Cinco años del primer #NiUnaMenos: la deuda sigue siendo con nosotrxs

Por Constanza San Pedro para Enfant Terrible

El #3J del 2015 es una fecha central para el movimiento feminista. Hoy hace 5 años nuestras principales luchas y debates históricos tomaron la escena pública y mediática, resonaron a lo largo y ancho del país. Nuestra irrupción intempestiva en la arena pública, fue bajo el grito “Vivas nos queremos”, ante los cada vez más alarmantes números de femicidios, travesticidios y transfemicidios y ante las múltiples violencias machistas que estaban naturalizadas. Nos queremos vivas, nos querernos respetadas, nos queremos libres y sin miedos, queremos que nuestras vidas sean vivibles, a pesar de la enorme desigualdad que cargan nuestros cuerpos. El grito fue tan fuerte y tan masivo, que por fin, nos escucharon. 

Sin embargo, ser escuchadas y ser visibles no nos alcanza todavía para transformar las condiciones de injusticia social que afrontamos en nuestra vida cotidiana. En la Argentina hay un femicidio cada 31 horas, crecen los crímenes transodiantes (en 2016 se registraron treinta y uno (31) y en 2019 ese número ascendió a ciento setenta y siete (177) según el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT – FALGBT), las mujeres, varones trans y personas gestantes siguen muriendo como consecuencia de abortos clandestinos, la policía sigue persiguiendo y criminalizando a las trabajadoras sexuales, la brecha salarial (los hombres cobran 20,2% más que las mujeres según la Superintendencia de Riesgos del Trabajo) y las distribución de las tareas de cuidados y gestión del tiempo sigue siendo muy desigual entre varones y mujeres.

Es por ello que cinco años después seguimos alzando nuestra voz, con la irreverencia propia del movimiento feminista. Cada 3J es una nueva fecha para tomar las calles e inundarlas de denuncias ante las injusticias y de nuestra agenda política. 

Este año, la pandemia no hizo más que mostrar -hasta el extremo- y profundizar las desigualdades existentes. La pobreza extrema, la situación de emergencia en la que se encuentran -hace años- nuestros barrios populares, la inaccesibilidad al agua y a los servicios básicos, los déficit habitacionales, los problemas en el acceso a los sistemas de salud, las condiciones de precarización en la que trabajan lxs profesionales de la salud y la brecha digital.

Pero también la pandemia puso en evidencia que las tareas domésticas recaen fundamentalmente sobre las mujeres (le dedicamos 6 horas al día; Indec, 2013), que son en general las mujeres madres las que se encargan del cuidado de lxs niñxs. Que además son las mujeres, las trabajadoras sociocomunitarias, las que siguen haciéndole frente al hambre sirviendo ollas populares y viandas para que a ninguna familia le falte un plato de comida y exponiendo muchas veces su propia salud. 

En este tiempo de aislamiento quedó claro que  para muchas mujeres que sufren situaciones de violencias en su núcleo conviviencial, sus hogares no son un lugar seguro. El delito de femicidio fue el único que no disminuyó en esta cuarenta, y el el Estado demostró falencias y dificultades para responder. Por eso, actúan las redes: somos las amigas y vecinas las que acompañamos, contenemos y actuamos. 

También se visibilizó la situación de extrema vulnerabilidad en la que se encuentran las trabajadoras sexuales y la comunidad Trans, que no tienen garantizadas condiciones de trabajo digno ni de acceso a los derechos básicos, y que se han sostenido en las redes de solidaridad construidas.

A cinco años, del primer #NiUnaMenos ¿qué deuda tiene el Estado con el movimiento de mujeres y disidencias? 

Principalmente, que #NiUnaMenos sea política de Estado. Hoy nos sostienen las redes feministas, a base de convicción, sororidad y sacrificio, pero con eso no alcanza. Para garantizar los derechos humanos de mujeres, trans, travestis, lesbianas y no binaries es necesario que el reconocimiento que ya existe sobre las violencias que sufrimos se traduzcan en un efectivo presupuesto: para Tierra, Techo y Trabajo, para garantizar autonomía económica para que la falta de recursos no sea un impedimento para salir de la violencia, para la plena implementación de la Educación Sexual Integral. No olvidamos tampoco nuestro lema #AbortoLegal2020,  la Ley de Interrupcion Voluntaria del Embarazo para garantizar nuestro derecho a decidir. 

Queremos que los feminismos trasnversalicen  las políticas de estado: que la distribución de la riqueza, la gestión de los cuidados y las políticas habitacionales se proyecten con perspectiva de géneros.

Los feminismos hemos demostrado de manera sobrada que podemos construir otras formas de la política, en las calles, masivamente, entre todxs, unidas para un mismo fin, erradicar la violencia y conquistar derechos. ¿Cómo habitamos las tensiones entre aquello que se demanda y las injusticias del presente? ¿qué aprendemos del feminismo? ¿cómo seguimos construyendo masividad y radicalizamos nuestras reinvindicaciones para cambiar todo lo que deba ser cambiado? ¿Qué hacemos con la heterogeneidad por la que logramos ser un movimiento masivo?

Creo desde la convicción, que el feminismo es una forma de mirar el mundo, de identificar y denunciar las injusticias, de vincularnos con lxs otrxs y de transformación de cada espacio que habitamos. Desde un pensamiento situado, con quiénes están con los pies en estas tierras, no por ellas, ni contra ellas, pensar con ellas. Esto no significa estar de acuerdo en todo, se puede discutir sin negar voces. Poniendo nuestras nuevas formas de hacer política. Sabemos que el desafío es inmenso, queremos transformarlo todo. Y vamos a seguir juntes en ese camino.

Somos el equipo de redacción de Enfant Terrible: el resultado de millones de años de evolución aglutinados en este irreverente existir.

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