Papa Doc, el brujo negro del Vudú

La historia de Françoise Duvalier es el retrato de un megalómano paranoico y sanguinario que se valió del esoterismo y el vudú para mantenerse en el poder en Haití durante casi 15 años.

Françoise Duvalier gobernó 14 años en Haití. En Puerto Príncipe su nombre es un susurro de miedo todavía hoy. Ese país insular que fue cuna de revoluciones nacionales estuvo sometido a una larga dictadura. El saldo del gobierno de "Papa Doc" como era conocido Duvalier, fue de más de 30.000 opositores asesinados y decenas de miles los desaparecidos. De humilde médico ambulante pasó a ser la encarnación misma de la muerte.

A la muerte del tirano, el poder recayó en su primogénito Jean-Claude DuvalierBaby Doc”, que contaba 19 años cuando asumió como presidente en 1971. En la misma línea de represión sangrienta se mantendría en el poder otros 15 años, hasta 1986 continuando con el reguero de sangre y oscurantismo que su padre instaló con mano de hierro en uno de los países mas pobres del mundo

Sin embargo el carnicero Duvalier “Papa Doc” no era solamente un déspota. Era sobre todo un profundo conocedor de la cultura africana, traída durante los años de la colonia y la esclavitud a las islas del Caribe, que se valía de sus conocimientos del Vudú para atemorizar a la población alimentando su fama de sádico Bokor o “brujo negro”.

Del "Negrismo" al Vudú

Durante las llamadas “Guerras Bananeras” los Estados Unidos se lanzaron a la ocupación militar de las islas del caribe y centroamérica para asegurar los intereses de la United Fruit Company, entre otros. En 1915 ocupan Haití instaurando un régimen de profunda segregación racial que otorgará a una élite mulata de confesión católica apostólica y protestante, el status de clase dominante. En un país con un 97% de población negra, ser mulato y católico era un signo de distinción y jerarquía social.

Tras una larga ocupación política y militar, el presidente Roosvelt ordena regresar a casa a los marines en 1935, y coloca en la primera magistratura haitiana al general Eugene Magloire, garante de la política de subordinación colonial.

Por aquel entonces el joven médico Françoise Duvalier inicia su militancia en las filas del nacionalismo anticolonial, con especial énfasis en el llamado “negrismo”, un movimiento cultural, humanista y literario que buscará visibilizar las problemáticas de los negros y la población afrodescendiente en toda américa latina y el caribe, así como la reivindicación del derecho de los negros a acceder a estudios universitarios.

Es entonces cuando “Papa Doc” se inicia en el Vudú, la religión que trajeron sus antepasados del áfrica occidental y que se sigue practicando en la actualidad en toda la región antillana, parte de la costa oeste de Estados Unidos, Brasil, Uruguay, y algunas zonas del Paraguay.

El Vudú

El Vudú es una de las religiones más antiguas del mundo.
Fue perseguido desde épocas de la colonia y considerado “salvaje” por la élite mulata durante los primeros años de la independencia haitiana. Los Houngán y Mambós — sacerdotes y sacerdotisas — fueron sistemáticamente ejecutados en un intento de instalar el catolicismo como único credo religioso en Haití, aunque sin éxito.

La profundidad de las creencias vuduístas generaron un sincretismo con las concepciones católicas, al punto de que muchos santos católicos son considerados “loas” vuduístas con otros nombres.
San Patricio por ejemplo, es venerado como el dios Damballah en los cultos vuduístas americanos.

Duvalier entendía la importancia del Vudú para los negros haitianos pobres, para los sectores más oprimidos, y por eso se inició en sus prácticas hasta convertirse en un poderoso sacerdote respaldado por los sectores más postergados de Haití. Al mismo tiempo, siendo uno de los pocos negros con estudios universitarios accede al ministerio de Sanidad y Trabajo, desde donde conspira contra el general Magloire y rápidamente se hace con el poder en 1957 con el apoyo de un sector del ejército.

El Barón Samedi y los Tonton Macoutes

Una vez nombrado presidente, Duvalier desconfía de las Fuerzas Armadas e impulsa una gran purga, donde cientos de oficiales y suboficiales son asesinados. Pronto sus ideas populares y anticoloniales desaparecen y se convierte en un encarnizado enemigo de su pueblo, ordenando matanzas ejemplares y decretando la asistencia de niños y niñas en edad escolar a los fusilamientos de sus opositores políticos.

Para imponer el terror se vale del financiamiento del departamento de estado yanqui que veía en el caribe la amenaza de la recién nacida revolución cubana, y crea una fuerza paramilitar: los Voluntarios para la Seguridad Nacional, más conocidos como “Tonton Macoutes” o “tíos del saco” pues quien se cruzaba en su camino, no volvía a aparecer.
Como comandante supremo de este grupo paramilitar nombra a Zacharie Selva, un temido “Bokor” o brujo a quien se le atribuía la capacidad de devolver al mundo de los vivos a aquellos que ya murieron y esclavizarlos bajo su voluntad.

Tonton Macoutes

Los Tonton Macoutes eran delincuentes comunes, violadores, asesinos entre otros lúmpenes reclutados como policía política del régimen duvalierista con una única consigna común: la obediencia ciega a Duvalier a quien consideraban “el señor de los cementerios” o según la tradición vudú de la que todos eran fervientes acólitos, la reencarnación viva del “Barón Samedi”.

Disfraz de Baron Samedi

Según la cosmología vuduísta occidental el Barón Samedi es una burlesca deidad cadavérica a quien se acude en busca de favores, o de perjuicios para los enemigos. Se lo obsequia con ron, tabaco y sangre al son infernal de los tambores rituales, para obtener lo que se pide.

También es el encargado de determinar quién pasa a la otra vida una vez muerto, y de éste deriva el concepto de “zombi” que tan famoso se hizo en occidente, dado que aquél que no es bien recibido por el Barón, está condenado a regresar de la tumba y vagar sin voluntad por el mundo de los vivos.

En sus últimos años Duvalier se sumerge en un delirio místico que lo lleva a vestirse y actuar como la cosmovisión popular  imagina al temible Barón Samedi; sombrero de copa, capa y bastón de color negro, utiliza en sus discursos un tono de voz fuertemente nasal, como según dicen habla el “lowa” vudú. Según sus colaboradores cercanos, se encerraba durante días a hablar con las cabezas de sus opositores asesinados, aunque quizás esto no sea cierto. Quizás la imagen mental creada entorno a la “encarnación del Barón Samedi”, sea una forma que tienen los haitianos de explicarse racionalmente tanta sangre, tantos muertos, tanta mezquindad y oscurantismo. 

O quizás eso preferimos pensar los que no somos afrodesecendientes y buscamos racionalizar el genocidio, la muerte y la barbarie.

Periodista y fotógrafo. Edito, escribo y leo. No siempre en ese orden.

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