Diego: el más incómodo de los santos

El Diego fue muchas cosas, entre ellas, un santo en vida. ¿Cómo se santifica a alguien? ¿es posible separar al santo de la persona? ¿qué comparte el Diego con el Gauchito Gil, la Difunta Correa, Frente Vital, Gilda y el Potro? La voluntad popular y el poder de la santificación.

Por Julia Pascolini para Enfant Terrible

El Diego, mucho más que un santo: ¿cómo se sacraliza a una persona?

La sacralización (hacer algo sagrado) de una persona no reconocida por la Iglesia Católica implica el reconocimiento de cuestiones “mal vistas” públicamente tales como la sistemática infracción de la Ley (Gauchito Gil, Frente Vital), ser parte de una cultura no legitimada (la cumbia y Gilda) o hacer “apología” de temas históricamente tabú (San la Muerte). Lo más lindo del acto de santificación es que no depende, justamente, de la aprobación de una entidad religiosa, sino de la voluntad popular de convertirla. Eso sucedió con Difunta Correa, El Gauchito, y más recientemente con Gilda, el Potro (Rodrigo) y Diego Maradona. La santificación implica, de alguna forma, la creación y producción de un relato.

Casa de Diego Armando Maradona en Villa Fiorito, declarada "lugar histórico nacional". Fuente: Diario Olé.

El acto de santificación de una persona también conlleva su deshumanización positiva. Cuando alguien es santificado, es convertido en mito, por ende algo de su humanidad se desvanece y con él algunas de sus decisiones. Especialmente cuando se trata de personas que ya pasaron al terreno de los muertos. Esto sucede con "El Diego", "Diegote", "Maradona", "Pelusa", "Barrilete Cósmico", "El pibe de oro", "El Diez" o simplemente "Dios". Su santificación es previa incluso a su despedida. “La Mano de Dios” ya lo ubicaba como entidad entre el cielo y la tierra.

Sin embargo, Diego Maradona fue padre, padre borrado, ejerció violencia de género y participó de situaciones que vinculaban a mujeres menores de edad con la prostitución. A su vez, fue una figura popular que reconoció y participó activamente de luchas sociales importantísimas a lo largo y ancho de toda Latinoamérica. Se incorporó al NO al ALCA que puso en discusión un modelo económico de opresión para toda Nuestra América, fue disruptivo respecto del accionar de la FIFA y en lo futbolístico, derritió a un pueblo entero con su magia. Maradona no fue los títulos que ganó sino la pasión con la que jugó. 

"La mano de Dios" representó la impunidad de quien juega y la santificación en vida de quien se constituye como representación de una parte del pueblo. En la frase “Yo crecí en un barrio privado... privado de luz, de agua, de teléfono” se esconden características materiales y simbólicas que hacen tanto a la identidad del Diego como de sus respectives admiradores. En la santificación se da un acto de identificación. La comunidad que canoniza algo o a alguien, ve en ello un reflejo. 

Foto: Andrés Masotto

Generalmente, los santos populares o paganos son construidos a partir de situaciones críticas o de mucha angustia. Hay santos, por ejemplo, que fueron significados luego de un hecho de gatillo fácil. Fue el caso de Víctor Manuel “El Frente” Vital, asesinado por la policía bonaerense a los 17 años luego de un robo que terminó en su persecusión y posterior asesinato (a sangre fría). Vital, era considerado un Robin Hood. El barrio lo admiraba, cuidaba y respetaba por sus acciones de solidaridad. La más conocida y que bien relata Cristian Alarcón en "Cuando me muera quiero que me toquen cumbia" es la del robo a un camión de la Serenísima. Su carga fue dirigida a las familias del barrio y su respectivo piberío. Al Frente Vital se le dejan puchos, porros o birra, sobre todo antes de ir a robar. Dicen que salvó a muchos pibes de nuevos casos de gatillo fácil o de que “los agarren” (la policía).

