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"La yuta quema, nuestro fuego se aviva": convocan a la 18º Marcha de la Gorra
Desde la Marcha de la Gorra convoca a plantarse "con fuerza contra la represión estatal que golpea a las juventudes y a los barrios populares, defendiendo una lucha de resistencia que exige justicia, dignidad y el fin de la criminalización de los sectores populares"
Familias de víctimas de gatillo fácil, organizaciones sociales, centros de estudiantes, gremios y personas autoconvocadas se reunirán una vez más en el centro cordobés para alzar un grito colectivo: "basta de criminalización y represión".
Este año, la marcha ocurre en un contexto, según sus convocantes, marcado por la escalada represiva y el abandono estatal, lo cual se ve agravado por los incendios intencionales que devastan los territorios en beneficio de intereses económicos, tanto agrícolas como inmobiliarios.
"La segunda visita de Javier Milei a Córdoba sólo trajo vuelos en helicóptero, sin respuestas ni acciones frente a esta catástrofe ambiental, mientras las brigadas forestales comunitarias le hacen frente al fuego y a la desidia de los gobiernos", expresan.
Para quienes organizan la marcha, "la represión no ha dado tregua". "En cada barrio, el hostigamiento policial continúa siendo una realidad cotidiana, en un contexto de pobreza creciente donde el avance del narcotráfico sigue empujando a los sectores vulnerables hacia una mayor marginación y represión", advierten.
La represión de diciembre del 2023 en el primer cacerolazo contra Milei, cuyo saldo fue el de cinco personas heridas, detenidas e imputadas -uno de ellos editor y redactor de este medio- y la detención de dos mujeres en el marco de la represión durante el "Pacto de Mayo" en junio de este año, son algunos hechos que hablan de la criminalización de las protestas sociales.
Al mismo tiempo, en materia de seguridad, la provincia había firmado un convenio de “tolerancia cero” para la formación y el accionar de sus fuerzas de seguridad, ante una opinión pública que mantenía en agenda el secuestro y asesinato del joven Axel Blumberg en provincia de Buenos Aires (2004), el cuál había despertado en gran parte de la clase media y alta argentina, una fuerte conmoción social que se tradujo en inmensas movilizaciones a favor del endurecimiento de leyes penales, “mayor seguridad” y “mano dura”.
En aquél 2007, jóvenes empobrecidos de los barrios periféricos del centro cordobés, organizados en distintas estructuras políticas, confluyeron en una doble demanda: la adhesión a la ley que garantizaba sus derechos y la oposición a la “tolerancia cero” que recaería con mayor represión sobre su vida diaria.
“Todo eso en un marco donde la policía cordobesa se regía por el Código de Faltas, marco jurídico a través del cual llevaban adelante detenciones arbitrarias los mismos policías que luego decidían cuánto tiempo ese joven debía pasar privado de su libertad en la comisaría”, expresa Ardiles.
La modificación en el Código de Faltas de figuras punitivas tan aberrantes como los prejuicios históricos sobre la población negra, marrona y empobrecida, tales como la “portación de rostro” o “merodeo”, fue una de las consignas más sostenidas durante las primeras 9 Marchas de la Gorra.
Juan Cristián Castro / Enfant Terrible
Sería recién para el año 2015 donde este Código, verdadero estatuto “legal” del apartheid cordobés, sería modificado a Código de Convivencia, dejando atrás en términos jurídicos a sus más racistas y criminalizadoras figuras penales. Sin embargo, esto se hizo, a opinión de Belén, “desoyendo el histórico reclamo de la marcha de la gorra que exigía su derogación completa”.
“Disminuyeron solo las cifras exorbitantes de detenciones por día, pero las prácticas de tortura, desapariciones, asesinatos, continuaron a la orden del día hasta la actualidad. Existen múltiples violaciones a los Derechos Humanos en las cárceles y en los establecimientos dedicados a la ‘salud mental’ como el CPA”, advierte la psicóloga.
Si la razón de ser de la Marcha de la Gorra en un origen fue una oposición a un convenio de “tolerancia cero” y al “Código de Faltas”, hoy esa razón, según la entrevistada, se multiplicó:
“La marcha alberga a muchas maneras de oponerse al modo de control social que se efectiviza en las violencias policiales que persiguen, criminalizan, estigmatizan y hasta incluso eliminan a identidades particulares, que ya no son únicamente esos jóvenes de barrios que usan ropa deportiva o que tenían tatuajes exclusivamente en esa época. También oprime a diferentes identidades genéricas, a las y los trabajadores, a los trabajadores de la economía popular, a quienes habitan el espacio público como carreros, vendedores ambulantes, artesanes, estudiantes, diferentes expresiones que intentan denunciar de alguna manera todas las políticas de muerte”, expresa Ardiles.
Juan Cristián Castro / Enfant Terrible
Cada año, una consigna nueva. La marcha creció, mutó, denunció y ocupó la calle en diferentes contextos sociales y ante distintos gobiernos municipales, provinciales y nacionales.
El problema no es la gorra, han señalado históricamente desde la marcha. El problema es su gorra, entendida ésta como autoridad gestionadora de “políticas de muerte”, no solo de balas, ni de cuerpos desaparecidos, sino de todo eso y mucho más.
No es una marcha sectorial más. No es una protesta solo contra la Policía:
“Es una marcha que denuncia todas las políticas de muerte que nos atraviesan y que este año particularmente son fácilmente palpables cuando pensamos que no solo hay represión sino que también hay hambre, criminalización de la protesta, insistencia en la baja de edad de punibilidad, desfinanciamiento de todos los programas estatales que garantizan el cumplimiento de derechos, es decir, la forma en que el Estado en sus diferentes niveles garantiza el sufrimiento y la muerte no solo con una bala sino con una olla vacía o con la falta de un turno en un hospital”, explica Ardiles.
Ante estas políticas, la calle, el centro cordobés, vuelve –como cada año- a ser un espacio colectivo de confluencia de distintas identidades, historias y cuerpos, que plantean otro estado de las cosas. Donde el cuidado, lo público, lo político y hasta la misma democracia, adquieren otro significante. El de la verdadera convivencia, no "ciudadana" (individualista, liberal y posmoderna) sino de pueblo, heterogéneo, resistente, agitador, uno que aviva las llamas del fuego que tiene en el Cordobazo a su memoria más anhelada.
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