opción más dentro de las posibilidades laborales que brinda este sistema. De hecho, esta noción es consecuencia directa de que estén organizadas en sindicatos, y este es un fenómeno que se repite en diversos lugares del mundo. En Argentina existe AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina).

Por otro lado, también se dice que ejercer el trabajo sexual es perpetuar la esclavitud sexual, el patriarcado y el machismo. Estos discursos, que devienen en las principales políticas adoptadas en gran parte del mundo, son sostenidas por colectivos organizados que se denominan como abolicionistas de la prostitución . Sin embargo, estas posiciones ignoran sistemáticamente las demandas que hacen las trabajadoras sexuales. No sólo que ignoran, sino que aportan a la criminalización y la estigmatización del colectivo. Ninguna medida tomada bajo estas premisas es favorable para las personas que ejercen el trabajo sexual, sino todo lo contrario.

Si el feminismo se propone como una fuerza de liberación o emancipación es fundamental que comience a oír las demandas de este sector. ¿Cómo puede suceder que haya mujeres que consideran que un trabajo está mal niegue una y otra vez las demandas de trabajadoras organizadas? ¿Qué es lo que pasa cada vez que aparece el sexo que parece ser irreconciliable con algunos sectores del feminismo? ¿Pueden grupos de mujeres decidir por sobre otras, subestimar sus demandas, y silenciar sus voces?

Cabe destacar que durante la pandemia, por la informalidad en la que se desarrolla el trabajo sexual, por no ser reconocido como tal, la vulnerabilidad aumentó, y por supuesto la dificultad de acceso económico. Claramente, la solidaridad y la colectividad fueron sostén clave por el cual pudieron- como muchos otros sectores- subsistir ante los golpes producidos por la pandemia. Recordemos que en junio del año pasado  el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, tras haber creado el Registro Nacional de Trabajadorxs de la Economía Popular (ReNaTEP), contamplaba en el formulario al trabajo sexual como ocupación. Sin embargo, la medida rápidamente fue bajada tras un boicot a cargo de colectivos abolicionistas que lograron, una vez más vulnerar los derechos del colectivo.

Hoy, como cada 8 de marzo, las trabajadoras sexuales salen a la calle junto a todo el colectivo feminista a reivindicar y luchar por las demandas colectivas, con solidaridad y conciencia de clase, y también a imponer sus propias y urgentes reivindicaciones.

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