Gilda, por ejemplo, fue santificada en vida, como el Diego. Pero no tuvo problemas con la ley, o no específicamente. Sin embargo, supo contener las demandas de afecto y felicidad pero también reconocerse como parte de sus seguidores. Llevó adelante shows en cárceles y lugares a los cuales otras identidades no llegan. Solo las populares. Por otro lado, los relatos sobre su muerte giran en torno a misticismos. Se dice que el cassette en el cual había grabado parte de su último tema, “Mi despedida”, fue lo único que se salvó del accidente que la dejó sin vida. Si bien luego se supo que al momento del accidente el cassette estaba seguro en su casa  y que la canción estaba dirigida a unas amigas a las que no había vuelto a ver, la magia del mito prevalece por sobre todas las cosas. Sus seguidores eligen creer que ese tema fue, efectivamente, una despedida anticipada. Quizás no se equivoquen. Además, se le atribuyen milagros vinculados sobre todo a la ruta. Muchas familias dicen que Gilda salvó de la muerte a micros y familias que pasaban por el mismo camino en el que ella murió. 

No es casualidad que estas personas hayan dejado de ser consideradas como tales (casi exclusivamente) en el marco de los sectores populares. La necesidad de reír, creer y zafar en la vida, hace que muchas personas acudan a figuras santificadas. No es ignorancia, es supervivencia. Así como la ciencia se ha constituido, sobre todo en los últimos 200 años, en la religión de los sectores medios y universitarios, la religiosidad popular aparece en los barrios como forma de protección. Donde el Estado llega fragmentado, o con menos herramientas, aparecen nuevas formas de cuidado. Así se instalan, también, las capillas villeras.

Foto: Andrés Masotto

Estar entre la vida y la muerte en repetidas oportunidades también hace a la santificación de una persona. Existe una multiplicidad de variables que afectan a la hora de pensar la canonización de una persona. El Diego cumple con casi todas. Estar entre la vida y la muerte, dar alegría y tranquilidad a un grupo grande (muy grande) de personas, estar involucrado en cosas ilegales o que lo enfrentaron con la ley, adquirir o tener habilidades místicas (la mano de Dios), etcétera. 

La deshumanización de una persona para su santificación demanda el “perdón” de su accionar en vida. Esto no quiere decir que al Diego, o al Frente, o a Rodrigo, o al Gauchito no se los pueda discutir sino que, hay algo de lo humano que se desvanece, sobre todo luego de su muerte (más cuando son repentinas o trágicas). Ese desvanecer puede paralizar las discusiones. Sí. Pero también nos obliga a pensar a estas personas en su integralidad. Es decir: El Frente Vital era ladrón, o sea que una porción de la sociedad lo condenaba a muerte incluso antes de llegarle. Lo mismo sucede con el Gauchito Gil. De Rodrigo, por otro lado, se difundieron cosas vinculadas al ejercicio de la violencia de género, lo mismo sucedió con el Diego. Ninguna está exenta de situaciones debatibles, porque todas fueron personas antes de constituirse como santos. La sostenida insistencia de bajarlas a personas “ordinarias”, y  nada más, echa por tierra la creencia de muchas personas a las cuales trajeron mucho más que incomodidades.

Hay una noción, me atrevo a decir, un poco progresista que cancela sistemáticamente los rituales que tengan que ver con sujetos populares. Sin embargo, la brujería, la astrología y otras cosas antes acusadas de lo mismo (ignorancia, irracionalidad, etcétera), hoy ocupan lugares bien vistos por algunos sectores. ¿Dónde queda entender a los santos en su complejidad y no en su fragmentación? ¿Se los entiende en sus contextos sociales y económicos o se los echa por tierra cuando dejan entrever una actitud, hoy, políticamente incorrecta? ¿Seguimos creyendo que la religiosidad popular es ignorante o la comprendemos como saberes populares no legitimados por la academia? Nos preguntamos, ¿qué rol cumple el Estado en esos lugares donde prima la creencia y la fe?

Somos el equipo de redacción de Enfant Terrible: el resultado de millones de años de evolución aglutinados en este irreverente existir.

Te puede interesar

El aguante

Bancá el periodismo de base, cooperativo y autogestivo

Para hacer lo que hacemos, necesitamos gente como vos.
Asociate
Cooperativa de Trabajo Enfant Terrible Limitada.
Urquiza 1740 7A, Córdoba.