Una guerra con olor a genocidio: Turquía y Azerbaiyán buscan desestabilizar el Cáucaso sur

Hace días y días que en varios medios, en muros de amigues, en Twitter y en IG se está hablando de lo que pasa en Nargorno-Karabaj (Artsakh): “que guerra, que conflicto histórico, que Armenia, que Azerbaiyán, que empezó uno, que atacó el otro, que separatistas, que turcos, que rusos, que yihadistas, terroristas sirios, que Erdogan y el expansionismo turco”. ¿Qué de todo esto que leemos entendemos? ¿Qué es lo que realmente está pasando, por qué y qué intereses tienen las grandes potencias en esta zona? Un breve repaso sobre la actualidad del Cáucaso sur, la realidad del conflicto bélico, las metidas de narices de las potencias y las disputas territoriales, que una vez más, esconden y evidencian prácticas genocidas.

Por Ignacio Analian para Enfant Terrible.

Amaneciendo el domingo 27 de septiembre en la República de Nagorno Karabaj, alrededor de las 7:20 a.m. hora local, las tropas militares de la República de Azerbaiyán, presidida por Ilham Aliyev desde 2003 a la actualidad, lanzaron un ataque con misiles de alta artillería a la capital Stepanakert y abrieron fuego a lo largo de toda la línea de contacto, comenzando así, un conflicto que se mantiene en escalada hasta hoy y que no parece atisbar un final cercano. 

Para entender la raíz del conflicto deberíamos remontarnos a los primeros años de la URSS, a 1923 para ser precisos, cuando Joseph Stalin estableció el Óblast (figura jurídica en la constitución soviética), región Autónoma de Nagorno-Karabaj y, de forma caprichosa, le brinda su administración a la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, pese a que esas tierras, llamadas Artsaj por lxs armenios, estaban pobladas por un 94% de armenios. Es así que durante los años soviéticos la región se mantuvo habitada por armenios y 1988, en vísperas de la caída del régimen de la URSS, el Parlamento Armenio declara la unión de Nagorno-Karabaj a su territorio, comenzando así un conflicto bélico en búsqueda de su integración definitiva, que duró hasta 1994, cuando ambas partes firmaron el cese del fuego mediado por el grupo Minsk de la OSCE. Previo al inicio de la guerra de los 90’, las movilizaciones en Armenia por la integración de Artsaj fueron multitudinarias, la población del Cáucaso sur no estaba dispuesta a ceder ese territorio a las manos azeríes, ya habían tenido bastante con las tierras robadas por los turcos en la meseta de la Anatolia durante el Genocidio Armenio. 

Previo al fin de la guerra, el 2 de Septiembre 1991 la República de Nagorno-Karabaj declara su independencia y no es reconocida por ningún estado miembro de Naciones Unidas, de hecho, la ONU reconoce el territorio de Azerbaiyán integrando a Artsaj al mismo, siendo esta ya independiente al igual que las demás Repúblicas post-soviéticas. ¿Qué pide la República de Artsaj? Que se le reconozca la autodeterminación de los pueblos según el derecho internacional. Con esto no solo está pidiendo que el conflicto se resuelva de forma pacífica y diplomática, sino que está dando muestras de una madurez democrática.

Desde 1994 hasta el actual 2020, la línea de contacto siempre fue testigo del fuego cruzado. Hay estadísticas que muestran la cantidad de soldados muertos por año de ambos lados, dilucidando así que el conflicto nunca cesó realmente; pese a esto jamás se esperaba este tipo de escalada de los enfrentamientos, este ataque de Azerbaiyán no tiene precedentes. El enfrentamiento más cercano a la fecha fue en abril de 2016, cuando nuevamente Azerbaiyán atacó de forma deliberada la línea de contacto y se libró un enfrentamiento que duró cuatro días, este se denominó “la guerra de los cuatro días”, dejando varias bajas de ambos lados.

En julio de este año también se realizaron ataques pero en este caso directamente al territorio de la República de Armenia, bombardeando asentamientos civiles.

