Hace ya poco más de un año, cuando Martín Llaryora asumía como gobernador de la provincia de Córdoba, se abría una nueva etapa del «cordobesismo», que debía consolidarse a la par de un libertarismo que se instalaba a nivel nacional y marcaba una nueva forma de relacionarse con los gobernadores e intendentes.
Después de probar la vía de la confrontación, presentándose como enemigo de “los pituquitos de recoleta”, el nuevo gobernador empezó a tomar una postura menos agresiva, ofreciendo gobernabilidad. Esta elección por colaborar, le ofreció el peligro de quedar vinculado al libertario, por lo que, en los últimos meses del año, comenzó a desarrollar una crítica indirecta para evitar el enfrentamiento,remarcando la gestión.
Sin embargo, Llaryora evita el cruce discursivo y muestra cautela, ya que se enfrenta a un adversario que posee una imagen positiva fuerte, y con quien tiene una coincidencia electoral crucial: el anti kirchnerismo.
Esta narrativa que busca diferenciarse por la gestión y la predisposición ante las alianzas, no es nueva en el cordobesismo; fue bastión de José Manuel De La Sota y lo que luego decidió llevar Juan Schiaretti al resto del país en las últimas elecciones, para presentarse como representante de un modelo distinto y funcional.
Escenario nacional
En febrero, la tensión con “los porteños” llegó a su clímax, cuando Javier Milei llamó “traidor” al gobernador, luego de que los diputados cordobesistas no lo apoyaran en la primera versión de la Ley Bases. Tras este conflicto fue despedido el ex funcionario Osvaldo Giordano, exministro de Juan Schiaretti y figura apreciada en La Libertad Avanza, solo porque su pareja, Alejandra Torres, no respaldó la ley. A lo largo del año, esta relación fue medida por encuestas que marcan las posibilidades del 2025 y buscan adelantar el 2027.
Por su lado, Aresco informa que la gestión de Llaryora cierra el primer año de gestión con una aprobación del 57,5%. El número es trascendente porque en mayo pasado, ese número había llegado a un piso del 49,3%. Mientras que la opinión negativa no varió demasiado: en mayo era del 39,4% y en diciembre cerró en 36,7%.
En los informes de Synopsis, el gobernador de Córdoba muestra una imagen positiva del 23%.
Por otro lado, Delfo le otorga datos alentadores al gobierno cordobés. La aprobación de su gestión es llamativamente sólida entre quienes votaron a Schiaretti (76%) y muy buena entre quienes adhieren a Milei (64%).
El exgobernador Schiaretti es difícil de superar en las encuestas, pero es tradición del cordobesismo mostrar fuertes relaciones entre sus líderes, como lo hicieron José Manuel de la Sota y Schiaretti. En este contexto, la relación entre Llaryora y Schiaretti es necesaria para sostener el cordobesismo en el poder. Esta misma posición cordial que evita las disputas, se ve sublimada en las intenciones de llevar el modelo cordobesista al resto del país.
Durante la segunda mitad del año, tanto Schiaretti como Llaryora se reunieron con distintos referentes y gobernadores que, al igual que ellos, buscan posicionarse por fuera de las figuras de Cristina y Milei.
Roles
Dentro se encuentran también roles que contemplan a los votantes que no se enrolan en lo libertario, y podemos encontrar dos referentes del PJ cordobés que dan lugar a ese caudal de votos de distintas maneras.
Más alineado al discurso del gobernador puede ubicarse al intendente Daniel Passerini, quien, en una reciente entrevista en Canal C, remarcó el rol de la Municipalidad a la hora de multiplicar los recursos para poder saldar las necesidades en salud y educación frente a la crisis económica. Pero, a su vez, habló de la importancia del ajuste en el sector público, en el marco de la disputa con el SUOEM, sindicato municipal. A nivel nacional, señala que no es obstructor al gobierno, pero que existe una recesión y que no ve plasmados los intereses de los cordobeses en el discurso de Milei.
Por otro lado, representando en la Cámara de Diputados, Natalia de la Sota atravesó un año formándose como opositora, siendo esto no solo una muestra hacia el oficialismo, sino más bien a la construcción cordobesista. Marcó su lugar en un acto de cierre de año, en donde reconoció que existe una batalla cultural que debe ser contrarrestada con discusiones serias, con propuestas y con racionalidad. De la Sota adelantó que tiene intenciones de seguir siendo diputada y comienza a encuadrarse como la faz opositora a Milei dentro del cordobesismo.
Al centro de la imagen, Daniel Passerini y Natalia de la Sota en el IPEM 395 rebautizado “Gobernador José Manuel de la Sota”, el pasado 1 de Diciembre de 2024. Imagen extraída de X
Desde lo simbólico, tanto Passerini como Natalia se han mostrado más cercanos a la figura del peronismo tradicional, diferenciándose de otros dirigentes del partido que prefieren evitar la referencia.
Es interesante ver los distintos roles dentro del cordobesismo, ya que, al ser un partido con tanta trayectoria en el poder provincial, que además cuenta con un caudal de votos que son históricos por tradición delasotista, la misma que les ha permitido gobernar la provincia desde 1999, requieren una amplitud discursiva que contemple las distintas idiosincrasias que conviven en el pueblo cordobés. Todos los frentes posibles deben ser comprendidos para poder utilizar el escenario polarizado a su favor.
Esta nueva era del cordobesismo está marcada fuertemente por las alianzas. Esto se puede observar en el armado interno, que cada vez contempla más figuras no peronistas, en un claro intento por desplazar a lo queda de la UCR y Cambiemos. También la insignia de época es la estrategia y poder utilizar el vaciamiento de nación como publicidad de gestión propia.
El 2024 fue, para «Hacemos Unidos Por Córdoba», una carrera constante por demostrar un modelo al resto del país y para convencer dentro de su territorio. En este sentido, el año culmina con el gobernador cediendo un punto de coparticipación para apuntalar a los municipios, que no es casual ni bondadoso, sino la línea estratégica de diferenciarse de la concepción libertaria, y a su vez, tender puentes con los intendentes.
Sin dudas fue un año en que los gobernadores e intendentes tuvieron especial relevancia, frente a la necesidad de un federalismo presente ante el ajuste libertario. Y sin un presupuesto 2025 en vista, se torna un escenario político perfecto para desarrollar un concepto político federal, que los cordobeses no tardarán en usar a su favor.
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