Algo que no es menor y que es sumamente importante recalcar es que los ataques que se dieron en la capital de Artsaj y en ciudades aledañas afectaron de forma directa a la población civil, demostrando así que ese es el principal objetivo de Azerbaiyán. En estos ataques se utilizaron armamentos ilegales, bombas de racimo fabricadas por el Estado Israelí, artillería pesada, todo contra una población pacífica, que solo busca vivir en paz en sus tierras, las tierras de sus antepasados, la tierra de todos los armenios del mundo.

A su vez, los azeríes no están solos, sino que están respaldados política, militar y estratégicamente por Turquía, que no dudó en brindarle todo su apoyo a Azerbaiyán y menos le tembló el pulso para facilitarle armamento militar, aviones F-16 de última tecnología, capacidad de soldados y mercenarios Sirios y Libios yihadistas.

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Turquía busca continuar con su plan que hace 105 años comenzó, terminar con el Genocidio Armenio. Atacando a la población civil, atentando contra patrimonios culturales que datan de cientos de años, bombardeando escuelas, amenazando con terminar aquello que sus antepasados comenzaron hace cien años. Turquía niega lo que sucedió en 1915 y también lo niega su sociedad, cómplice de sus políticas de exterminio, es por eso que hoy no tienen ningún problema en comenzar un nuevo plan de exterminio contra el pueblo armenio. Construyen odio dentro de su sociedad, alimentando la armenofobia, aquella que se llevó miles de vidas a lo largo de la historia del pueblo armenio y que hoy se está cargando muchísimas víctimas civiles.

Por otro lado, es clave destacar el papel importantísimo que juega Rusia como mediador ya que mantiene una muy buena relación con ambos países y es uno de los principales proveedores de armamentos para ambos lados. Pese a que Azerbaiyán le compra armamentos a Israel y a Turquía, Rusia es el que más lo provee. Durante el transcurso del conflicto, los Ministros de Relaciones Exteriores de ambos países se juntaron con el Canciller ruso para negociar un alto de las hostilidades. Para el día 10 de Octubre se había firmado una tregua humanitaria con intercambio de cadáveres y presos de guerra, pero Azerbaiyán no cumplió con su palabra y ni bien pasado cinco minutos de la hora del comienzo del cese, volvieron a abrir fuego en toda la línea de contacto y desplegaron un contundente ataque a la capital de Nagorno Karabaj.

Si bien Rusia tiene una de sus bases militares más grandes en Gyumri, ciudad de Armenia, mantiene buena relación con ambos países y es el único posible mediador de este problema, el real mediador. 

Otra guerra se brinda en las redes y medios, la batalla de la desinformación azerí, que mediante trols y un lobby político-comunicacional bancado con sus petrodólares, buscan instaurar la falsa noticia. “Que Armenia atacó primero, que son los separatistas armenios los que comenzaron la guerra, el enclave armenio en Azerbaiyán, las históricas tierras azeríes”, son las frases que se pueden leer en medios que más que informar se prestan para hacer la propaganda de un estado dictatorial como el de Aliyev. Azerbaiyán junto a Turquía son dos países que persiguen constantemente al periodismo cercenando la libertad de expresión. 

Los medios que cubren la guerra del lado Azerí son sólo locales y turcos. Muy diferentes realidades se viven en Armenia y en Karabaj, en donde muchos medios y periodistas independientes de diversos países están cubriendo lo que sucede, mostrando y viviendo los ataques azeríes que día a día se tornan más intensos.

Hoy el conflicto está en escalada y cada día se registran nuevas víctimas fatales, civiles, soldados de ambos lados, mercenarios terroristas y su fecha de fin ni siquiera se puede ver a lo lejos. El pueblo azerí y el pueblo armenio no quieren la guerra, nadie en la zona quiere la guerra, los únicos intereses son de Erdogan y de Aliyev, son intereses expansionistas que se manchan de sangre. La paz es lo más lógico, es lo más anhelado por las familias de Karabaj que quieren volver a vivir a sus casas, por las familias de los soldados armenios y por todos los armenios del mundo, que se ven indignados porque no quieren ser contemporáneos a la continuación de un genocidio que muchas vidas se llevó y que obligó a sus antepasados a migrar por otros lares. 

 Por Ignacio Analian para Enfant Terrible.

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